Capítulo 12: El viaje

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Cuatro días antes

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Cuatro días antes


Observaron a su alrededor sin lograr distinguir nada extraño.

—Quizá es el viento –dijo Lori.

A medida que pasaba el tiempo se ponía de mal humor porque no le gustaba lo impredecible y ya estaba nerviosa de esperar, Bill era tan impulsivo que ni intentaba convencerlo que desistiera, lo conocía demasiado bien.

—Estoy convencido que... —dijo, se quedó pensativo y de pronto escucho detrás un golpe seco. Era Lori desplomándose.

***

Lori se desmayó sin alcanzar a darse cuenta qué le sucedía, y sin saber si fue el fluido que brotó de la raíz lo que entró por su traje cuando se le rompió el guante.

Muy a lo lejos escuchaba los gritos de Bill que la llamaba e intentaba reanimarla, pero su cuerpo se había convertido en una estructura rígida y a la vez consciente, mientras se hacía más lejana la voz de su compañero hasta desaparecer por completo.

Lento, como si fuera un sueño, un extraño resplandor se acercó a su cuerpo y la atemorizó. Pensó que se trataba de la criatura que Bill había visto en la montaña, pero la luz no era lo suficientemente clara para poder distinguir de que se trataba, y saber la forma real de lo que se le acercaba.

Cuando por fin pudo advertir formas a su alrededor, vio que se encontraba atada por múltiples raíces que la aplastaban y asfixiaban mientras la comprimían contra una roca. Seguía con los ojos abiertos cuando trataron de separarla del casco con mucha habilidad. Gritó y se opuso inmersa en la penumbra, aun cuando su cuerpo no dejaba la rigidez, y aun cuando los músculos de su cara y garganta los sentía blandos, y pensaba que lograría al menos repeler a la cosa con sus alaridos. Intentó también forcejear en vano, mientras sus botas eran arrastradas y despojadas de sus pies, y el traje completo empujado hacia abajo sin que pudiera hacer nada más que mover los ojos y abrirlos con pavor. No podía gritar y aunque hubiera podido hacerlo no sabía dónde estaba ni que tan lejos se encontraba de Bill para que llegara a tiempo.

Trató moverse una vez más para impedir que le robaran lo único que la podría mantener con vida, pero solo logró vislumbrar a las raíces que con agilidad le arrebataban el traje. No entendía el tipo de criatura que le robaba sus capas con tanta amabilidad para luego devorarla sin piedad.

Quiso contener la respiración cuando por fin el casco se separó de su cuerpo, aunque era una jugada traicionera de su cerebro porque era mejor morir asfixiada que despedazada. Retuvo el aire en sus pulmones con dificultad y luego lo expulsó con desespero pensando que inhalaría los gases tóxicos, mientras una raíz se introducía por su boca justo cuando no le quedaba más remedio que tomar una bocanada de aire y veneno que llegaba hasta sus pulmones. Se extendió dentro suyo una membrana que daba paso a aire fresco, o al menos es lo que Lori pudo sentir justo cuando más lo necesitaba y cuando no le quedaba otra opción;  era extraño, incómodo y satisfactorio, a su vez, la inmovilizaba y le provocaba dolor al más mínimo movimiento que por suerte no podía hacer.

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