Mi epílogo

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Sentí como los rayos del sol se iban colando por la ventana calentando mi piel, tapada solo con una camiseta de tirantes y unos pantalones cortos. Noté el peso de unos brazos fuertes a mi alrededor. Peeta. Mi chico del pan aun dormía plácidamente a mi lado en ropa interior. Resistí la tentación de acariciarlo, el domingo era su día libre y no tenía que madrugar, así que no quería despertarlo.

Hoy teníamos comida en casa de Haymitch y Effie con motivo del cumpleaños del pequeño Freddi. El tiempo pasaba rapidísimo, cinco años habían pasado desde su boda y ahora estaban celebrando el tercer cumpleaños de su hijo. Aun recuerdo la cara de Haymitch cuando Effie le dijo que estaba embarazada, casi le da un patatús en el salón. Ahora Effie está embarazada de nuevo, apenas de 5 meses, pero ya saben que será una niña. Peeta y yo seguimos como siempre, bueno, aun mejor que como siempre. La vida a su lado se me hace tan confortable y fácil, que no concibo un mundo en el que no estemos él y yo.

Mi madre vino a vernos por primera vez hace un par de meses, anteriormente había planeado otra visita, pero la canceló por motivos de trabajo. Yo creo que no se encontraba con fuerzas aun para venir. Peeta y yo hemos ido a visitarla unas cuantas veces. Cuando me dieron por fin el permiso para poder salir sola del distrito, claro. Es jefa del departamento de sanadoras y tiene un amigo especial. Bueno eso es lo que dice ella, pero para mí que están juntos y son algo más. Mientras ella esté feliz, yo también lo soy, estando sola o con alguien. De Gale no sé mucho, solo lo he visto unas cinco o seis veces en estos cinco años. Se casó el año pasado, es lo que siempre había querido, así que me alegro por él.

Salgo de la cama lentamente para no despertar a Peeta. Me recojo el pelo en una cola alta y me encamino al baño. Estoy enjabonándome cuando escucho el cierre de la ducha a mi espalda, y rápidamente unas manos me agarran por la cintura y siento unos labios en mi oído.

- No me ha despertado señorita Everdeen. ¿Iba usted a ducharse sin mi? - pega su pecho a mi espalda y siento su dureza apretada en mis nalgas.

-No quería despertarte - le digo casi suspirando.

- Que considerada.-sus manos aprietan mis senos, mientras muerde mi cuello. - ahora como castigo, voy a tener que hacerte el amor contra la fría pared de la ducha. ¿Tu última voluntad? - me dice volviéndome hacía a él con un rápido movimiento.

Miro sus profundos ojos azules, sus pestañas que tanto me gustan, su mirada de deseo y sus labios esperando los míos.

- Hazlo - le digo sin apartar la mirada.

Pone una mano en mi nuca y atrae mis labios hacia los suyos, devorándome la boca con cada roce de su lengua y mordisqueando mis labios. Siento la fría pared en mi espalda, pero no me importa, en contraste con el calor que desprenden nuestros cuerpos lo siento casi como un alivio, además de que estamos en pleno verano. Su erección busca mi sexo y nuestras caderas empiezan a moverse mientras nuestros gemidos quedan ahogados en el beso. El sexo con Peeta siempre es grandioso, en estos cinco años hemos experimentado y aprendido el uno del otro, y no perdemos la intensidad por mucho que pase el tiempo. El agua de la ducha sigue cayendo, y cuando nos separamos, sé que no hay una imagen más fascinante y sexy que Peeta con las gotas de agua recorriendo su cuerpo. Me muerdo el labio mientras lo observo, sin ningún pudor, hace tiempo que lo perdimos entre nosotros.

- Me estás mirando como si fuera estofado de ternera - me dice sonriéndome.

Le devuelvo la sonrisa y lo beso de nuevo. Nuestras manos recorren cada centímetro de los cuerpos, sus nalgas, las mías, su pecho, el mío...

- Peeta... - susurro contra sus labios, es más bien una súplica. Lo necesito en mi interior porqué el roce de caderas me está volviendo loca. Sonríe dentro del beso y se separa para mirarme.

Lo que no leímosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora