Capítulo 22 : Regreso parte II

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Después de bajar por fin a la planicie, Lori estaba débil y al borde de la inconciencia. Debieron asistirla para que se sentara, mientras, Bill la abofeteaba con suavidad para que reaccionara. La sentía cada vez más lejana.

Dudaba si ir por un tanque de oxigeno o apurarse en sacarla de la cueva para llegar pronto a la nave y salir del planeta, no se concentraba. Mientras pensaba, forzaba a Ann para que le suministrara más oxígeno y la obligó a permanecer a su lado, inmóvil. Sus intenciones eran salir a explorar para ver qué tan lejos se encontraba la nave, analizar las condiciones atmosféricas y luego tomar una decisión definitiva.

Después de dejarlas en paz, caminó hacia la salida, hacia esa luz que ya le parecía familiar y que se hacía cada vez más brillante y Ann lo perdió de vista. Se encontraba descansando, oxigenando al máximo a Lori con el único propósito de ser libre algún día, no había perdido las esperanzas ni un poco. Miró a Lori intentando comprender ese sentimiento protector que Bill tenía hacia ella y sintiéndose fascinada con cada descubrimiento. Volvió a mirar en la dirección en que Bill se había ido, pero ya no estaba. Y deseo que él la protegiera también, deseo ser aquella chica que se encontraba a su lado por lo menos por una vez, cerró los ojos e imagino otra realidad.

Bill caminaba despacio, con cautela, apoyado en la roca se enceguecía por fin con la luz del día que lo esperaba afuera, sintiéndose por un segundo que había triunfado, aliviado de dejar la oscuridad. Entrecerró los ojos para enfocar mejor y salió al exterior. Con la poca batería que le quedaba en su traje logro descifrar que las condiciones atmosféricas se mantenían estables y que no había rastros de una posible tormenta, así que se tranquilizó aún más. Lleno sus pulmones de aire y pensó en lo que debería hacer ahora. Se dio vuelta para ver a su amiga, pero a lo lejos solo puedo distinguir a Ann, que lo hizo reflexionar en lo mucho que hasta ahora ella se había preocupado por Lori y se enterneció, pero recapacitó al instante, retándose por haber sentido algo de ternura o compasión por esa criatura que solo le trajo problemas, no pensaba mostrarse débil aun cuando dudaba de lo que sería correcto hacer. Aun cuando pensaba, en un pequeño espacio en su consciencia en salvar al Origen, en que él también era una víctima y que su deber era protegerlo, pero no podía permitirse sucumbir ante esa reflexión, por que los había manipulado y los había llevado al extremo, introduciendo su plaga dentro de ellos.

Miró al suelo y decidió avanzar, determinado a ocultar cualquier debilidad, con las manos empuñadas, en dirección a Lori para darles a conocer la mejor opción en ese escenario. Se acercó a las dos y les tendió la mano una a una para que se pusieran de pie. Lori había recobrado fuerzas y su tono de piel parecía normal. Respiraba con algunas dificultades, pero podía reanudar el viaje y caminar a una velocidad moderada, parecía fuera de peligro.

—Ya es hora —le dijo Bill a la vez que rodeaba su cintura con el brazo para que no se esforzara al caminar—. Solo un último aliento y esta pesadilla acabará, estamos casi afuera de la montaña.

Ann continuaba en silencio mirando la tierna escena, intentaba disimular sus celos al mismo tiempo que ocultaba su miedo al aventurarse a un destino desconocido. Cogió a Lori del brazo y caminaron lento los tres, sincronizándose para que la caminata se hiciera ligera y que sus pies no tocaran el suelo pedregoso, arrastrándola a duras penas por el pasadizo.

Ella agradecía el gesto mientras intentaba mantenerse en calma para que el poco oxigeno que lograba entrar a sus pulmones hicieran el efecto correcto y para que el terror que sentía no le impidiera pensar con claridad y tomar la decisión que hace mucho rondaba su cabeza. Cerró los ojos y se concentró en cada respiración, entretanto, sentía la brisa fresca en la cara que no solo le proporcionaba frescura sino también esperanza.

Cuando por fin estuvieron afuera Bill la soltó y se encaminó hacia la derecha de la salida. Estudió el sector y cuál sería la mejor opción para seguir. Miró y analizó a su alrededor, optando por las grandes rocas que parecían firmes y que darían estabilidad al descenso de Lori, además permitirían que Ann se mantuviera cerca.

Se dio la vuelta y les dio instrucciones asegurándose que Lori entendiera con claridad lo que les decía y luego sujetó su mano para guiarla por las rocas planas bajo sus pies. Comenzaron a bajar, paso a paso, muy lento, con cuidado de no resbalar. Con precaución, sostenían sus manos sin perderse de vista y ayudaban a Lori a no golpearse.

A ratos perdían el camino y Bill las abandonaba para mirar hacia abajo, otras, debían devolverse y rodear la montaña para encontrar uno nuevo, perdiendo tiempo valioso. Mientras tanto Lori se tomaba un respiro y llenaba sus pulmones lo más que podía, sin sentirse satisfecha del todo, siempre con esa presión en el pecho que la hacía recordar que podía morir al minuto siguiente y que no estaría sola en el viaje.

Por eso casi al llegar, comenzó a inquietarse y rehusaba poner el pie en la última piedra. Bill la tiraba de la mano, aun cuando ella se resistía, hasta que la hizo caer de rodillas, mientras, Ann se apresuraba a hacerle compañía. Bajó la cabeza y se llevó las manos a la cara.

—No puedo seguir —susurró, aunque Bill no pudo oírla. Se agachó para estar a su altura y acercó su cara a la de Lori—. No es posible salir de aquí.

—¿Te ha dicho eso? ¿Ese maldito te lo ha dicho?— dijo Bill levantando la cabeza y mirando furioso a Ann.

—No se ha comunicado conmigo durante todo el viaje, yo no sé nada —reclamó Ann, antes que Bill siguiera regañándole.

Se arrodilló otra vez para mirar a Lori y la vio con los ojos llenos de lágrimas, enrojecidos. Se acercó con ternura para acariciarla.

—Ahora dime —dijo— que es lo que te ha dicho.

—No me dijo nada, pero se lo que va a ocurrir conmigo. Él está en mi cabeza y no va a salir de ahí. Ni ella, ni nadie puede ayudarme. Siento como crece dentro.

—¿Es una broma verdad?

—No puedes sacarme de aquí, Bill.

Él no dijo nada, se puso de pie y cogió otra vez a Lori del brazo y la puso junto a él. Rodeó su cintura sin mirarla y le dijo:

—Vamos, ya es tiempo. No queda mucho para llegar.

Nadie quiso contradecirlo y siguieron sus instrucciones sin decir ni una palabra. Avanzaron con cautela para no tropezar con las piedras y las raíces que en este puto comenzaban a manifestarse debido al bosque. Y a lo lejos, en ese mar de raíces, pudieron ver donde terminaba el final del viaje.

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