Elizabeth paseó la mirada por toda la sala del aeropuerto. Echó un vistazo a su reloj de pulsera. Eran las once y diez de la mañana y su jefe estaría echando fuego por la boca por su retraso porque tendría que haber estado ya con él. Suspiró y comenzó a andar sin dejar de buscarlo por todos lados.
Había accedido a ir a aquel viaje porque no le quedaba de otra. No tenía ganas de ir pero se recordó que si desobedecía a Damon seguramente no se lo pensaría otra vez más y la despediría. Se resignó cuando ya no encontró otra salida. Cuando estuvo entre la espada y la pared.
Había pensado que su jefe la había invitado a ir a aquel viajes de negocios solo porque quería disfrutar de su compañía pero se juró y perjuró que le dejaría bien claro que ella no era ninguna de las mujerzuelas con las que él se acostaba ni mucho menos iba a permitir ser una más en su enorme y elegante lista, aunque no pintase nada en ella.
Sacudió la cabeza dejando aquellos pensamientos atrás y en el hombro derecho volvió a subirse el bolso blanco que había elegido como equipaje de mano.
Con la mano izquierda arrastraba una maleta negra que no pesaba mucho. Había elegido la ropa de trabajo, los cinco trajes que tenía, ropa cómoda para estar en su habitación de hotel y unas cuantas prendas sofisticadas que había encontrado en su armario.
En ese momento llevaba puesto un pantalón azul, largo, estrecho y una blusa en blanco y negra que tenía grabada en la parte de atrás: Smile! Life must be Lived. Cuando vio aquella blusa, supo que le iba a dar ánimos para permanecer esa semana junto a Damon.
Y se alegraba de haberla escogido porque estaba dando resultado. O eso creía. Todavía no podía cantar victoria.
Se apartó el pelo de la cara y siguió buscando.
Entonces desde lejos vio a Anthea quien parecía buscar a alguien. Sonrió y no dudó un segundo más para correr hacia ella.
-Por fin llegas-le dijo la castaña sonriendo aliviada-. Pensaba que te habías echado atrás y que dejarías a Damon plantado. Pero parece que me equivoqué.
-¿Dónde está él?-preguntó frunciendo el ceño después de buscarlo por alrededor-. ¿Está enojado?
-Se acaba de ir hacia la sala de espera privada. Me dijo que te esperara para llevarte con él. Y bueno, no creo que esté enojado.
Elizabeth soltó todo el aire contenido.
-Que bien-dijo con una sonrisa-. Mejor vamos antes que se enfade.
Anthea asintió y ambas salieron corriendo hacia la sala de espera.
Damon se pasó la mano por el cabello por décima vez. Elizabeth estaba tardando mucho y estaba empezando a pensar que no iría con él.
Maldijo entre dientes pensando que seguramente se quedaría para pasar tiempo junto a Scott.
Se paró de nuevo y buscó con la mirada hacia la puerta esperando ver entrar a Elizabeth y Anthea pero no fue así.
Se sentó con un suspiro. Si Elizabeth había decidido no ir con él, tendría que aceptarlo aunque se enojara y se sintiera desilusionado.
Miró su reloj de pulsera. Once y cuarto de la mañana y no llegaba.
¿Llegaría o no?, se preguntó.
Entonces la puerta se abrió y dio paso a Elizabeth y Anthea que parecían cansadas por su agitada respiración.
Su cuerpo se levantó sin siquiera notarlo y una satisfactoria sonrisa se formó en sus labios.
Damon intentó adoptar una expresión seria y en cuestión de segundos lo logró. Miró a Elizabeth significativamente y se acercó a ella.
ESTÁS LEYENDO
Un Amor Imprevisto(En Edición)
RomanceDamon Andreus Thalassinos era un hombre poderoso que creía con arrogancia que todo tenía un precio, incluido las personas. Solo sabía que tenía que desear algo y con su poder y dinero lo tendría pero no contaba con conocer a Elizabeth Miller. Una mu...