El Depredador

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Los tres nos quedamos petrificados, sin saber qué hacer, cómo reaccionar. Se me cayó de la mano el vaso del que había bebido y, como por arte de magia, en ese momento reaccionamos. En cuanto oí el ruido del cristal roto, me sobresalté, y cuando me hube recuperado del susto, me agaché a recoger los cristales rotos. Axel se agachó también para ayudarme a recoger los trozos de cristal.

—Cuidado, Lía, no te cortes —me dijo mientras quitaba la mayoría de los cristales y los tiraba a la basura—. Espera ahí que ahora lo recojo yo —y se dirigió al cuarto donde guardábamos los trastos de limpieza, al que se podía acceder por la cocina.

Oí pasos apresurados que venían del salón, y en unos segundos vi a mis amigos, que se habían acercado asustados por el ruido.

—¿Qué ha pasado? —me preguntó Sophie con cara de susto—. ¿Te has hecho daño, Lía?

—No, no ha pasado nada, tranquila —sin querer me puse nerviosa, y evoqué el momento de perversión que había vivido hacía tan sólo un par de minutos—. Sólo se me ha caído un vaso, ahora lo iba a recoger.

—Ha sido mi culpa —dijo Philip—, la he asustado cuando he entrado a la cocina.

—Y tanto que me has asustado —le respondí fingiendo normalidad—. Tanto que hasta se me ha caído el vaso.

—Te ayudo a recoger —se ofreció.

—No, no —le respondí rápidamente, mientras los echaba con las manos de la cocina—, puedo hacerlo yo sola. Podéis volver, yo iré ahora.

Salieron todos de la cocina y yo me quedé sola. Axel se había mantenido oculto en el cuarto de las fregonas y hasta me lo encontré conteniendo la respiración.

—Vengo a por la fregona, no te hagas ilusiones —le dije con una sonrisa cuando vi su rostro iluminado por una sonrisa.

—Vaya... y yo que me había emocionado... —bajó la cabeza como compungido y yo reí por su reacción. Cogí la escoba y me agaché para coger el recogedor—. Que no me entere de que ese culo pasa hambre —me susurró al oído y me dio un golpe en las caderas.

—¿De qué vas? Mi culo es sagrado —le espeté mientras empuñaba el recogedor como si fuese un arma.

—Perdona, Lía, pero eso que he tocado no es el culo. Eran las caderas —me dijo con aire de superioridad—. Si ya te digo yo que necesitas clases de anatomía...

—¡Pero lo que has mencionado sí que era el culo! —insistí y moví los brazos en protesta—. Bueno, aquí te dejaré encerrado durante un rato. Vuelvo a la civilización.

—Ey, espera —Axel me cogió por la cintura y me dio un suave beso en la mejilla—. ¿Cómo está ese chaval que nos ha visto?

—Mejor no saberlo. Eres idiota, Axel. ¿No podías aguantar tus putas ganas de meter la salchicha en algo?

—Realmente no, me estaban entrando muchos celos al ver a tus amigos... —susurra con la mirada apagada.

—Pues la siguiente vez te buscas un tutorial en esa cosa que se llama internet, y buscas cómo se hace una vagina casera. Fijo que encuentras algún vídeo que te lo explique —le digo y le cierro la puerta en las narices.

Recogí con la escoba los cristales rotos que había esparcidos por el suelo y los tiré a la basura. Luego, cogí unas patatas y unas bebidas y volví al salón.

Al de un par de horas más, mis invitados se despidieron de mí.

—Bueno, Lía, nos veremos en el concurso del la semana que viene, ¿no? —me preguntó Sophie con una sonrisa.

—¿Pero tú no decías que no te presentabas? —le preguntó confusa.

—Ya, pero me apetece verte tocar. Me encanta cómo interpretas cada obra —me sonrojé por los halagos que me dijo—. Además, quiero ver cómo reaccionáis tú y Edward cuando os veáis —Sophie soltó una risita malvada.

—Yo también quiero verlo —añadió Jane riéndose—. Tiene que ser cómico. Sobre todo cuando criticáis la forma de tocar del otro.

—Sí, bueno... —comenté junto a un suspiro—. No sé qué os hace tanta gracia. Es un tema serio.

—Eso es lo que hace gracia —soltó Sophie agarrándose la tripa con los brazos, riendo a más no poder—. Empezáis a discutir con tanta insistencia, que termina siendo muy cómico.

—Bueno, bueno, creo que os voy a echar ya de mi casa. Estáis desvariando demasiado —les dije y empecé a agitar mi mano en forma de despedida.

—Hasta dentro de una semana, Lía —me despidieron Sophie y Jane.

—Sí..., hasta la semana que viene... —suspiré.

Iba a volver a entrar a casa cuando vi que Philip seguía aún delante de la puerta.

—Lía, ten cuidado —me dijo con una voz solemne y muy seria.

—¿Por? —le pregunté confundida—. Por cierto, lo de antes... Ha sido él, es muy impulsivo y tiene una mente perver...

—Ten cuidado con él —me interrumpió sujetándome las manos—. Es un asesino.

—¿Qué? —me salió la risa floja por lo que me había dicho—. ¿Axel, un asesino? ¿De qué hablas, Philip?

—Si vieses más las noticias, te hubieses enterado —me regañó—. Apareció hace un par de meses en las noticias. Es un asesino. Suele entrar como un ladrón en las casa donde sólo hay mujeres. Estudia a las víctimas un tiempo antes de llevar a cabo el crimen. Se hace pasar por un ladrón y secuestra a las víctimas durante un tiempo.

Me empecé a preocupar. El modus operandi de ese asesino se parecía mucho a lo que yo había vivido en los últimos... ¿dos meses, quizá? ¿Y si era una broma de Philip, porque se había molestado al verme con Axel? Sabía que le gustaba desde hace tiempo, pero que hiciese eso... no era muy propio de él. Además, no le había dicho a nadie nada sobre Axel ni sobre cómo lo conocí. ¿Hacía tanto tiempo que no veía la televisión? ¿Cómo es posible que no me hubiese enterado?

—Después de tenerlas secuestradas un período de tiempo, que suele variar dependiendo de la víctima, las mata. No sin antes haber tenido varias veces relaciones sexuales con ella, obviamente —hizo una pausa, que me dejó preocuparme más de lo que ya estaba—. Oh, sí, se me olvidaba. Una curiosidad de las víctimas es que todas son jóvenes y vírgenes. Se piensa que le encanta ser su primera vez. Y, además, se cree que todas las víctimas no opusieron ninguna resistencia a las relaciones sexuales.

—Vaya, ese hombre debe ser un gigoló —comenté, intentando quitarle peso al asunto—. ¿Cómo... sabes que es él? —le pregunté con temor.

—Búscalo en internet. El depredador. Seguro que lo encuentras, son idénticos. Tiene que ser él.

Se me humedecieron los ojos y me abracé con fuerza a Philip. Por primera vez desde que conocí a Axel, sentí miedo. Miedo de verdad. Es increíble cómo saber esto me producía más inquietud e inseguridad que la primera vez que conocí a Axel, siendo apuntada por una pistola, desnuda.

—No puede ser, no puede ser...


Inazuma Eleven - El síndrome de Estocolmo - Axel [Lemon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora