Cuando despegó sus labios me susurró al oído: He reflexionado sobre lo ocurrido. Siento mucho lo que he hecho. Perdóname.
Lo ignoré por completo y volví a la cocina. Él me siguió con paso acelerado y volvió a intentar detenerme. Me zafé de su agarre y le di un tortazo en la cara. Estaba furiosa. Creía que lo habría hecho desistir, que se le habrían pasado las ganas de acercarme a él y besarme o hacerme cualquiera de sus guarrerías. Pero estaba equivocada.
En vez de eso, pasó un brazo por detrás de mi espalda, agarrándome por la cintura y me acercó a él. Me cogió por la nuca con la otra mano (probablemente para que no le hiciese la cobra) y acercó de nuevo sus labios.
—En serio, Lía. No me evites, por favor. No lo soportaría —me susurró al oído cuando separó sus labios de los míos.
—¿Y yo sí he soportado lo tuyo? —le solté con rabia. Unas lagrimas comenzaron a caer por mis mejillas. Pensaba que ya no tenía ganas de llorar, ya había llorado lo suficiente—. Y ahora no me digas que las lágrimas me hacen bella, porque no te lo aguantaría.
—No, no voy a mentir de esa manera, tranquila —me respondió secándome las mejillas con el borde de su jersey—. Son horribles, estás feísima cuando lloras. No entiendo a los chicos que dicen lo contrario. Tienes los ojos rojos y moqueas. Qué asco, toma un pañuelo —metió la mano en su bolsillo y de él sacó un pañuelo de rayas.
—Podrías decirme que a pesar de todo soy guapa, ¿no? O algo por el estilo, al menos —le reproché mientras me sonaba la nariz con el pañuelo que me había dado y luego se lo lancé a la cara—. No quiero que me digas obviedades como que se me quedan los ojos rojos y tengo mocos. ¿Nunca has llorado?
—Los hombres no lloramos, nos sudan los ojos —respondió mientras apartaba el pañuelo que le había tirado con dos dedos.
—Muy brillante no eres, ¿cierto? —le di un pequeño golpe en el hombro. Él suspiró.
—Puede que en ese momento no te haya besado por amor, sólo por interés, pero si en todos estos días no lo he hecho, ha sido por un motivo. Has llegado a importarme tanto, he llegado a quererte tanto, que me parecía que te rompería si te hiciese algo, aunque fuese un simple beso —me confesó acariciándome una mejilla con los dedos—. Pareces tan frágil...
—No soy frágil. Déjame. —Pero a pesar de lo que le dije le di un beso yo también. Él me correspondió, y metió la lengua en mi boca, con timidez. Noté escalofríos que me recorrían la espalda, era una sensación completamente nueva. Olía a melocotón, su boca sabía a melocotón, era raro. Pero me gustaba, y mucho.
Separé nuestros labios y tomé aire. Estaba mirando al suelo, me daba vergüenza lo que estaba a punto de pasar.
—Tendrás que suplicar para que te perdone —añadí alzando las cejas y separándome de él.
Axel se tiró al suelo.
—Te lo suplico, mi señora —se arrodilló frente a mí.
—No te lo decía en serio, Axel —le dije con sorpresa.
Noté sus manos agarrando mis tobillos y subiendo por mis piernas. Comenzó a incorporarse y siguió avanzando por mis piernas. Intenté detenerlo, pero al mismo tiempo no hice nada. Levanté la falda de mi camisón para él y metió la cabeza bajo ella. Sabía lo que iba a hacer. Noté que me tocaba con sus dedos en mi sexo, me quitó las bragas y hundió su cabeza.
—No... Axel...
Noté su lengua en mi zona, explorándola. Me acarició con la lengua el clítoris, jugueteando. Sujeté su cabeza con mis manos, e inconscientemente eché mi cadera hacia atrás. (Como me aburre escribir sobre sexo, más que nada, no sé qué vocabulario usar, lo adelanto un poco...)
Axel me tiró en la cama y comenzó a quitarse la camiseta. Se acercó a la cama y apoyó sus rodillas en ella. Le desabroché el botón del pantalón y él terminó de quitárselo. Al momento vi gracias a la tenue luz de una lámpara su erección.
—Axel... ¿crees que es...?
—Shh... —me calló poniendo un dedo sobre mis labios delicadamente. Vi que abrió un pequeño paquete plateado y se colocó en su "cosa" el contenido. Vale, sí, no hace falta tanto secreto. Era un preservativo—. Ambos sabemos que este es el momento.
—No estoy tan segura... Ah... —suspiré cuando enterró su rostro en mi pecho y comenzó a darme besos y lametazos, recorriendo mi cuello y bajando al ombligo. Me ayudó a quitarme el camisón y se quitó después los bóxers.
Solté una exclamación cuando noté su miembro en mi "zona íntima", creo que lo llamaré así por culpa de él.
—Sé suave, ¿vale? —le pedí en un susurro, pasando mis brazos alrededor del cuello.
—Tranquila, no te haré daño —murmuró a mi oído y me mordió el borde de la oreja. Noté sus manos en mi espalda, y antes de que lo pudiese asimilar, su miembro estaba intentando penetrarme.
—¡Ah! —empezaba a dolerme, y lo peor era que no parecía avanzar, no tenía pinta de seguir adentrándose en mí.
—Mierda, eres muy estrecha —maldijo en voz baja—. Se nota mucho que eres virgen.
—Cre-creo que no va a entrar —le dije agobiada—. Dejémoslo, no estoy hecha para el sexo.
—Tonterías —y siguió intentando penetrarme más, pero la respiración se le hizo pesada y notaba que le costaba.
—En serio, déjalo —le insistí. Comenzaba a doler—. Ah... —volví a quejarme y pegué mi cuerpo al suyo—. Sé lo que te digo. Si nunca uso tampones es porque no me entran —le confesé en un desesperado intento de detenerlo.
—¿Qué? —noté el movimiento de su pecho al reírse. Por muy raro que fuese, era verdad. Lo intenté dos veces, pero no dio resultados. No lo conseguí—. ¿En serio, Lía? —empezó a reírse más, y yo, sin querer, lo seguí—. A ver, Lía, no sé si te va a entrar en esa cabecita. Todas las mujeres tenéis vagina, y tú no eres una excepción.
Aplaudí con las manos detrás de su cuello, con un poco de dificultad.
—Bravo, Axel, me acabas de descubrir América. Ya sé que tengo vagina, pero te digo que no entra ni un puto algodón con forma de espermatozoide aumentado.
—Me encantan tus comparaciones —me chinchó y me dio un pellizco en el costado. Comencé a reír descontroladamente.
—Cállate —le espeté riendo.
De repente, noté que su miembro avanzaba en mi interior con facilidad.
—¿Lo ves? —me dijo Axel—. Ha entrado.
—Ya lo he notado, Axel.
—Necesitabas relajarte, distraerte. Estabas muy preocupada —me susurró.
Comenzó a moverse en mi interior, movió sus caderas hacia delante y atrás, sumergiéndonos a ambos en un mar de placer. En cuanto ambos llegamos clímax, me derrumbé en la cama, respirando entrecortadamente, con Axel a mi lado.
Se durmió al de pocos segundos, en cambio, yo estaba más despierta aún y no pude dormir. Me fui a darme una ducha rápida para limpiarme después de la nueva experiencia, e intenté estudiar un poco. Aunque era difícil, no paraba de ver el rostro de Axel en mi mente, recordando el momento de placer que había tenido hacía poco.
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Holaaa^^
Bueno, creo que os he comentado ahí arriba que eso de escribir sexo me aburre. Y os preguntaréis entonces por qué escribo. Pues bueno, la razón la publicaré en cuanto termine el fanfic, y no creo que tarde mucho. Bueno, mucho, un poco igual sí... Así que bueno, si no profundizo mucho en el lemon, es porque no sé escribirlo, y porque me siento incómoda, básicamente.
Así que, si queréis que cambie algo, alguna sugerencia, decidme, porfa.
Muchas gracias por todo;))
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Inazuma Eleven - El síndrome de Estocolmo - Axel [Lemon]
FanfictionElla fue sorprendida saliendo del baño. Él la sorprendió colándose en su casa. Ella tenía carácter. Él, una pistola. ********* Retenida en su propia casa, Lía convive a la fuerza con su "secuestrador" que se esconde en su casa. ¿Qué pasará con ambos...