El juego II ¬¬

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Axel se apartó con pesadez de mí y suspiró de placer, creo yo. Alex se puso delante de mí y me miró con suficiencia. Me pasó una mano por la cara, fue algo parecido a una caricia. Luego puso una mano sobre mi hombro izquierdo y haciendo fuerza, me obligó a arrodillarme en la mesa.

—Puedes proceder a quitarme la ropa —ordenó Alex con tranquilidad.

Estuve a punto de darle un bofetón. Su tono de voz me enfadaron y su actitud también. ¿Se creía que era su sirvienta o qué? Bueno, realmente no estaba en posición de quejarme. Estaba en un punto incierto entre la vida y la muerte. No creo que fuese el mejor momento de quejarme por nimiedades así. Me bastaba con la leve esperanza de poder salir viva de esa.

Le dirigí a Alex una mirada cargada de odio, pero él sonrió con suficiencia.

—No hace falta que digas nada, te leo la mente y sé que esto te gusta.

—Despierta de ese sueño que estás viviendo, por favor —comenté con sorna mientras le desabrochaba la camisa.

Empecé con los botones del cuello, evitando mirar a Alex todo lo posible. Aun así, notaba que sonreía de placer, disfrutaba viéndome sufrir de esa manera. Como tenía la cabeza agachada, me fue difícil desabrochar el primer botón, el del cuello. Tenía la cabeza pegada a la de Alex y me encontraba concentrada en el asunto. De repente, un escalofrío me recorrió completamente el cuerpo. Una brisa entre cálida y fría me había recorrido la oreja. Y, después, noté una lengua caliente y pegajosa en mi oreja, mordisqueando mi lóbulo y lamiéndolo. Era realmente asqueroso.

Era curioso, pero estaba viviendo las experiencias más asquerosas posibles de mi vida en una única hora, o lo que fuese a estar ahí, siendo torturada lentamente. Aunque, debía agradecer que no se les hubiese ocurrido añadir como complemente tenebroso a unas arañas grandes y peludas. Eso me haría enloquecer, realmente. Creo que incluso preferiría que hubiesen decorado la habitación con enormes salchichas de cristal con diamantes incrustados y con infinidad de esculturas fálicas más. Cualquier cosa menos arañas.

—¿Te gusta? —susurró en mi oído el diabólico hermano jefecillo.

—Para nada —respondí apartando bruscamente mi cabeza y continuando con mi trabajo.

—Tu cara no dice lo mismo —me cogió la barbilla con una mano y me hizo levantar la mirada. Me repugnaba cantidad su expresión de satisfacción. Era un completo ninfómano.

—Lee entre líneas. Mi cara dice claramente que le das asco.

Le desabroché el cinturón bruscamente y lo deslicé por sus pantalones. Era una locura lo que iba a hacer, pero antes de ser consciente de eso, ya tenía el cinturón en mis manos, cogiéndolo de manera defensiva, como de si un látigo se tratase. Al momento me arrepentí mucho de lo que había hecho. No tenía nada que hacer contra dos tíos, que, aunque no podía asegurar que fuesen muy fuertes, claramente lo eran mucho más que yo. Por lo tanto, los había dando una buena arma que usar en mi contra, en caso de que no se les hubiese ocurrido usar tal complemento para ese fin. Me maldije repetidas veces. Realmente, podía llegar a ser muy tonta.

—Ey, pequeña. ¿Qué quieres hacer con eso? —preguntó el supuesto Axel, al cual aún no se le había bajado el calentón, acercándose a mí.

—¿No querrás usar eso en nuestra contra, no?

La sonrisa maquiavélica de Alex me heló la sangre y deseé desaparecer de la faz de la tierra. Iba a sufrir. Y mucho. Me cogió la muñeca con firmeza y me la apretó hasta hacerme soltar el cinturón.

—Es curioso, pero no se me había ocurrido usarlo de esa forma —Alex frunció el ceño y ladeó la cabeza—. He de reconocer que tienes buenas ideas, Lía —y dicho esto, me acarició la cabeza como si de un perro me tratase. Pasó el cinturón alrededor de mi cuello y le dio un par de vueltas, ya que era muy grande, y lo ató con firmeza—. No te haré mucho daño, tranquila. Sólo un poco. Continúa.

Terminé de desabrocharle la camisa y se la quitó. Se deshizo del pantalón por su cuenta. Agarrando el extremo del cinturón hizo que me agachara hasta tener frente a mi cara su "cosa" con forma de seta, ese tubo mastodóntico. Volví a proceder como anteriormente con el violador asaltador de casas que creía que era Axel. Esta vez Alex no se movió ni aun ápice, dejó que hiciese el trabajo a mi ritmo. Creía que iba a morir con Axel, así que esta vez estaba más relajada. Además, tampoco terminó en mi boca, algo que agradecí.

—Bueno, ¿te apetece unirte, hermanito? —preguntó el jefecillo de los dos, mientras me quitaba el cinturón del cuello. Me preguntó en mi interior si no iba a querer hacérmelo él sólo, sin su hermano. Y, al parecer, la respuesta era, no.


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Hola a todxs!!

Siento mucho no haber actualizado en tantos meses, pero para cuando quise darme cuenta, se me habían echado encima los exámenes y además se me había olvidado cómo quería continuar.

Ya queda poco para terminar esta obra, por fin. Espero que disfrutéis, y espero que la siguiente vez que suba sea pronto. Espero.

Hasta la próxima y muchas gracias;))

Inazuma Eleven - El síndrome de Estocolmo - Axel [Lemon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora