¿Por qué huyes?

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- Hola - me saluda entrando rápidamente en mi casa. - Perdona, pero es que hace un frío horrible y ha empezado a nevar.

-No me había dado cuenta.- Le respondo mientras veo como se sacude la nieve de la cabeza y los hombros. - Vamos al salón y te calientas en la chimenea.

Se sienta en el sofá que está al lado de la chimenea mientras yo me sitúo a su lado. 

-¿Que estabas haciendo? - pregunta mirando a mi alrededor. - ¿Has cambiado los muebles?- me mira extrañado.

- Si, ayer. Como no tenía nada que hacer... - me sonríe. -Ahora  estaba leyendo el libro de plantas de mi padre.

- Ah, bien, yo me he pasado a ver a mi vecina la aburrida. - Su burla me hace sonreír. - Así después no me busca a las tantas de la noche para reprocharme que no haya ido a visitarla. Y no me mires con cara de enfurruñada que es broma. - Cruzo los brazos, lo he mirado con el ceño fruncido, no enfurruñada, pero bueno, decido no echar más leña al fuego.

Coge el libro que he dejado sobre el sofá y empieza a ojearlo. Debería comentarle mi idea, a lo mejor podría ayudarme con los dibujos y así aprovechar para pasar más tiempo juntos.

- He pensado en hacer un nuevo libro. - centra su atención en mí. - Hay muchas más cosas que podría añadir ahora. Y también en referente a los juegos, la gira, recuerdos...no sé. Para que las nuevas generaciones conozcan la historia. ¿Qué te parece? - le pregunto un poco tímida.

-Me encanta tu idea - responde con emoción. - En serio, estaría muy bien que en un futuro, cuando lean tu libro, la gente sepa como era antes Panem, el distrito 12 o el Capitolio.

- Bueno, si te parece bien, me gustaría que me ayudaras. Con los dibujos, los bocetos y eso.

- Claro - responde encantado. - Podemos empezar ya, sí quieres. ¿Tienes papel y lápiz?

No sé el tiempo que nos pasamos enfrascados en el nuevo libro. Los dibujos de Peeta son excelentes, y cuando decidimos dejarlo por hoy es casi la hora de cenar. Le propongo que se quede y el acepta. Hacemos una sopa de arroz y comemos comentando las cosas del libro. No ha habido mucho acercamiento por su parte en toda la tarde, me pregunto si lo de anoche lo habrá molestado. No quise huir de él, pero no estoy acostumbrada a estas cosas, no sé cómo reaccionar y cómo dejarme llevar. Veo como se levanta y se dirige al fregadero a soltar sus platos.

- No vayas a lavarlos, yo lo hago ahora.- Le digo rápidamente adivinando sus intenciones.

- No te preocupes - se gira sonriendo. - No me cuesta nada.

Yo aprovecho para observarle. Su espalda es ancha, recuerdo que cuando lo rescataron del capitolio había perdido mucho peso, pero veo que está totalmente recuperado. De trabajar en la panadería supongo. Lleva unos vaqueros ajustados, y no puedo evitar que mi mirada se dirija hacia donde acaba la espalda. Me riño mentalmente por mi atrevimiento, pero no puedo evitarlo. Veo entonces como sus músculos se mueven, y ahora su espalda se gira y puedo observar su pecho cubierto por esa camiseta ajustada. ¡Un momento! ¿su pecho? Dirijo mi mirada hacia arriba y me encuentro con sus ojos. Me acaba de pillar totalmente ensimismada en su anatomía. Estoy empezando a ponerme colorada, muy muy colorada, puedo notar el calor que desprende mi cara.

- ¿Que estás mirando Katniss? - me pregunta con una mueca divertida en su cara.

- ¿Cómo? - yo me levanto y corriendo pongo las sillas en su sitio. Veo que Peeta sigue apoyado en el fregadero cruzado de brazos y con una mirada traviesa puesta en mí.

- Has oído lo que te he dicho, no voy a repetírtelo. - Me mira divertido y yo no sé si huir a mi habitación y encerrarme allí o echarlo de casa. Si casi no puedo ni mirarlo. Ahora empiezo a barrer la cocina. Debe pensar que estoy loca.

Lo que no leímosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora