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-¿Por qué agarraste mi celular? -preguntó Ramiro, mientras yo dejaba el celular en la mesita de al lado del sillón.

-Porque estaba sonando y no me dejaba dormir. -hice una pausa. -¿O qué? ¿Tenes algo que ocultar?

-¿Desconfías de mi? -preguntó.

-No, nunca... -me interrumpió.

-¿Sabes cuantas veces pensé que estabas con Bruno o Nacho y no te dije nada? -dijo, alzando la voz. 

-Pero para Ramiro.. yo.. -volvió a interrumpirme. 

-Boluda, ¿vos te pensas que no me doy cuenta de que soy más cornudo que un toro? -esa fue la gota que rebalsó el vaso, lo miré y no encontré al Ramiro del que yo me había enamorado. Agarré la cartera y salí de la casa sin decir más nada. Caminé un rato sin rumbo hasta que se me ocurrió ir con mi hermano... que vale aclarar que no solo es mi hermano... si no que también es el que se aguanta mis llantos, mis cambios de humor, mis alegrías y mis tristezas, mis idas y vueltas, que me arregla las cagadas y que me entiende, el único que me ama así cómo soy desde el día que nací. 

Caminé (más bien corrí) hasta llegar a la puerta de la casa que antes compartía con Gonzalo. Toqué timbre y vi a mi hermano salir con cara de dormido. Me miró y alzó una ceja. 

-¿Qué haces acá, enana? -dijo, con voz de dormido.

-Te necesito. -murmuré y me tiré a sus brazos. Me abrazó con fuerza y me besó la frente. Cerró la puerta y me tiré en el sillón.

-¿Salvi? -preguntó.

-Con Ramiro. -dije su nombre casi en un susurro inaudible. 

-¿Qué te hizo ahora? -preguntó, mientras me acunaba entre sus brazos. Puse mi cabeza en su pecho y respiré profundamente. 

-Me dijo que el sabía que yo estaba con otra persona... pero yo no estuve con nadie y no entiendo nada. -mi hermano me abrazó más fuerte y, entre llantos, me dormí en sus brazos. Me levanté al día siguiente porque me acariciaban la frente. Abrí los ojos y estaba mi hermano mirándome fijamente. Hice una mueca y me di cuenta de que al lado de el estaba Salvador. Lo abracé fuerte y me paré del sillón. -Me voy, Gonza. No puedo estar más acá, aunque quiera no puedo. -suspiré y alcé a mi bebé, para después salir y tomarme un taxi para ir a mi casa. 

Al bajar del taxi entramos al edificio y subimos al departamento. 

-Salvi, nos vamos a ir por un tiempo a otro lugar ¿sabes? -el bebé me miró extrañado, claro... no entendía. Le sonreí y el me devolvió la sonrisa. Empecé a hacer las valijas, primero nuestra ropa y después los juguetes y cosas que no podíamos olvidarnos. En el transcurso de ese día recibí quince llamadas de Gonzalo y dos de Ramiro. Pero no le respondí a ninguno de los dos, porque sabía que estaban juntos. Les mandé un mensaje a mi mamá  y a mi papá, para avisarles que me iba a ir a un lugar lindo, y lejos, pero les dije a donde. 

Fuimos al aeropuerto, dejamos las valijas para que las revisaran y subimos al avión. 

Era el comienzo de una nueva vida ¿linda? no sé, pero sin Ramiro... eso es seguro. 


Mi elegido {ramiro nayar}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora