Anabelle quería levantar la cabeza y ver quién le hablaba en ese tono tan familiar, aun cuando ella nunca lo había escuchado antes, pero su cuerpo seguía demasiado cansado y lo único que querían sus pulmones en ese momento era seguir llenándose del tan deseado oxígeno.
—No te preocupes por levantarte —dijo como si leyera sus pensamientos—, dispones de todo el tiempo que quieras. Bueno no, la verdad no —continuó tras ahogar una pequeña risilla sarcástica—; pero puedes quedarte el tiempo que desees.
—No quiero quedarme —protestó ella haciendo grandes esfuerzos por ponerse en pie—. No sé quién eres y honestamente no me interesa...
—Quién soy, quien no soy, no importa —le interrumpió.
—¿El hecho es el mismo? —agregó con fastidio.
—Exactamente querida; me agrada lo rápido que aprendes.
—¡Casi me matas!
—¿Matarte yo? —preguntó con gran sorpresa mientras ponía su mano, de dedos delicados, sobre su pecho.
—¡Me ibas a ahogar!
—¡Ja! Te saqué de ese fango mugriento querrás decir. Pudiste salir por ti misma pero preferiste mi ayuda, ahora ¡me debes un favor!
Estas últimas palabras salieron fuerte y gravemente de su boca, que ahora estaba frente a frente a su rostro, en una sonrisa asquerosa de dientes afilados.
—Pero...
Antes de que pudiera protestar un largo y frío dedo se posó sobre sus labios haciéndole callar.
—Cariño, si algo debes saber sobre mí es que yo nunca hago nada de lo que no obtenga un beneficio.
—Eso es detestable —y esto pareció enfurecerlo.
—Llámalo como quieras, pero aun así todos vienen a mí por ayuda, así como lo has hecho tú. Puede que nadie lo admita pero es cierto. ¡Todos me aman! Y hacen exactamente lo que yo digo y lo mejor es que ¡nadie se da cuenta!
"Ustedes me necesitan, ustedes vulgar raza de asquerosos humanos ¡Pst! —escupió con ira y repulsión— Son tan predecibles, tan manipulables, tan egoístas. Claro que no los culparía por esto último, después de todo no tiene nada de malo ser egoísta.
Dicho esto se alejó hacia un sillón acompañado de su característica risa. Fue allí cuando ella pudo apreciar completamente su apariencia.
Era bastante alto, alargado sería una mejor descripción. Desde sus piernas hasta los ya mencionados dedos parecía haber sido estirado a la fuerza. Portaba un enorme abrigo de plumas negras, ceñido al cuerpo y caminaba contoneando las caderas graciosamente. Se sentó majestuoso con la cabeza muy en alto, sin dirigirle la mirada. De perfil su nariz se hacía bastante notoria pues sobresalía en gran manera de su cara, encorvándose hacia abajo, cosa que ella asoció con un pico de ave.
—¿Acaso eres... el Cóndor?
—Me han dado muchos nombres —contestó con indiferencia mientras se miraba las ennegrecidas uñas de la mano—. Realmente no me importa cómo me llamen.
—Y ¿qué me va a pedir a cambio de su "favor"?
—Por ahora puedes quedarte allí. El simple hecho de tener conmigo a alguien como tú es alegría suficiente —en la esquina de su boca se asomó una sonrisa maliciosa.
Un cuervo entró volando por una ventana, tan elevada que casi llegaba al techo, y se estrelló contra la pared.
—¡Ah! Cuervo inservible ¿Podrías por una vez no chocar contra mis preciosas paredes?
El cuervo se limitó a graznar en respuesta.
—¿Y tú que le dijiste? ¡Tonto! Cómo se te ocurre. ¡Bah! Déjalos que hagan lo que quieran, no durarán mucho.
Otros tres cuervos más entraron y al igual que su compañero terminaron estrellados contra el muro.
—¡Argh! Este sitio necesita más luz —dijo quejándose.
Los recién llegados empezaron a volar y graznar alrededor de su amo muy agitados.
—¡Cállense! No puedo entenderlos si hablan todos a la vez.
Anabelle seguía sin entender del todo lo que sucedía, de lo que sí estaba segura era que tenía que salir de ahí lo más pronto posible. Todavía mojada y temblorosa del frío empezó a arrastrarse hacia atrás sin quitar la vista de su captor. Lentamente, apoyada en la palma de sus manos y pies se deslizaba mientras buscaba cualquier vía de escape.
—¡Oye tú! —gritó al darse cuenta de sus acciones— Eres una niña muy curiosa ¿no es así? No siempre es bueno ser curioso —soltó una risita llena de complicidad— ¿Por qué te quieres ir? Si este lugar es fantástico.
Alzó sus brazos al techo con una perversa sonrisa en su rostro y continuó luego de ver la expresión confundida en el rostro de Anabelle.
—Claro, solo necesitas la visión correcta, digámosle perspectiva —Mientras hablaba se acercaba lentamente y terminó caminando en círculos en torno a ella—. Veamos —dijo pensativo—, qué tal una habitación llena de dulces. Fuentes de chocolate, almohadas de algodón de azúcar y muchos, muchos caramelos —su voz chillona cambió a grave al notar que la expresión de ella no había cambiado con su propuesta—. No, no, tú eres más simple, te gustan las cosas pequeñas. Es una lástima que estés tan sola ¿por qué no cambiamos eso?
Sus dientes gastados y negruzcos se asomaron muy cerca de la cara de Anabelle y dos dedos fríos empujaron su mejilla obligándola a desviar su mirada hacia la entrada a sus sueños...
...o quizás, la entrada a sus pesadillas.
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ANABELLE
FantasíaLa pequeña Anabelle vive en un mundo acogedor y sin contratiempos, pero pronto algo maravilloso le hará cuestionarse toda su vida y buscará la forma de salir de ella. ¿Le gustará lo que verá allí? ¿A qué peligros podrá enfrentarse? ¿Habrá valido la...