II Grace

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Hacía dos semanas que Axel se había mudado a la ciudad. Sabía que tenía la misma edad que yo, es decir, 19 años. Había comenzado química en su antigua ciudad pero había decidido cambiar de universidad debido a asuntos académicos. Mientras buscaba un piso para compartir se quedaba en casa de un amigo.

Desde que lo conocí estreché rápidamente lazos con él. Era muy simpático, espontáneo y divertido. Era muy fácil hablar con él, además, cada vez me atraía más. Nuestra relación era extraña. Había una atracción mutua, pero en ese tiempo no había pasado nada.

Abrí la puerta y dejé pasar a Axel, que venía calado de pies a cabeza.

—Buenas noches, Grace, siento mucho interrumpir... —su voz se cortó cuando se fijó en mi camisón— tan tarde... —se disculpó desviando la mirada.

—No pasa nada, estaba despierta, no podía dormir —le dije para tranquilizarlo y crucé mis brazos para tapar un poco el pecho con la bata—. Trae, dame el abrigo. Puedes quitarte los zapatos, estás como en casa.

Me tendió su abrigo con cuidado y se descalzó con rapidez. No era la primera vez que estaba en casa. Me había caído muy bien desde el principio y no tenía problemas en que viniese a casa a hacer trabajos a pasar el rato. Puede que fuese tonta al ser tan confiada con la gente, pero era parte de mi carácter. No notaba maldad en él. Colgué en un perchero el abrigo que me había dado y regresé al salón.

—¿Chocolate caliente? —le pregunté con voz sugerente—. No hace falta que respondas, conozco la respuesta.

—Bien espeso, por favor —añadió él alzando un poco la voz.

Regresé con las bebidas y le ofrecí una de las tazas a él.

—Bueno, explícame por qué estás en mi casa a estas horas.

—Ha habido problemas en casa de mi amigo. Temas familiares. Nada grave, pero es mejor que me mantenga al margen durante una temporada. Por eso... no sabía qué hacer —me dirigió una mirada triste y después la desvió al chocolate—. Eres tú la única persona de esta ciudad con la que tengo tanta confianza. No sabía a quién acudir. No tengo tampoco mucho dinero para poder pagar alguna habitación, tenía pensado empezar a trabajar.

Me acomodé en el sofá y apoyé mi cabeza en una de mis manos.

—¿No te importará que me quede contigo al menos esta noche, no? —me preguntó finalmente poniendo cara de cordero degollado.

—Oh, por favor, Axel, no pongas esa cara. Me es imposible decirte que no.

—Muchas gracias, Grace. No sé qué haría sin ti —se quedó mirándome largo rato. Fue extraña su forma de mirarme.

—Mañana no iré a clase, no merece la pena —le dije al de un rato—. ¿Te apetece beber algo más aparte de un simple chocolate a la taza? —pregunté mientras me levantaba y me acercaba a él para recoger la taza vacía.

—Simple pero delicioso, si lo preparas tú —me tendió su taza con una sonrisa pícara.

—Venga ya, calla, idiota —me reí y fui a la cocina a preparar unas copas.

*********

—¿Quieres que te ayude? —me preguntó acercándose a mí. Estaba terminando de fregar los vasos que habíamos usado.

—No, tranquilo, estoy terminando —respondí evitando su mirada. Era la primera vez que bebía tanto. Estaba acostumbrada, pero nunca había terminado una botella entera con otra persona. Debo confesar que había propuesto beber para soltar el ambiente y que, con un poco de suerte, pasase algo entre Axel y yo. Realmente me atraía.

—Es la primera vez que te veo beber, Grace. No sabía que aguantabas tanto —estaba muy cerca de mí, su aliento me llegaba al cuello y notaba el calor de su cuerpo.

—Ni que fuese una habilidad, Axel.

Terminé de aclarar una de las copas de ron y enjaboné otra.

—Oye, Grace...

—¿Sí? —me giré para mirarlo. Su cara estaba a escasos centímetros de mí, mirándome fijamente a los ojos.

—¿Por qué no hemos hecho nada aún?

—¿A qué te refieres? —sabía perfectamente a qué se refería, pero quería que él lo dijese.

—Sé que te atraigo, y tú me gustas a mí —confesó pasando una mano por mi cuello, con suavidad—. ¿Me has ofrecido tomar copas por esto, no? Querías que pasase algo. Además ese camisón... Estoy seguro al 200% de que no sueles dormir con eso. Venga, no te pongas roja —comentó riéndose—. Qué mona.

—No digas esas cosas... —le dije apoyando mis manos sobre su pecho. Permanecimos en silencio unos segundos, mientras sólo se escuchaba nuestra respiración acompasada.

—Pero tengo razón, ¿o no? —preguntó con una sonrisa pícara cogiéndome la barbilla con su mano, haciendo que lo mirase a los ojos.

—Sí... —desvié mi mirada al suelo.

—¿Entonces, qué sugieres que hagamos? —su voz era traviesa, lo cual me hacía rabiar en parte—. ¿Qué tenías en mente hacer al ofrecerme esas copas?

—¿Si te beso te callarás? —pasé alrededor de su cuello mis brazos y lo atraje hacia mí aún más.

—Puede ser... —susurró antes de que nuestros labios se juntaran.

Mientras me besaba, primero con cuidado, con avidez después, deslizó sus manos a mis caderas, presionando mi cuerpo contra el suyo. Comenzamos a movernos, hasta que la pared se encontró a mis espaldas. Axel apoyó sus manos en la pared y yo comencé a besarle el cuello con delicadeza, a la vez que le desabrochaba los botones de su camisa.

—Pero qué traviesa que eres... —me mordió el lóbulo de mi oreja izquierda—. Cómo me gusta.

Me cogió en volandas y me llevó a mi habitación, donde me dejó en la cama mientras él se quitaba el pantalón. Yo empecé a levantarme el camisón pero él me detuvo.

—Déjame hacerlo a mí.

Inazuma Eleven - El síndrome de Estocolmo - Axel [Lemon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora