Capítulo 11

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Los últimos días se pasaron rápidamente para Elizabeth. Había vuelto a hacer el amor con Damon y cada vez que lo hacían la trataba como la primera vez.

Su actitud hacia él era más abierta e íntima dado que él le pedía constantemente que no se encerrase en sí misma, que quería compartir todo lo que ella pensaba y sentía.

"Quiere que comparta todo con él pero, él no quiere abrirse para nada", pensó Elizabeth mientras se sentaba en el avión que los conduciría a Italia.

Damon estaba a su lado con un portátil y hablando por teléfono con unos clientes. Después de terminar de hablar por teléfono, soltó un suspiro de cansancio. Tenía la camisa entre abierta dejando entre ver los bellos de su pecho. Tenía unos vaqueros azules desgastados y con el pelo alborotado parecía un actor de cine.

De repente, Damon le cogió la mano y se la llevó a la boca para besarla.

Le encanta que fuera así de cariñoso con ella. Se preguntó si era así con todas.

Damon debió de leer sus pensamientos porque la soltó con gesto enfadado y le dijo en un tono frío:

-Dentro de dos horas estaremos en Italia.

Después de aquello se concentró en su trabajo y no le volvió a dirigir la palabra.

Elizabeth se quedó sorprendida con su repentino cambio de humor y pensó que era mejor así. Cuanto antes se aburriera de ella, más temprano se iría.

Así tenían que ser las cosas, se dijo mientras se apoyaba contra la ventanilla del avión.

"Aunque no es justo", se dijo.

Segundos después, sus ojos se cerraron lentamente mientras unas lágrimas caían por sus mejillas.

Damon estaba enojado. Furioso. Elizabeth lograba sacar todas sus emociones y sentimientos a la superficie. Y eso era peligroso. Muy peligroso.

No podía arriesgarse a que se enamorara de él porque, sabía que no tendrían ningún futuro. Elizabeth necesitaba a un hombre que fuera bueno, que la respetase, que la amase... Él no podía ser ese hombre porque, no sabía amar.

Se giró lentamente hacia Elizabeth. Ella seguía con la cabeza inclinada en la ventanilla y por su profundo y suave respiro se dio cuenta de que se había quedado dormida.

Cuando su mirada se clavó en su maravilloso cuerpo, pudo ver cómo le transparentaba la blusa blanca que llevaba puesta. Observó con delicia el sujetador blanco que abrazaba sus pechos. Los pantalones negros se le ajustaban a sus pronunciadas caderas provocando en Damon una terrible erección entre las piernas. Tuvo la tentación de acercar sus dedos y acariciarla a través de la blusa. De despertarla y llevarla al baño y después...

Sacudió la cabeza con pesadez.

¡Esa mujer lo estaba volviendo loco!

Tenía que concentrarse en su trabajo. Tenía que comercializar su nuevo vino y luego ya podría llevársela a la cama cuantas veces le apeteciera. La tendría para él. Sería suya cuando quisiese. La llenaría de joyas, de ropa cara... Todo lo que una mujer deseaba.

La volvió a mirar con disimulo. Era tan bella cuando dormía. Parecía un ángel. Tan frágil y vulnerable. Hasta creyó ver que le rodeaba un aura blanca alrededor del cuerpo.

Si era un ángel, ese ángel era suyo. Solamente suyo.

Era la mujer perfecta para formar una familia. Envidiaría al afortunado que se casara con ella.

Se la imaginó con otro hombre y con hijos en una casa grande y, esa idea le pareció de lo más desagradable. Una terrible sensación de impotencia le llegó al cuerpo. Sintió como la sangre le empezó a hervir de rabia.

Un Amor Imprevisto(En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora