Ann lo observó de reojo porque no se atrevía a mirarlo a la cara. Sentía miedo por partida doble, miedo de que Bill ya no confiara en ella y miedo que el Origen, que ya sabía todo lo que pasaba en la habitación, se hiciera presente y la matara.
Él miraba a Lori, que aún no despegaba su cabeza del enorme capullo que la mantenía inmóvil, al menos hasta los hombros, y le tomaba las manos para tranquilizarla. Tranquilidad que no lograba transmitir.
Con un hilo de voz, Ann le dijo:
—Déjame intentarlo de todas formas, no pensarás dejarla así. Sabes que el Origen puede irrumpir en cualquier momento. No sacas nada con enojarte conmigo, porque no fui yo quien la dejó en ese estado. —Respiró hondo y aumentó el volumen de su voz—. No es mi culpa lo que ha pasado, yo no lo provoqué, solo he intentado ayudar y he cumplido mi promesa hasta ahora. Tú solo me has tratado mal. Podría dejarla aquí si quisiera y dejar que el Origen los mate a los dos, pero he aprendido de ti que hay cosas que se respetan, y esa promesa que hicimos es una de ellas. Se todo lo que pasa con ella, lo que siente, lo que ve y lo que escucha. Deja que termine el trabajo.
La miró sorprendido por su seguridad en el discurso y sobre todo por el tono de voz que usaba. No esperaba una contestación así después de haberla agredido, después de haberse dado por vencido.
Soltó a Lori y dejó que se acercara Ann otra vez, sin decir nada. Dejó que pusiera sus manos sobre la cabeza y vio como de a poco empezaba recobrar la movilidad perdida en el resto del cuerpo. Su mirada reflejaba miedo, porque no sabía lo que estaba sintiendo su amiga, pero a juzgar por sus movimientos dedujo que era dolor, retorciéndose en el capullo y tomándose la cabeza con ambas manos. No podía gritar, porque se lo impedía la membrana tubular, aunque con desesperación intentaba quitársela sacudiendo la cabeza para ambos lados.
—Mantenla quieta, que no corte el suministro de oxígeno.
Bill le hizo caso y le sujetó las manos.
—Debes tranquilizarte. Esto no ha terminado, este aire es muy toxico para ti.
—Esto te va a doler, lo siento –dijo Ann, mirando a Lori— necesito que te quedes quieta. Se lo que sientes y se cuánto va a doler.
Acto seguido, un crujido parecido al pisar de hojas secas se oyó en la habitación, y Lori emitió un gemido de dolor que a Bill le puso los pelos de punta. Todavía tenía en sus vías respiratorias el tubo que no le permitían gritar como hubiera querido.
Con fuerza, la enderezó y la dejó sentada. Despegó su cuerpo desnudo de las membranas dejando algunas heridas en su espalda y por fin la liberó del capullo.
—No la sueltes, debo transformar el tubo.
Con una mano la afirmó y con la otra transportó pequeñas hebras de una fina membrana, a la nariz de Lori, que se transformaron y retorcieron ingresando por sus fosas nasales, creando una máscara que le impedía el paso de los gases desde el exterior. El proceso debió ser desagradable porque sentía que se desmayaba y sus ojos se enrojecieron mientras daba pequeños espasmos, sintiendo asco.
Cuando por fin acabó, Ann extrajo el tubo de su garganta que media aproximadamente un metro y que iba directo a sus pulmones proporcionándole aire, y que ahora reemplazaba por dos conductos suaves y delgados que ingresaban por la nariz y le otorgaban una manera más natural de respirar. Una vez que reemplazó el tubo se dispuso a conectarlas a su cuerpo.
—¡Por qué haces eso! –dijo Bill mientras le soltaba los brazos a Lori y la tomaba por la cintura para asistirla, sin dejar de mirar a Ann, y lo que trataba de hacer.
—¿Plantas? ¿Fotosíntesis? ¿Te suena? –dijo inyectándose los conductos en uno de sus brazos—. Puedo proporcionarle el oxígeno que necesite hasta llegar a la nave.
Este movimiento inteligente de Ann, Bill no lo había pensado. Estar unida a Lori de una forma física le daba oportunidad de asegurar que la protegiera a ella con la excusa de salvarle la vida, además de asegurar un cupo en la nave que los llevaría de regreso.
Lori estaba muy débil y no podía hablar con normalidad. Tenía el aparato respiratorio lastimado, incluidos la lengua y las cuerdas vocales así que solo emitía suaves sonidos. La movilidad de su cuerpo se había reducido, aunque por suerte no demoraría en recobrarla. Por ahora, debían apurarse en salir antes que el Origen llegara o saliera de su escondite.
Tenían dos alternativas, regresar por donde habían venido, que era un trayecto largo y tal vez Lori no podría soportarlo; o, encontrar una salida más directa que los pusiera pronto a salvo, pero que de todos modos podría demorar.
Recordaron la enorme bóveda peligrosa, con sus raíces escalando al cielo y se preguntaron si acaso ya habrían logrado llegar hasta allí.
Por otra parte, se dieron cuenta que dentro de la cueva hacia frio y la humedad no ayudaba. No era un ambiente apto para un humano en las condiciones de Lori sin una indumentaria que la protegiera de estos factores hostiles, así que habría que actuar rápido.
—Hay que abrigarla, con esta temperatura no soportara el viaje de vuelta –dijo Bill, mientras buscaba el traje de Lori en la sala de roca. Buscó en todos los rincones y no encontró nada.
Los trajes que acostumbraban utilizar contaban con un sistema para regular la temperatura corporal por lo que no necesitaban llevar ropa debajo. Para suerte de Lori, Bill era friolento y siempre llevaba ropa extra, que se la ofreció para protegerla.
Se quitó el traje con miedo por si el Origen aparecía y los descubría, y se despegó el casco con cuidado para no respirar aire venenoso. El traje era de un material flexible y aislante, a prueba de fuego, conectado a un tanque de oxígeno adherido en la espalda que no molestaba. Lo dejó a un costado y se quitó la ropa que traía abajo para pasárselas a Ann, que ayudaría a Lori a vestirse.
Cuando quedó en calzoncillos se le erizó la piel porque la habitación estaba muy fría y su cuerpo muy caliente. Vio a Lori acurrucada en el capullo, congelada, tratando de ponerse la ropa con dificultad mientras Ann le ayudaba y la protegía. La ropa le quedaba holgada y le dobló los pantalones en la parte superior para que no se le cayeran, además de acomodarle la camiseta y ponerle los calcetines de Bill, que por suerte le llegaba a la rodilla, otorgándole un abrigo extra. Ann le cedió los zapatos y la chaqueta, y en ese momento Bill tomó en cuenta el detalle al que no le había dado importancia antes. La ropa de Lori siempre la tuvo Ann, cuando la encontró, por eso solo estaba el casco en el lugar. Se sintió irritado y pensó que debió haber sido ella quien cediera su ropa, y no él.
Ya no importaba mucho de todas formas, estaba hecho, y ahora podían seguir el camino de vuelta antes que los siguieran o los detuvieran.
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Renacer
Science FictionLuego de aterrizar en un inexplorado planeta, en donde nunca debió haber vida, Bill y Lori enfrentan una misteriosa desaparición que los llevará a encontrarse con un ser olvidado. Acostumbrados a encontrar inteligencia inferior, ahora sentirán en c...