Regreso a la panadería

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Salimos de mi casa y nos dirigimos hacia la ciudad, dónde estaba situada la panadería de la familia de Peeta. Aunque en estos meses se ha trabajado mucho en la reconstrucción y retirada de escombros y cenizas, aun quedan restos de lo que fue el distrito 12, meses atrás. La gente ha cambiado, se les nota felices, relajados. Los niños juegan en la calle, y los mayores los observan con alegría. La alegría de saber que los tiempos de los juegos  ya han terminado y que ahora reina la paz.

Noto que nos miran y algunos hasta se paran a saludarnos. No había vuelto a pisar la ciudad desde que vine a comprobar la inexistencia del distrito, cuando el 13 aprobó mi visita. Recuerdo las cenizas, los cuerpos y restos que inundaban las calles. Peeta, a mi lado, nota que mi cara a cambiado.

- ¿Estás bien? - me pregunta preocupado.

- Si, solo es que hacía tiempo que no paseaba por aquí. No me he dejado ver mucho después de regresar del capitolio.

-No te has dejado ver nada - añade con una media sonrisa. Intento devolvérsela, pero al final solo logro que me salga una mueca extraña en la cara. El me mira y me da un apretón en la mano - Ya te irás acostumbrando- me dice.

Llegamos a la panadería, bueno, a lo poco que ha quedado de ella. No hay puertas, ni ventanas y el tejado se ha reducido a una pequeña parte. Recuerdo entonces a Prim y a mí observando desde los cristales los bollos de nueces, las magdalenas de fresas y las tartas de chocolate. Siento una angustia en mi interior. Giro la cabeza hacia la derecha y observo a Peeta, su semblante es triste y su cara parece transmitir mil sensaciones de dolor. Le aprieto la mano como él ha hecho antes conmigo. -Si te apetece podemos volver mañana.

El me mira y por unos segundos veo la sombra de la duda en su mirada, pero me devuelve el apretón de manos y me dice:

-No, tengo que ser fuerte. Se lo debo a mi familia. Y esto es algo de lo que no puedo huir, así que cuanto antes mejor.

Me quedo en la puerta mientras el sube lo poco que queda de los tres escalones que llevaban a la puerta y avanza hacia lo que fue su panadería. Me paro detrás de él. La última vez que vine aquí fue después de los primeros juegos, a por una tarta de fresas para el cumpleaños de mi madre. Olía a pan recién hecho, a vainilla, canela.... Ahora todo es distinto, huele a viejo, a destrucción.

Peeta se agacha y recoge un retrato que hay tirado en el suelo, junto a lo que meses atrás había sido una de sus vitrinas repletas de dulces de todo tipo. Me pongo a su lado y miro la foto. El cristal está roto, pero la foto se ha conservado bien. En ella salen los padres de Peeta, con él y sus hermanos en la puerta de la panadería.

- Nos la hicieron unos meses antes de los primeros juegos. Mi padre encontró la cámara en el sótano de mi casa. Por lo visto había sido un regalo de su abuelo y pensaba que la había perdido. Se alegró tanto que aquel día estuvo echándole fotos a todo.

Noto la angustia en su voz, su mirada se ha vuelto oscura y por un segundo me preparo por si esto le hace sufrir un ataque. Nota que mi cara se ha puesto rígida, esboza una triste sonrisa y me dice:

-No te preocupes Katniss, el tratamiento del doctor Aurelius fue duro pero efectivo. Mis flashbacks se reducen recuerdos con brillos a los que casi ya no puedo acceder.

- Perdón, es que tus ojos habían cambiado de repente y...

No me dejó terminar de hablar porque noté su abrazo y su barbilla en mi mejilla. Que mala persona soy, pensé, tenía que haber sido yo la que le hubiese dado el abrazo y no haberme alejado.

De pronto me suelta, se pone de pie y me ayuda a incorporarme.

- No quiero alargar mucho esto - me dice.

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