Anabelle volteó y vio cómo su madre corría en dirección a ella; regresó la vista al frente, pero solo para darse cuenta que ya todo se había esfumado; aquella hermosa criatura ya no estaba, al igual que su música.
—¡Niña! —exclamó su mamá mientras trataba de recuperar el aliento— ¿estás loca? ¿Cómo has llegado tan lejos?
Acto seguido la tomó de la mano y la arrastró de vuelta a su hogar. Durante todo el trayecto estuvo diciéndole los peligros que pudieron haberla atacado, le recordó las millones de advertencias que le había hecho en tiempos anteriores, y por último, el castigo que le esperaba al llegar a casa. Pero todo fue en vano, pues las palabras sonaban lejanas para Anabelle, en todo lo que podía pensar era en la magia que acababa de presenciar, y en lo mucho que la extrañaba ahora que se había ido. Una lágrima corrió por su mejilla sin que ella lo notara. Nunca en su vida había presenciado semejante escenario; pero estaba dispuesta, a toda costa, a volverlo a ver, y esta vez, nadie podría detenerla de llegar más allá.
* * *
Cuando estuvieron cerca de la casa, Anabelle pudo divisar la figura de su padre desde donde estaba. Siempre había pensado que su papá era el más apuesto de toda la aldea; alto, de ojos café claro, hombros anchos y espalda recta; siempre con su postura perfecta y la cabeza bien en alto, era como si quisiera poder vigilar a toda la aldea desde cualquier punto en que estuviese parado. Pero esta vez, aunque conservaba todas estas facciones, no fue "apuesto" la primera palabra que Anabelle pensó, la forma en que estaba allí, clavado en el suelo, vigilándola, le hacía temblar de pies a cabeza.
Nunca había experimentado un castigo severo de su parte, a veces le quitaba el postre, o le impedía salir a jugar; ahora, tenía la impresión, y estaba en lo correcto, de que la reprimenda sería mucho peor; incluso si no lo fuese, esa mirada dura y fría era castigo suficiente, pues nunca su padre la miró así.
—¡Te quedarás aquí hasta que entiendas lo que has hecho!
Y tras estas palabras se escuchó el estruendo de la puerta al cerrarse, y aquella niña, que hace pocos minutos se encontraba rodeada de luz, música y color, estaba ahora envuelta en el silencio y la oscuridad de su habitación. Se quedó así por un momento, sin moverse, sin hablar; cualquiera que hubiese estado allí con ella, habría escuchado el latir de su corazón, pues incluso su respirar se había vuelto silencioso. Finalmente fue deslizándose poco a poco por la pared, hasta quedar sentada en el piso, recostó la cabeza en sus rodillas y con sus dedos jugaba con el botón de su zapato.
Entonces recordó; aquella sustancia viscosa que la "suspendió en el aire". Corrió las cortinas y una leve luz inundó el cuarto, despojándolo del ambiente sombrío que había reinado hasta ahora. Acercándose un poco más a la ventada se dio cuenta que sus manos estaban ya impregnadas con esta sustancia que olía a...
—¿Jabón?
Olió nuevamente para asegurarse, igual lo hizo con los zapatos.
—Jabón... —dijo esta vez casi como un susurro— ¿por qué habría jabón tan lejos de casa?
Fue entonces cuando recordó que en una de sus anteriores aventuras, mientras trepaba un árbol, vio a su padre llevar varias cubetas llenas de agua, o al menos ella creyó que eso era; al rato volvió a casa e inmediatamente regresó por su camino con otra cubeta. Decidió salir corriendo detrás de él para preguntarle qué hacía, pero, como era su costumbre, su madre estaba muy pendiente de que no llegara más allá de donde pudiera vigilarla. ¿Sería su padre quién bañó el suelo con jabón? Y si así fuera ¿para qué lo hizo?
Anabelle no sabía qué pensar, sus pensamientos correteaban como niños rellenos de azúcar dentro de su mente. No dejaba de mover sus dedos, juntándolos y separándolos para sentir la viscosidad entre ellos; había algo en esa sensación que la atraía, que le recordaba toda la magia que vivió hace unos momentos. Como si nada, o quizás por cosas del destino, juntó el índice y el pulgar haciendo un círculo con ellos, observó cómo el jabón cubría el espacio vacío imitando el mismo efecto reflectante de luz que la cautivó la primera vez, solo que esta vez no poseía la misma danza de colores que ella añoraba.
Asombrada por su descubrimiento trató de tocarla superficie jabonosa, nadie se lo impediría ahora, pero al hacerlo, este desapareció. Rápidamente volvió a hacer el mismo juego de dedos... nada pasó; pero Anabelle estaba decidida a conseguirlo nuevamente, tomó ambos zapatos y extrajo todo lo que pudo de ellos, hasta la última gota de jabón que pudiera tomar, y tras intentar obtener su espejo mágico, allí estaba, reflejada en el mismo aire.
Le resultaba grandioso ver su rostro reflejado entre los dedos de su mano, un creciente deseo de tocarlo luchaba contra ella, pues sabía que al hacerlo, este se iría. Decepcionada, lanzó un suspiro al aire; uno de esos que se originan en el alma, pasa por el corazón y recorre las cuerdas vocales dejándolo salir como una canción en lamento.
Para su suerte, este lamento, le traería la mayor de las alegrías; y mejor aún, sería el inicio de una nueva aventura.
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ANABELLE
FantasyLa pequeña Anabelle vive en un mundo acogedor y sin contratiempos, pero pronto algo maravilloso le hará cuestionarse toda su vida y buscará la forma de salir de ella. ¿Le gustará lo que verá allí? ¿A qué peligros podrá enfrentarse? ¿Habrá valido la...