Axel Mano de obra barata

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Hacía mucho tiempo que había mandado a fuera a Axel a jugar con el perro. No había oído nada desde que lo había echado, y me preocupaba.

Salí con agilidad y me encontré a Axel jugando con una pelota un poco deshinchada de fútbol con el perro. Hiru intentaba quitarle la pelota, pero él era mejor y lo hacía rabiar.

Contemplé a ambos. Hiru parecía muy contento, movía constantemente la cola, divertido, y Axel tenía una cara radiante de alegría. Parecía que el fútbol le diese la vida.

—Ah, hola, Lía —Axel paró el balón y lo apoyó en el suelo, poniendo un pie sobre él.

—Ya está la comida, ¿vienes? —le anuncié con una sonrisa tierna.

—Claro —en ese momento, Hiru le arrebató la pelota y se la llevó consigo con la boca—. ¡Ey!

—¡Hiru, ven! —pero Hiru no me hizo caso y siguió con la pelota.

Axel y yo comenzamos a perseguirlo, pero cada vez se alejaba más. Axel se acercó bastante a él y saltó para intentar atraparlo, pero Hiru fue más rápido y se apartó. Se paró al lado suyo y yo corrí para alcanzarlo. Intenté saltar el cuerpo que estaba en el suelo de Axel, pero tropecé cuando él levantó la mano y me agarró el tobillo, haciendo que me cayese sobre él.

—¡Au! —exclamé—. Me has hecho daño, asaltador idiota.

Axel se puso encima de mí y me pasó una mano por la cara, acariciándome. Bajó la mano por el cuello y apartó unos cabellos. Acercó su cara y me besó el cuello con delicadeza. Apoyé mis dos manos sobre su pecho, él cogió mi cabeza entre sus manos y me acercó más a él. Pasé mis manos por sus brazos contorneados por el deporte, y luego pasé los brazos tras su cabeza y acerqué mi cabeza a la suya. Estábamos a muy pocos centímetros el uno del otro. Tenía la respiración entrecortada, estaba deseando besarlo. Acerqué mi rostro al suyo y cerré los ojos. Noté sus labios sobre los míos, fue una caricia. Pensaba que continuaría, pero se apartó y llamó al perro.

—No deberíamos precipitarnos —susurró él y se frotó la nuca.

Me quedé unos segundos sin saber qué hacer. Estaba sobre la hierba, con el corazón latiéndome muy rápido, despeinada, sudorosa...

—¿Y me lo dices tú, pervertido guarro? —le grité mientras veía cómo se dirigía a casa.

*********

Los siguientes días fueron un poco más de lo mismo. Yo dedicaba todo el día al piano. Debí tocar más de nueve horas diarias, pero bueno, era comprensible, iba a participar en una competición. Como Axel me dejó claro que odiaba la música a las mañanas, y aún más la clásica, decidí encargarle algún quehacer de la casa.

—¿Qué? —exclamó con indignación cuando le pedí que pintase unas paredes del garaje que habían quedado sin terminar. Aún no tenía coche, no tenía tiempo para dedicarme a sacarme el carné, y por la misma razón, el espacio no había sido terminado de pintar—. ¿Aún no te ha quedado claro que soy un asaltador de casas pervertido con una pistola cargada? —se acercó con seriedad a mí y me cogió de la cintura, intentando hacerse el sexy. Pero yo no iba a caer. El día anterior me había puesto de mal humor cuando evadió mi beso. Creía que lo estaría deseando.

—Olvidas dónde encontrar esa pistola de juguete —añadí con superioridad mientras me deshacía de su agarre—. Ahora, obedece mis órdenes, plebeyo.

—Vale, vale —separó sus manos de mi cuerpo y las alzó, en signo de derrota—. Pero, puedes ahorrarte eso de plebeyo, quiero mantener mi dignidad. Me gustaba eso de asaltador de casas. Al menos, más que lo de esclavo, plebeyo y esas cosas.

—Pensaba que te gustaban las relaciones sadomasoquistas —le dije mientras volvía al piano y me encogía de hombros—. Qué decepción...

Hice un descanso al de unas horas y salí a comprobar cómo estaba Axel. Lo encontré dormido, apoyado en el tronco de un árbol a la sombra, pegado a Hiru, que éste también dormía. Había terminado de pintar el garaje y parecía agotado. Tenía toda la ropa llena de manchas de pintura. Me acerqué a él y me agaché junto a él, saqué un pañuelo de mi bolsillo y le sequé el sudor de la frente. Para ser un atracador y delincuente era muy tierno. No parecía ser capaz de hacer daño a nadie.

Noté que me agarraba la mano de repente.

—Vaya, te he despertado —susurré sorprendida—. Lo siento.

—Tranquila, ha sido tu olor. Hueles muy bien.

—Esto... ¿gracias?

Me agarró por la espalda con su mano libre y me juntó a él. Puse las manos sobre su pecho para intentar separarme, pero al final desistí. Hundió su cabeza en mi pelo y aspiró el aroma supuestamente existente.

—Bueno, oye, a casa a comer —le solté. Me acababa de venir a la memoria el momento de ayer en que Axel se apartó de mí bruscamente. Ahora yo sería quien me vengaría.

Me levanté y le hice un gesto a Hiru para que volviese a su caseta, le iba a poner comida y agua en su bol.

Mientras comíamos, Axel me comentó cosas que había visto que podrían arreglarse por toda la casa.

—Hay cables para poner una luz en el garaje —comentó metiéndose una cucharada de arroz a la boca—. Pero está muy alto para mí. ¿No tendrás una escalera, por casualidad, no?

—No, la verdad. Nunca me había planteado arreglar y poner en orden la casa —alcé las cejas con sorpresa—. Creo que ya tengo mano de obra barata para arreglar todo —sonreí con picardía.

—Tsk... Lo hago sólo porque me pareces adorable cuando ves que has conseguido lo que querías.

—Más razón aún para que me obedezcas, asaltador viejo verde —reí mientras servía agua en nuestros vasos.

—No me van esas relaciones —se encogió de hombros—. Puede que no sea tu tipo.

Después de comer me guió hasta el garaje y me señaló al techo. Había unos cuantos cables, perfectos para poner una bombilla para urgencias.

—Lo que necesitamos es un casquillo y una bombilla, ¿no? —pregunté esperando que me lo confirmase. Lo hizo—. Es fácil. Si me aúpas lo hago yo misma.

—¿Te gusta esto de la electrotecnia? —me preguntó con curiosidad mientras me seguía de nuevo a casa a buscar el material.

—Sí, en bachiller me apasionaban las ciencias. La biología no tanto, había que estudiar —le comenté mientras rebuscaba en unos cajones de un gran mueble lleno de cajones idénticos. Menos mal que guardaba siempre este tipo de material. Tenía muchas bombillas y material de circuitos eléctricos. Cuando aún tenía tiempo solía dedicarme a las ciencias; hacía circuitos eléctricos, pequeños aparatos... Hasta que descubrí que la música me apasionaba aún más.

Inazuma Eleven - El síndrome de Estocolmo - Axel [Lemon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora