CAPITULO 8

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Petyr estuvo por días dándole vueltas en su cabeza a las pocas pero incisivas palabras de Victoria, "Sí, doctor Northman, sí me pone celosa". Aún no daba crédito a sus oídos, no podía creer que aquella mujer hubiera dicho tal cosa. Pensó que solo lo había dicho para confundirlo, para jugar con su cerebro, pero también pensó que quizá ella en realidad podía sentir celos por él.

Era sábado por la tarde y Petyr acaba de salir de la ducha, estaba escurriendo agua y tenía una toalla alrededor de sus caderas cubriéndolo, por suerte el frío ya estaba disminuyendo y su departamento se volvía cada vez más cálido, por donde caminaba dejaba gotas de agua regadas. Estaba nervioso, ya que por fin iría a pasar la noche a la casa de Alice y no sabía que ropas ponerse o si debía llevar un cambio extra para la mañana, no sabía si Alice se asustaría de verlo llegar con una maleta, por muy pequeña que esta fuera.

Tenían casi tres meses saliendo y Petyr había respetado a Alice casi al punto de lo ridículo, muchas veces él mismo se reprendió frente al espejo por no tener más iniciativa, hasta que por fin se animó a sugerirle que podrían ese sábado cenar tarde y pasar la noche juntos. El día anterior, Petyr estaba en su oficina, repitiendo una y otra vez las palabras que le diría a Alice y buscando que no sonaran vulgares, cuando Anna entró a dejarle unos papeles y a recoger unas firmas.

—¿Cómo van las cosas con Alice? —preguntó Anna, mientras le pasaba los papeles a Petyr y le señalaba lo que debía de firmar.

—Bien, muy bien diría yo.

—Debí imaginar que Alice sería de su tipo.

—Sí, es dulce, amable, discreta y linda, muero por presentársela a mi madre.

—Sí, ya entendí, es perfecta —dijo Anna apretando los dientes y viendo con recelo sobre el hombro de Petyr—. Ella y su casita de ensueño, me imagino que por dentro es como las casas de las Barbies, ¿cierto?

—Anna, no quiero ser grosero, pero creo que mi vida personal no debe de interesarte tanto.

—Con su permiso, doctor Northman.

Anna salió de la oficina tan ofendida como furiosa, jamás esperó una respuesta así. Petyr ya conocía las intenciones de Anna y ella, a pesar de ser una mujer muy bella, jamás le atrajo; al contrario, algo en ella siempre lo hacía sentir incómodo. En ese momento fue cuando pensó que quizá debería buscar a una nueva secretaria, pero esa no era su prioridad en ese momento, sino reunir valor e ir con Alice.

Petyr estaba frente al espejo del baño, arreglaba su cabello y se acomodaba la camisa. Ya había preparado un cambio extra, todo estaba doblado y sobre su cama, y junto a estos un pequeño estuche con su cepillo de dientes y un desodorante; para nada quería darle a su novia una mala impresión al despertar.

—Es una linda chica, ¿cierto? —empezó a hablar con su reflejo.

—¡Sí que lo es!

—¿Y estás feliz?

—¡Claro que lo estoy! ¡Pasaré la noche entera con esa belleza de ojos grises!

—¿Y la belleza pelirroja?

—Ella solo es mi paciente. Lo que dijo solo fue para ver mi reacción, no porque fuera verdad.

—Sí, claro. Ahora repítelo hasta que lo creas.

Entonces dejó escapar un grito frustrado de su garganta, salió del baño y estrelló la puerta. Petyr odiaba esas conversaciones consigo mismo, pero no las podía evitar, eran como un reflejo involuntario, tratar de evadirlas era como tratar de evadir la lluvia en el exterior. No solo odiaba esas conversaciones porque no las creía sanas, sino porque en ellas siempre se decía la verdad que el mismo día a día trataba de ignorar. Después de maldecir mil veces y por varios minutos a Victoria y a él mismo, Petyr salió de su departamento para ponerse en marcha a la casa de Alice, pero antes le llevaría el cheque con el pago de la renta a Suzzane.

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