Todo el lugar estaba a rebosar de gente. Magnates, accionistas, gente del espectáculo, periodistas...
"Parece la inauguración de Nueva York", pensó Elizabeth sentada en una silla cruzada de brazos y mirando a toda esa gente paseando a su alrededor, bebiendo vino y comiendo canapés.
Había pasado una hora desde que había empezado todo aquello. Una hora desde que Damon se había despedido de ella con un "hasta luego" y se había marchado entre la gente.
La mujer que organizaba todo, lo tenía todo controlado y sin ningún fallo técnico. Nadie parecía necesitar su ayuda.
Se levantó de la silla cansada de esperar alguna tarea u orden. Se encaminó hacia la mesa donde servían los aperitivos. Un camarero vestido de camisa blanca, pantalones y chaqueta negra se paseó a su alrededor y sin pensarlo dos veces cogió una copa de vino.
Al segundo sintió como el delicioso líquido recorría por sus venas, haciéndole cosquillas en la barriga. Aceptó un canapé de un camarero de la mesa y siguió caminando por el lugar.
Todo el mundo reía, charlaba, sonreía, bebía, comía... Parecía que no les preocupaba nada en la vida, tan solo divertirse.
Tan sólo pensar en la suerte que tenían, Elizabeth sintió envidia. Ella quería ser como uno de ellos. No sólo por tener dinero y vida social porque eso era lo que menos le importaba. Lo que ella envidiaba de ellos era los pocos problemas emocionales que parecían no tener.
No se complicaban a la hora de decidir entre el amor o su futuro. No, porque ellos no tenían tiempo para pensar en esas cursilerías de adolescentes. Ellos tenían cosas más importantes en qué pensar como en el dinero que ingresaban en su cuenta bancaria a cada hora.
Sonrió con amargura. La verdad es que tampoco quería ser como ellos.
Bebió un poco más de su copa de vino y siguió caminando hasta llegar a una fuente de agua en una esquina apartada de todo el mundo.
Se concentró en aquella fuente, más que nada para distraerse de algo y no seguir pensando en las mil y una cosas que tenía que hacer después de alejarse de Damon. Pero le era imposible.
No quería alejarse de él aunque se lo hubiese exigido su mente. Quería hacerle caso a su corazón pero tenía miedo... Miedo a ser rechazada y humillada.
Sacudió la cabeza apartando aquellos pensamientos que no venían al caso y bebió un poco más de su vino.
Al girar de dirección, su cuerpo chocó con un enorme y fuerte cuerpo masculino.
-Mi scusi, signorina-se disculpó aquel hombre trajeado de negro.
Elizabeth lo miró avergonzada y se separó de él sonrojada.
-No, fue mi culpa. Perdone-dijo algo nerviosa.
El hombre sonrió abiertamente.
-No se preocupe, signorina-dijo con una mezcla de acentos.
Elizabeth lo miró fijamente y se dio cuenta de los rasgos de aquel hombre. Posiblemente contaba con unos dos metros de altura, unos abdominales increíbles debajo de aquel traje negro impecable, ojos verdes claros, pelo corto y rubio y un rostro exquisitamente esculpido.
-Soy Faviolo Icherri-se presentó tomándole la mano y besándosela.
-Mi nombre es Elizabeth-respondió al cabo de unos segundos, sonrojada hasta las orejas-. Elizabeth Miller.
-Hermoso nombre para una hermosa signorina-piropeó con una sonrisa agradable.
Elizabeth le devolvió la sonrisa más por compromiso y educación que por otra cosa.
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Un Amor Imprevisto(En Edición)
RomansaDamon Andreus Thalassinos era un hombre poderoso que creía con arrogancia que todo tenía un precio, incluido las personas. Solo sabía que tenía que desear algo y con su poder y dinero lo tendría pero no contaba con conocer a Elizabeth Miller. Una mu...