La nueva panadería

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La mañana de la inauguración, noto a Peeta algo nervioso por volver a la panadería, y eso que no sabe que no va a ir a trabajar, sino a verla terminada. Le quito la idea de que vaya con la ropa de trabajo con la excusa de que hoy solo vaya a supervisar, que debería reincorporarse poco a poco.  

La verdad es que yo también estoy algo nerviosa. Sobre todo por ver la cara de Peeta cuando descubra que ya está lista. 

Nos vamos acercando, pero no podemos ver mucho porque hay gente alrededor y está cubierta por unos plásticos.

- ¿Que hace tanta gente aquí? - pregunta Peeta frunciendo el ceño

- Quizás les guste como está quedando.

- Cuando yo estaba trabajando no se paraba nadie.

- Será porque no tienes tantos seguidores como ellos. 

De pronto Peeta se cruza delante de mí cortándome el camino.

- Gracias- espeta serio. Mi sonrisa se congela, pero a continuación suelta una carcajada que hace que me relaje un poco. - Ya me lo pagarás después.- añade guiñándome un ojo.

Eso me hace pensar en la noche de ayer. Después de la cena le dije que como ya estaba recuperado iba a volver a mi casa. Llevaba casi dos semanas en la suya y no quería causarle más molestia. Él me aseguró que le encantaba tenerme allí  y que podía quedarme el tiempo que quisiera, pero le dije que no. Cada noche se me hacía más duro dormir a su lado. A veces cuando se dormía me dedicaba a mirarlo, a pensar en cosas que no debía pensar...

Al final, me dejo marchar de mala gana, con un escueto "mañana nos vemos" y que me dejó un poco descolocada. Cuando llegué a mi casa me sentí mal, pero ya estaba hecho, era lo mejor para los dos, por lo menos por ahora, o lo mejor para mí en todo caso.

Al cabo de unos diez minutos, cuando estaba por meterme en la cama oí unos golpes en la puerta. Para mi sorpresa, allí plantado estaba él. Ni siquiera me dio tiempo de decir algo cuando cerró  la puerta con el pie y se lanzó a besarme. Fue un beso urgente, sin delicadeza alguna. No paramos ni cuando nos faltó el aire, sino que volvimos a reanudar la tarea. Sus manos viajaban por mi espalda y las mías se detuvieron en su cintura, justo en el borde de sus vaqueros. Volvió a apretarme más contra la pared y entonces lo noté. Algo duro a la altura de mi vientre. Me tensé un poco y me obligué a alejarme. Peeta se apartó jadeando, con los labios rojos. Entonces se acercó a mi oído y me dijo, sin ningún tipo de reparo: "Me vuelves loco Katniss, voy a echarte de menos está noche, solo quería que lo supieras". Abrió la puerta y se fue. Yo me quedé allí parada procesando todo por lo menos tres minutos. Por supuesto que había notado cuánto lo había vuelto loco. Es la primera vez que había sentido "eso". Había leído sobre cosas de sexo antes, por eso me asusté cuando empecé a tener esos pensamientos tan comprometedores y atrevidos. Por primera vez pensé seriamente en esos temas, en lo que significaría hacer el amor con él. No tenía ni idea de nada de eso, de tocarlo, de cómo se siente...nada. En mi distrito, bueno en el antiguo, no es que fuéramos muy recatados ni nada de eso, tampoco unos libertinos. En el colegio solían enseñarnos cosas, pero no como en el capitolio. Escuchábamos que allí la gente tenía otra perspectiva más atrevida al respecto. Nunca hablé con mi madre de eso, porque nunca me preocupó. Estaba convencida de que jamás tendría hijos, por lo que no iba a hacerlo nunca para no correr el riesgo. La idea de estar con Peeta más...íntimamente no me desagrada. Con los besos que hemos compartido estos días o incluso el de anoche,  es una necesidad que va creciendo en mi. Aunque mi primera opción sea huir, sé que algún día tendré que enfrentarme a eso. Ya lo hice cuando acepté lo que sentía por Peeta, cuando acepté que tenía que mirar hacia adelante y aprovechar la oportunidad que teníamos de ser felices. Pero antes de todo debería aclarar nuestra situación con él, definir lo que somos. Eso es algo que tendría que plantearme a corto plazo, muy a corto plazo.

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