Capítulo 2: Miedo

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Lori sudaba y no quería ponerse el casco otra vez, la experiencia del aterrizaje la dejó exhausta

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Lori sudaba y no quería ponerse el casco otra vez, la experiencia del aterrizaje la dejó exhausta.

—¿Estas bien? –dijo Bill mientras tomaba el mentón de su amiga y la obligaba a mirarlo a los ojos.

—No. Tendrás que ir tu solo.

—No te dejaré aquí ni un minuto sola.

Bill suspiró agotado, entretanto, Lori miraba hacia el suelo resignada porque lo que le dijo era verdad, que no la dejaría.

Con dos años de diferencia, se conocieron cuando Lori tenía doce y el diez y ya habían pasado quince años desde ese día. Bill era intrépido, estaba acostumbrado a salir y explorar lugares extraños; lo hizo siempre con su padre mientras ella se quedaba en tierra, en compañía de su madre, hasta que tuvo la edad suficiente para meterse en un laboratorio. Siempre más temerosa y desconfiada, solo abordaba una nave si el destino era un lugar con suficiente oxígeno para no preocuparse; evitaba a toda costa acompañarlos mientras sus padres estuvieron vivos, pero cuando estos murieron, tomó un lugar en las expediciones por que sintió que debía retribuir el cariño y la dedicación que su padre había puesto en ella.

Lori respiró hondo y dijo:

—Lo haré, no puedo impedir que termines el trabajo, ya estoy aquí y voy a hacerlo.

—Podremos volver después.

—No lo haremos, lo sabes, solo tenemos esta oportunidad. Gal Corp. jamás nos permitirá volver aquí otra vez y dará por terminada la investigación.

A pesar de lo difícil de la situación, ella estaba dispuesta a salir a la superficie, porque los intereses sobre el planeta eran muchos más importantes que su miedo.

Bill la miró durante un rato, porque no quería exponerla a un ataque de pánico otra vez. Ese era un riesgo innecesario y demasiado peligroso, sobretodo en un planeta extraño. Estaba a punto de desistir con la misión cuando vio pasar por delante suyo a Lori con el casco puesto y su maleta, cuando la tomó del brazo antes que  pudiera accionar la palanca de la puerta.

—No es necesario –dijo, e intentó detenerla.

—Déjalo ya, para esto hemos trabajo duro ¿No? Toda una vida arruinada por una histérica y cobarde compañera. Por supuesto que no lo permitiré. ¡Hagamos esto de una vez!

Sorprendido, no dudó en seguirla. Sabía que en el fondo estaba aterrada pero no la culpaba, él también lo estaba.

La tomó de la mano y respiró dentro de su traje lo más que pudo. Ya les había costado muchos años de investigación llegar hasta aquí, además de varias sondas de exploración destrozadas por la corrosión y por las temperaturas insostenibles para un humano.  Este tenía que ser el momento.

Caminaron con paso firme apenas se abrió la compuerta, y apretaron sus manos entrelazadas. Lori se contuvo de emitir cualquiera comentario, y solo se limitó a controlar su respiración para no entrar en pánico esta vez. Cerró los ojos y avanzó, dejándose guiar por Bill.  Sintió con claridad como su respiración se aceleraba  de nuevo, y por eso pensó en otro lugar y en otras circunstancias mucho más placenteras que esta, para distraerse. Se dejó guiar por su compañero ademas de evitar  tropezar, y cuando sintió que cambiaba la luminosidad, abrió los ojos y se maravilló con el espectáculo que tenía ante sí.

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