Elizabeth se levantó al escuchar el timbre de la puerta. Restregándose los ojos se encaminó a ella y cuando la abrió se encontró con un gran ramo de rosas rojas.
-Pero, ¿qué...?
-Si es tan amable, señorita-dijo el repartidor al mostrarle una libreta.
-Sí, por supuesto-dijo aún sorprendida y firmó-. Gracias.
Cogió el ramo que le entregó el señor y cerró la puerta despacio cuando éste se fue. Caminó hacia la sala sin quitar la mirada de todas aquellas hermosas rosas. No cabía en sí de la sorpresa y del gusto. Se sentó en el sofá e inspiró el aroma de las rosas y ahí vio la tarjeta que tenía escondida. Posó el ramo en su regazo y cogió la tarjeta. Durante unos segundos se la quedó mirando mientras indecisa de mordía el labio. No estaba segura de saber de quién era porque si era de Scott no se sentiría tan complacida como quisiera y no podría evitar el sentimiento de culpa que acompañaría aceptar su regalo ya que sabía que no sentía nada por él pero, si las rosas eran de Damon...
-Imposible. Él nunca me enviaría rosas-replicó y decidida abrió el sobre y estupefacta leyó: "Para la rosa de mi corazón. Perdóname, Liza. Damon."
Elizabeth leyó una y otra vez aquellas palabras y no pudo evitar soltar un suspiro a la vez que unas lágrimas. Cerró los ojos y se llevó la tarjeta cerca del corazón.
-Damon-susurró-. ¿Por qué no puedo dejar de amarte? Por mucho que me diga que puedo cambiarte, que mi amor puede cambiarte, no puedo evitar ver esa realidad donde disfrutas algunos momentos conmigo y después te veo en brazos de otra. ¿Será siempre así? ¿Dolerá eternamente o podré apaciguarlo con el tiempo? ¿Qué hacer cuando no quiero hacer nada que solamente ir a tus brazos y rendirme por fin? ¿Qué hacer si no puedo olvidarte?
Abrió los ojos al escuchar el sonido del teléfono. Se secó las lágrimas y respiró profundamente al coger el teléfono.
-¿Sí?
-Hola, buenos días, Elizabeth.
-Oh, hola, Scott.
-Te llamaba porque tengo unas entradas para un concierto y quería que me acompañaras.
Elizabeth tragó saliva y miró la tarjeta y las rosas en su regazo.
-Yo... yo...
-¿Ocurre algo? Si no te encuentras bien lo dejamos para otro día. No me importa-se apresuró a decir Scott.
Elizabeth miró fijamente las rosas durante unos segundos que fueron eternos y cuando cerró los ojos recordó a Antonieta en brazos de Damon. Con una exhalación de dolor respondió:
-No, me encuentro bien. Me encantaría ir contigo al concierto, Scott.
-Genial. Entonces te paso a recoger. Hasta esta noche.
-Hasta esta noche-dijo con voz temblorosa y colgó. Miró nuevamente las rosas y las aspiró-. Tengo que intentar sacarte de mi corazón aunque todo en mí proteste por ello. Pero, Dios mío, ya no sé qué es lo que está bien o no. Perdí mi rumbo junto con mi corazón y mis sueños.
No pudo evitar besar las palabras de aquella tarjeta y volver a inspirar el olor de las rosas.
-¿Estás disfrutando?-preguntó Scott muy cerca del oído de Elizabeth. Ésta asintió mientras seguía mirando al grupo que estaba tocando en el escenario de aquel café. El lugar estaba muy concurrido y tenía un buen ambiente-. Tocan bien, ¿verdad?
Elizabeth volvió a asentir y observó las parejas de las mesas de alrededor. Se volvió a mirar a Scott y lo observó meneando la cabeza al ritmo de la música y bebiendo de su copa. Disfrutaba del ambiente, de la comida, del grupo, pero no sabía si disfrutaba realmente el estar ahí con el hombre equivocado. Suspiró y bebió de su copa mientras miraba a algunas parejas bailando. De repente su mirada chocó con una muy conocida y se atragantó con su bebida.
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Un Amor Imprevisto(En Edición)
Roman d'amourDamon Andreus Thalassinos era un hombre poderoso que creía con arrogancia que todo tenía un precio, incluido las personas. Solo sabía que tenía que desear algo y con su poder y dinero lo tendría pero no contaba con conocer a Elizabeth Miller. Una mu...