CAPÍTULO 38: OUTAKKE 1: EL HOMBRE DE HIELO Y SU PEQUEÑO GRAN MONSTRUO

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Outakke 1: El hombre de hielo y su pequeño gran monstruo.

POV ARO/TANYA (Narración en tercera persona)

Sentado en la lujosa mesa que presidia el enorme despacho de aquella inmensa casa, Aro Vulturi escuchaba impasible las noticias que por teléfono le estaba dando unos de sus esbirros, contándole el último desastre que había ocasionado la inútil de su hija. Resultado: una mujer y un niño gravemente heridos, uno de los asaltantes muerto y el otro también gravemente herido. Dos supuestos agentes del FBI, que intentaban huir, muertos uno a consecuencia de un accidente supuestamente provocado por su más fiel esbirro y el otro abatido a tiros por un compañero que a su vez había sido detenido. Esperaba que el detenido no fuese Laurent, pero por si acaso tendría que empezar a ponerse en contacto con sus abogados.

Poco le importaba a él que al otro lado del país una mujer estuviera en estos momentos debatiéndose entre la vida y la muerte y que un niño pequeño estuviera sufriendo la misma suerte. Poco le importaba que aquellos dos supuestos agentes muertos fueran aquellos hijos biológicos tenidos con la mujer que se supone realmente amaba. Lo único que le preocupaba es que su hija, la idiota e inútil de su hija, había metido la pata un vez más dejándole a él en entredicho y exponiéndole, cuando a su vez él ya se estaba encargando del asunto... "a su manera".

De vez en cuando lanzaba alguna que otra maldición contra Tanya mientras enfrente de él, sentada en el enorme sillón, Carmen Vulturi estaba con la cabeza totalmente gacha, con los ojos puestos en el café que se estaba tomando y sin atreverse a replicarle. Ya conocía ella en sus propias carnes lo que suponía llevarle la contraria o no hacer o hacer algo que a él no le pareciera bien. A estas alturas de la historia Carmen Vulturi tenía clara una cosa y es que, hiciera lo que hiciera, y como lo hiciera, para Aro Vulturi siempre estaría mal. Si había algo de lo que se arrepentía en su vida era de haber dejado de lado a aquel hombre que de verdad la amaba aceptando en su lugar a aquel monstruo. De hecho la noche anterior había vuelto a ser víctima de uno de sus "castigos" porqué supuestamente la cena estaba salada y ella y solo ella, no la cocinera de la inmensa mansión, tenía la culpa, ¿es que su cuñada Athenodora no vivía también allí y era tan responsable como ella del mantenimiento de la casa? La había golpeado hasta cansarse para después forzarla una vez más a mantener unas relaciones que le daban cada vez más asco. Ojala algún día tuviera la oportunidad de vengarse, porque lo haría sin dudar un solo segundo...

—Definitivamente tu hija es tonta –volvió a repetir una vez que hubo colgado el teléfono. No tiene cabeza, no piensa como es debido. A veces pienso que Renata tiene razón y que debí encargarla de todo a ella.

—¿A qué... a que te refieres? –preguntó una asustadísima Carmen.

—Nada que te importe –respondió mirándola con desprecio y dándose cuenta de que llevado por la ira había hablado de más involuntariamente –. Como no va a ser tonta pareciéndose a ti –añadió volviéndola a mirar de aquella forma amenazante tan típica de él, lo que provocó que Carmen bajase la mirada totalmente aterrorizada.

—Hola tito querido –saludo Renata que en ese momento entraba al despacho de Aro alertada por las voces que estaba dando su tío —¿qué sucede?

—¿Qué qué sucede?, míralo por ti misma –contesto Aro poniendo en ese momento la enorme televisión que había en la estancia. Renata, Cayo y Athenodora, que habían entrado junto a ella se sentaron en ese momento en el sillón para escuchar las noticias del día, al tiempo que una sumisa Carmen se levantaba para irse en silencio sin siquiera haber terminado de tomar el café que estaba bebiendo ante el gesto que le hizo su marido.

RECUPERANDO TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora