Capítulo IX: Hace frío fuera de casa. (1era Parte)

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Las horas pasaron y por más que intentara no podía dormir. Una mezcla de emociones se apoderó de ella imposibilitándole conciliar el sueño. Por un lado, su emoción y curiosidad por conocer los secretos del mundo externo la mantenían agitada y, por el otro, el dolor y la tristeza por haber enfadado a su padre ponían un gran pesar en su corazón, como si hubiese tragado un bloque de hierro.

Se sentó en la cama, sacudiendo las sábanas con desesperación; y tras un resoplido fijó su vista en la ventana, por alguna razón era su costumbre perderse mirando al exterior cuando quería olvidarse de todo. Aunque no podía ver mucho, poco a poco sus ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad y pudo distinguir las cosas cercanas como el jardín y el gran árbol tricolor. Todo yacía en silencio y la tranquilidad que percibía era casi aterradora. Tranquilidad que no duraría mucho, nuevamente vio el pasar de una sombra por su ventana, mucho más cerca esta vez que la anterior; pero antes de que intentara asimilar este acontecimiento una nueva silueta cruzó frente a ella, luego otra y otra más. Las contó inconscientemente, siete en total; todas caminando sigilosamente por el jardín en dirección a la cerca con su idéntica carga a la mano, una cubeta de agua.

Tercamente y sin dudarlo Anabelle se escabulló hacia el jardín y avanzó con el mayor sigilo posible, no estaba en sus planes ser atrapada esta vez. Poco a poco fue siguiendo la fila de hombres dejando una distancia de 20 pasos entre ellos, aprovechando cada árbol para esconderse cuando creía estar acercándose demasiado. Sintió un enorme deseo de mirar atrás para saber qué tan lejos estaba de casa...

Resulta curioso cómo el ser humano mide la lejanía de esta forma. Al igual que el náufrago voltea a ver la isla, que por un tiempo llamó "hogar", después de decidirse a abandonarla para siempre en un intento casi suicida por hacerse a la mar. Así mismo muchos de nosotros cuando dejamos nuestras casas, no necesariamente de manera física, tendemos a recordar el punto de inicio; cómo era todo antes de que nos marcháramos del núcleo familiar y qué tan lejos hemos llegado desde entonces.

...pero se contuvo recordando el incidente de la vez anterior. No sabía cuánto tiempo llevaba caminando, a veces le parecía ver un árbol conocido y tenía la idea de ir caminando en círculos, pero estaba decidida a saber en dónde terminaba todo esto y no perdió de vista a las misteriosas figuras hasta que estas se detuvieron. Anabelle se quedó inmóvil atrás de un árbol, su tronco era tan delgado que temía que pudieran ver sus brazos a ambos lados de él. Aun así, asomó ligeramente la cabeza para no perder ningún detalle de lo que pasaba, pues la curiosidad le carcomía las entrañas.

Uno a uno iban llegando a donde estaba el primero, poniéndose todos a la diestra del anterior. Ceremoniosamente levantaron sus cubetas a la altura de su pecho y Anabelle no pudo evitar pensar el parecido que tenía esta escena a la de un fusilamiento. Lenta y calmadamente arrojaron el contenido sobre sí mismos, bañándose por completo en esa sustancia, la preocupación por revisar si estaban totalmente cubiertos y que ninguna parte de su cuerpo estuviese seca parecía estar presente en todos ellos. Y nuevamente puestos en fila hicieron algo que hizo que los ojos de Anabelle se abrieran como lunas.

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