Elizabeth respiró profundamente dejando escapar más lágrimas mientras ponía toda su ropa en la maleta. Se había prometido ser fuerte y valiente mientras pedía un taxi que la llevara de vuelta al hotel pero, todas sus defensas se vinieron abajo cuando entró en aquella habitación, llenándola de recuerdos; dulces y dolorosos recuerdos.
Una vez que se había despedido de Faviolo y lo había visto ingresar nuevamente en la fiesta, ella se había quedado fuera un instante más con la esperanza de que Damon saliera en su busca y le confesara todo aquello que quería oír pero, había esperado en vano. No había salido y ella había comprendido en ese momento que todo se había terminado. Que él ya no la necesitaba. Que no la quería...
Rio sarcásticamente.
La verdad es que nunca la había querido. Bueno, sí, la había querido en su cama. Nada de amor, nada de sentimientos, nada de nada. Lo único que había querido de ella había sido sexo. Y lo había conseguido.
Ahora entendía las palabras que algunas veces lo había oído decir por teléfono: "Todo lo que quiero, lo obtengo. De alguna u otra manera."
"¡Que ciega he sido!"
Se limpió las lágrimas con pesar. Si no hubiera hecho caso a su corazón, en ese momento no estaría haciendo la maleta ni llorando por causa de sus errores. Estaría en su casa sentada en el sofá desgastado viendo la tele en blanco y negro que tenía o, sentada detrás de su escritorio trabajando para aquel hombre.
Maldito fuera. Lo odiaba tanto. Aunque fuera mentira, en esos momentos necesitaba odiarlo para que su corazón no doliese tanto.
Se paró en medio de la habitación y observó su alrededor; muebles importados, una cama enorme y las sábanas de seda, y en ese momento se dio cuenta que había perdido desde el principio, sin ella saberlo. Ése no era su mundo ni el hombre que había proporcionado todo. No encajaba y nunca podría hacerlo porque sencillamente ellos no estaban hechos el uno para el otro. Se había equivocado tanto. Había soñado quimeras, todo era fruto de ellas.
Soltó un suspiro mientras se limpiaba nuevas lágrimas de sus mejillas.
Todo había acabado pero aún tenía una vida por delante y un único camino que escoger. Se encaminó hasta la mesa de noche donde sacó una libreta y un bolígrafo de un cajón. Se sentó en la cama y cerró los ojos mientras se daba un poco de tiempo para recuperar un poco las fuerzas. De repente se sentía tan débil y no pudo evitar abrirle la puerta a los recuerdos.
Damon mirándola con deseo, besándola, haciéndole el amor, poniéndose celoso... Cuando descubrió que lo amaba y cuando se dio por vencida. Abrió los ojos y sonrió con tristeza cuando dijo:
-Al parecer me di por vencida, mamá. Pero creo que si no pudo ser es porque no tenía que ser.
Miró la libreta durante un segundo y por fin escribió. Cuando terminó cogió su maleta dejando la nota en la cama y se marchó.
"¿Por qué tenía que pasar todo aquello? ¿Por qué?", se preguntó Damon mientras se tomaba la cuarta copa de vino.
Estaba sentado en el taburete de la barra desahogando las penas. Después del episodio anterior entre Elizabeth, Faviolo, Antonieta y él, se había sentido tan furioso consigo mismo al ver el daño que le había ocasionado a Elizabeth al besar a la modelo frente a ella y cuando la había perdido de vista se había alejado de Antonieta y la había mandado al demonio al ver que ésta lo seguía.
¡Theos!
De un momento a otro todo se volvía en su contra. Amaba a Elizabeth pero ella se había ido con Faviolo. Lo había elegido a su nuevo amigo en vez de a él. Se tomó de un trago el contenido de su copa.
ESTÁS LEYENDO
Un Amor Imprevisto(En Edición)
RomanceDamon Andreus Thalassinos era un hombre poderoso que creía con arrogancia que todo tenía un precio, incluido las personas. Solo sabía que tenía que desear algo y con su poder y dinero lo tendría pero no contaba con conocer a Elizabeth Miller. Una mu...