Capítulo 20 : Origen

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Las palabras que el Origen le había dicho a Lori todavía retumbaban en su cabeza aun cuando trataba de ignorarlas. En aquel discurso le dio a entender la peste en la que se convirtieron los humanos destruyendo su propio hogar. Bill, no tenía mucho tiempo para decidir porque su única preocupación no lo dejaba en paz, su único motivo para seguir en ese juego era la integridad de Lori.

Vio imágenes en su cabeza de cuando estudiaba en la universidad, imágenes en que su propio padre le mostraba, muchos años antes, que la humanidad había explotado hasta el cansancio los recursos de su propio planeta, de cómo habían arrasado con millones y millones de hectáreas que pertenecían a otras especies por ignorancia, cometiendo el mismo error una y otra vez.

Se sentía mareado, con nauseas incontrolables y se daba cuenta que no eran diferentes a ninguna otra especie que había clasificado como inteligente, no eran superior a ninguna. Luchaba con sus recuerdos y oía la voz de su padre diciéndole lo importante de su labor como científico y como explorador en esta era. Lo importante que era rescatar especies en peligro para no cometer los errores del pasado.

Empuño sus manos hasta que sus nudillos se pusieron blancos y se le llenaron los ojos de lágrimas que no dejó que nadie viera, porque no quería aceptar la verdad que tenía delante y que era evidente, porque no quería reconocer que él mismo pertenecía a una de las peores especies que se habían descubierto.

Respiró hondo y cuando estuvo seguro que podía controlarse, se enderezó y se acercó a la luz que asemejaba una cabeza. La raíz que lo sostenía se había relajado y lo dejaba en libertad. El Origen sabía el efecto que había provocado.

Bill lo miraba con desprecio, se acercó a Lori e intentó asegurarse que el Origen todavía estuviera dentro de su cabeza para hablarle.

—¿Eres tú? –dijo y esperó.

—Eso creo –respondió angustiada.

—Supongo que todo lo que diga esa cosa podrá escucharlo a través tuyo.

—Todo lo que digas –agregó Ann, ganándose una mirada de odio.

—Escucha, voy a sacarlos. A todos –dijo e hizo una pausa como si dudara de su propio juicio—. Podría hacerlo, pero debo asegurarme que Lori estará sana para entonces. Sin eso no hay trato, no importa quien muera.

—Bill no lo hag... —balbuceó Lori interrumpiéndose producto del dolor que no la dejaba continuar.

—Si le haces daño, no hay trato. Si nos demoras, no hay trato y si Ann no le quita lo que pusiste en su cabeza antes de subir a la nave tampoco hay trato. Lo tomas o lo dejas.

Mientras, Ann miraba a Bill, sorprendida por su determinación. No había esperado una respuesta como esa después de verlo dudar tantas veces desde que lo conoció. De a poco su cerebro se había adaptado a las escasas condiciones humanas que tenía presentes, aunque eso le había bastado para aprender lo básico. Bill se lo había dicho, que había cosas tan o más importantes que la propia supervivencia aun cuando no estaba seguro si se lo habían dicho o lo había interpretado. Estaba confundida y sentía cada vez más lejano a ese ser que le había dado la vida, a aquel que la dejó sin raíces y sin una procedencia clara. Se sentía atraída por su lado humano y confusa de que le hubieran otorgado ese don.

Después de la conversación de Bill con el origen, las dos jóvenes se sentaron en el suelo, Ann ayudó a Lori que estaba cansada y se apoyaron en la roca fría a su espalda, mientras, es sus rostros resplandecía el fulgor del Origen, parecían de la misma especie.

Y así el Origen logro relajarse después de mucho tiempo desde que había llegado a este planeta, sabiendo que por fin su especie podría perdurar en otro lugar, ya que, él ya no era capaz de abandonarlo. Toda esa vida que lo hacía parecer vigoroso pertenecía a la montaña que lo cobijaba y que al mismo tiempo lo había vuelto su prisionero. Ahora por fin pudo crear a Ann y con ella la esperanza de esparcir su progenie. Una sola oportunidad se había presentado, una sola manera de mezclarse con humanos de los que poco había oído hablar antes y eso lo hizo recordar sus inicios en este lugar.

De entre todos los suyos que poco a poco se fueron extinguiendo y se desvanecieron, solo algunos fueron capaces de ocultarse bajo la montaña encontrando agua para poder soportar más.

En la superficie algunos lograron mezclarse con la vegetación haciéndola prosperar hasta que el clima se los permitió. Hasta que las condiciones de este planeta inestable les dio la posibilidad de respirar este aire infernal.

Y estas criaturas fueron capaces de mutar convirtiendo en un títere a su huésped, viviendo a expensas de él y causándole la muerte en poco tiempo, hasta que encontraron en esos antiguos arboles la fuente de energía casi inagotable que los mantuvo con vida, pero que poco a poco los volvió rígidos e inmóviles. Gracias a sus conocimientos e inteligencia al trabajar unidos como colonia, pudieron poco a poco modificar ciertas estructuras de plantas que mediante generaciones se habían hecho más flexibles y que llegado un punto se mezclaron con materiales muy diferentes a los propios pudiendo crear por fin un descendiente con la capacidad de marcharse de la trampa que los había mantenido con vida.

Así fue creada Ann, como la única forma de escape, como la única esperanza para seguir con ese legado antiguo y salvaje, lejos de la extinción a la que estaban condenados. Un final irremediable que la tierra en donde crecían les tenía preparado después de tanto tiempo, para no dejar ni un solo rastro de lo que había habitado alguna vez aquí.

Y estaba ahora frente a estos dos, únicos y hostiles, intentando negociar por sus vidas cada uno a su manera. Tratando que Ann siguiera al pie de la letra las instrucciones y no dejara que su lado humano sucumbiera al sentimentalismo desmedido de esa raza, observándola porque que era lo único que le quedaba por hacer. Y sentía miedo de encontrarse allí, miedo de no tener otra oportunidad, miedo de que la montaña cobrase venganza antes de salir, miedo de jamás lograr abordar esa nave que lo mantendría con vida aun cuando ya estuviera muerto. Miedo de que Ann, quien era la única que podría salvarlo, no pudiera o no quisiera perdurar en el tiempo.

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