Capítulo 23

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Había oscurecido cuando Damon abrió los ojos e hizo una mueca de dolor. Le dolía todo; la cabeza, los brazos, las manos y la cara. Sentía como si le hubiera atropellado un camión. Al querer mover las manos, un peso en la mano derecha le impidió moverla por lo que buscó la causa de ese impedimento y al ver lo que era, su mente retrocedió en el tiempo y recordó todo lo ocurrido horas atrás. Cerró los ojos con dolor e impotencia.

Elizabeth se encontraba dormida en una silla con su cabeza apoyada en su mano y no parecía que estuviera cómoda. Volvió a abrir los ojos y la miró nuevamente. Regresaron los recuerdos y con ello otro dolor, el de su corazón.

No entendía qué hacía Elizabeth ahí después de todo lo que él le había hecho pero no podía dejar que ella volviera a sufrir y para ello no tenía más remedio que volver a la realidad.

-Elizabeth, despierta-dijo Damon mientras que con la mano izquierda le apartaba el cabello de la cara.

Elizabeth abrió los ojos desorientada y al mirar a Damon abrió los ojos sorprendida.

-Damon, has despertado.

-Sí. He intentado estirarme un poco pero resulta que estás apoyada sobre mi mano.

Elizabeth se sonrojó y se apartó rápidamente.

-Oh, perdona. Me quedé dormida sin darme cuenta. ¿Te encuentras bien? ¿Te duele algo? Puedo ir a por un calmante.

Elizabeth estaba ya lista para salir por la puerta mientras Damon se incorporaba en la cama.

-Espera, Elizabeth. Estoy bien, no te preocupes.

Elizabeth se paró un poco y se volvió hacia él.

-¿Realmente te encuentras bien?

-Sí, solo algunos dolores y un poco de entumecimiento pero ya pasará.

-Bien-dijo Elizabeth asintiendo.

-¿Dana y Anthea?

-Han estado limpiando y ordenando el salón. Después han hecho algo de comer y se han ido. Han dicho que te llamarán mañana por la mañana para ver cómo te encuentras.

Damon asintió.

-Está bien. Y ¿tú? ¿Por qué has venido, Elizabeth?

Elizabeth soltó un suspiro de nerviosismo.

-Bueno, he venido a ver cómo estabas. Anthea me llamó y me contó lo que había pasado y quise saber de ti.

-Después de lo que te hice, ¿te preocupas por mí?-preguntó Damon con tristeza.

Elizabeth se acercó a la cama y se sentó en el filo, luego cogió la mano de Damon.

-Damon, pase lo que pase, siempre me preocuparé por ti.

-Pero esta no es una situación cualquiera de la que se pueda pasar u olvidar.

-No estoy diciendo que pasemos de ella o la olvidemos. Solo digo que podemos hablarlo para así poder solucionarlo.

-¿Crees que un violador merece redención?-preguntó Damon quitando su mano de la de Elizabeth.

-¡Tú no eres un violador!–exclamó Elizabeth con enfado-. Y creo que cualquier persona merece redimirse. Todos somos seres humanos y cometemos errores. Tú no eres el único o el último que cometa un error similar.

Un Amor Imprevisto(En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora