CAPÍTULO 29- Estaré bien...

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Sigo en la cama, exactamente igual que desde que vino mi madre, y hoy no pienso moverme de aquí. Lo único que ha cambiado es que me he bebido cuatro cafés y dos refrescos.

El suelo parece una nube e algodón, ya que está toda llena de pañuelos, que encima son rosas, su color favorito. Creo que tendré que reflexionar e ir a ducharme, esta habitación me recuerda a ella.

-Este olor...- digo al entrar al baño.- ¿De qué me suena a mí?

Es un olor familiar, muy familiar, huele a rosas, mezclado con ¿chicle?

-Espera un momento...- digo lentamente.- Este... este es el perfume de...Meg.- consigo decir,, aunque ya estoy llena de lagrimas.-¿ Que hace aquí?- es como si alguien hubiera tirado perfume por todo el lavabo y hubiera dejado la esencia de Meg.- Me estoy volviendo loca, aunque el recipiente está aquí.

-Papááááá- chillo desde la planta de arriba.

-¿Carolina? Dime.- dice abriendo los ojos al verme levantada.

-¿Has perfumado tu el baño con colonia? – digo mientras le enseño el pote.

-¿Yo? No, no es de mi estilo. Prefiero algo que huela menos a... rosas. - dice intentando hacerme reír.

Bueno pues supongo que se lo debió dejar algún día aquí, y se habrá disparado solo. ¿Verdad?

Cuando al fin estoy en la ducha, consigo poner un poco en condiciones el pelo, ya que parecía que llevara un nido de alguna ave rapaz. Eso me ha hecho reír. Tardo unos veinte minutos en ducharme, peinarme y ponerme todos esos potingues que uso para la piel.

Abro el armario, y aunque lo tengo todo repleto de ropa, nunca se que ponerme, y hoy menos. Al final me decanto por una camiseta negra, sin ningún estampado, y unos tejanos largos. A pesar de ser verano, siento frio por todo el cuerpo, que recorre cada centímetro de mi piel, cosa que me provoca piel de gallina.

Miro el reloj, son las doce pasadas, y como debería salir, decido ir a comprar mi material escolar, ya que en tres días empezamos y no tengo nada. Supongo que eso también me evadirá un poco del mundo en el que estoy viviendo.

Si soy sincera, tenía la esperanza de que ella saliera adelante. Nunca había conocido a nadie tan fuerte como ella. Todo lo que se proponía, lo conseguía, por muy mal que lo estuviera pasando, ella siempre tiraba hacia delante. Pero esta vez la piedra que se le interpuso en su camino era demasiado grande para esquivarla.

Cuando al fin estoy en la calle en bici,- ya que mi padre me ha dicho que es mejor no coger el coche en "mi estado"- me pongo los auriculares con música, me encanta escuchar música a todas horas, eso me permite desconectar y disfrutar de las letras de las canciones.

......

Dejo la bici en el aparcamiento de bicis que hay justo al lado de la puerta y cojo mi bolso.

Me voy directamente a la zona de material, ya que no tengo muchas ganas de estar aquí. Recorro todos y cada uno de los pasillos en busca de una carpeta en condiciones, no quiero la más bonita ni la más cara, solo quiero una práctica, pero parece que esto aquí no lo conocen.

Mientras busco no puedo evitar en Meg, ahora mismo estaría con ella, y estoy segura que me haría coger la más llamativa. Así era Meg. Espontanea, divertida, alegre, amistosa, simpática, un poco dejada y encantadora. Nada más pensar en ella me noto los ojos lagrimosos, pero antes de montar un numerito decido ir a por las libretas, que seguro que es más sencillo.

-Madre mía, siete dólares una libreta...- digo indignada. – La gente está muy loca. – Cojo las cuatro primeras que pillo, y las pongo en el carrito.

Llámame CarolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora