Capítulo 2

46.9K 2.3K 164
                                    

Elizabeth se acomodó en la silla de su escritorio. Llevaba tres horas haciendo llamadas para su jefe y ya le dolían los dedos de teclear y el trasero de estar sentada.

Eran la una de la tarde y ni siquiera había ido a almorzar porque su jefe se lo había prohibido.

Suspiró enojada. Ese hombre la iba a matar de tanto trabajar. Siempre exigía la perfección y no se conformaba con menos. Era un hombre difícil con el que no se podía hablar ni te podía entender.

Había pasado ya una semana después de que él le diera otra oportunidad y se preguntaba una y otra vez si había hecho bien en que no la despidiera.

Sacudió la cabeza quitándose esa idea de la cabeza.

Se había esforzado tanto los dos años que llevaba en Thalassinos Industrial Enterprise... No podía taparse los ojos mientras dejaba que su jefe la despidiera, porque necesitaba el dinero y se merecía estar ahí.

Recordó el beso y el abrazo que le dio y enseguida se sonrojó. Después de ese atrevimiento no se atrevía a mirarle a la cara. Le daba vergüenza.

Y ahora que lo pensaba, después de aquello Damon la trataba con más crueldad. La hacía trabajar hasta tarde y le mandaba trabajo a casa. Ahora entendía lo que le ocurría. Se había enojado por su atrevimiento y se lo estaba haciendo pagar.

Se dio un golpe en la cabeza.

Qué estúpida había sido dejándose llevar por sus impulsos. La próxima vez se alejaría unos veinte metros antes de repetir la misma estupidez.

Ahora por su culpa su jefe estaba enojado con ella. Aunque no entendía muy bien el por qué tanto enojo. No fue nada del otro mundo lo que hizo. Solamente fue un beso en la mejilla y un abrazo.

No tendría por qué enfadarse tanto. Aunque conociéndolo, entendió su disgusto. Seguramente le había dado asco su atrevimiento, dado que a él solo le gustan las mujeres bellas, con dinero y con un cuerpo escultural, como por ejemplo Eve, una modelo francesa que conoció en un viaje de negocios. Con su pelo rojo oxidado y su piel de marfil era la más envidiada de todas las modelos. Tenía elegancia, carácter, dinero, sociedad, hombres... Lo tenía todo.

¿Y ella? Ella solo era una secretaria que cada vez que veía a su jefe se escondía detrás de una sonrisa para que no viera lo que había dentro de ella. Una mujer insignificante, solitaria que no tenía a nadie que la esperara en casa. Ni siquiera tenía un gato.

No era nadie y le dolía mucho saber eso porque a sus años era patético y triste ser una solterona sin gusto y chapada a la antigua.

Dejó de lado todos esos malos pensamientos que lo único que hacían era hacerla sentir menos bella e importante y continuó con su trabajo. No tenía por qué gustarle a su jefe. Ni por qué compararse con las mujeres con las que él salía. Tampoco le gustaba sentirse insignificante delante de nadie.

Estaba orgullosa de ser quien era y no se dejaría intimidar por nadie, ni siquiera por Damon Thalassinos.



Elizabeth caminó hacia el ascensor para bajar a la segunda planta donde se suponía que estaría su ayudante.

Esa misma mañana su jefe le había dicho que tendría una "segunda secretaria" y que sería de ayuda para ella.

Elizabeth no se tomó muy bien eso ya que, su jefe aún seguía de mal humor con ella y temía que cambiase de opinión respecto a la oportunidad que le había dado.

Una vez en la segunda planta buscó a la que sería su ayudante pero no la encontró por ningún sitio.

Recordó más o menos cómo la había descrito su jefe. Castaña, estatura media, ojos azules y una hermosa sonrisa.

Un Amor Imprevisto(En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora