Pasando página

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-Hola y perdón por la tardanza. -  Dice Peeta cuando abro la puerta.  Me aparto a un lado para que pueda entrar - Es que hoy han llegado los trenes con los materiales de la panadería.

- No te preocupes - añado rápidamente - me lo ha dicho Haymitch. Se ha pasado por aquí hace un momento.

- Ah, vale. - su expresión y su tono de voz son normales, pero algo en sus ojos ha cambiado. 

Pasamos la tarde centrados en el libro, intercambiando ideas relacionadas con los juegos, con las plantas y demás. A la hora de cenar vuelve a su casa y no lo vuelvo a ver hasta el día siguiente.

Después de casi una semana con esa actitud me siento frustrada, desanimada y tentada a preguntarle, a exigirle el porqué de su cambio de actitud conmigo. Pero me recuerdo que es culpa mía, que sólo se comporta como mi amigo porque yo lo he incitado a eso. Mis miedos y mi desconfianza han provocado que eche de menos sus halagos, sus caricias, sus besos...Estos días juntos han sido un martirio. Todos los días la misma rutina, llegaba a mi casa después de comer, nos centrábamos en el libro, se iba a su casa a cenar y hasta el día siguiente. ¿Esto es lo que verdaderamente quiero? ¿ser sólo su amiga?¿estar con él y no poder tocarle, besarle, escuchar sus palabras dulces o sus brazos protegiéndome de las pesadillas?. ¡No!. Necesito la relación que manteníamos antes, cuando mi cuerpo se tensaba con solo un roce o con una mirada.

Me he estado pasando estos dos últimos días por la panadería de Peeta con la excusa de ir a la ciudad a hacer algunas compras, pero más bien la excusa ha sido verlo a él. Para qué negarlo, lo tengo por las tardes sí, pero las mañanas se me hacen muy largas. Y hoy he vuelto de nuevo, lo he saludado y dado el mismo pretexto de estos días, aunque creo que él está sospechando que no es normal mi ímpetu de compras. 

Veo que la fachada de la panadería está casi acabada, hay cuatro trabajadores colocando ladrillos y pintando. Hasta Haymitch, que está subido en el tejado. Lo saludo desde abajo.

- Va muy adelantado todo ¿no? - le digo a Peeta, que se ha acercado en cuánto me ha visto.

- Si - me sonríe - no puedo quejarme, ha venido mucha gente a ayudar. Supongo que para la semana que viene estará completamente acabada y podremos pedir al capitolio los hornos y demás materiales y ya poder centrarnos en lo de dentro.

-Señor Mellark, ¿dónde le ponemos esto? - un señor bajito lo llama y él, disculpándose conmigo, acude un momento para resolver el asunto.

Aprovecho para deleitarme con las vistas. Estos días he estado observándole cada vez que podía, por supuesto, lo más disimulada posible. "Peeta caminando con sacos de ladrillos en sus fuertes brazos y sus músculos tensándose con cada movimiento. De vez en cuando limpiándose las gotas de sudor que caen por su frente... " y es en ese momento, justo en ese mismo momento, cuando noto ese calor abrasador que me sube por el estómago y ese hambre que ahora sé que sólo le pertenece a él. Me fijo en sus brazos, fuertes, musculosos y me imagino sumergiéndome en ellos como tantas veces atrás para calmar mis pesadillas.

Hoy lleva un pantalón roto por algunos sitios, creo que es el que siempre se pone para trabajar aquí y una camiseta de mangas cortas blanca. Con el frío que hace...A veces siento miedo de mis reacciones, de lo que puede provocarme. Quizás si en los primeros juegos cuándo le ayude a desnudarse para curarlo no hubiese apartado la vista esto sería más llevadero. Pero estoy segura, de que si hubiese tenido que desnudarle ahora mismo, me habría sido casi imposible apartar los ojos de él. 

Para cuándo él vuelve, ya he apartado la mirada centrándome en algún lugar en el tejado de la panadería.

- Tengo que seguir con esto Katniss, no quiero entretenerme mucho para poder llegar temprano a tu casa.

Lo que no leímosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora