Capítulo Cuatro.

5.2K 459 32
                                    

Llevaba un mes yendo a visitar a Brandon por las noches, siempre íbamos al claro. Nos habíamos hecho muy buenos amigos, lo compartíamos casi todo, no podía contarle los planes de las Guardianas. Desde que estábamos los dos juntos me sentía diferente, los días se me hacían interminables, solo quería que llegase la noche e ir a ver a Brandon. Jamás me había sentido así y no estaba segura de si me gustaba...

Me dirigía a su cabaña, cuando vi a lo lejos un torrente de humo, en dirección a su casa. El corazón se me detuvo en el pecho. ¡Brandon! Volé lo más rápido que pude, sabía que él corría peligro.

Cuando llegué, toda la cabaña estaba ardiendo. No lo dudé ni un segundo, y entré en ella. Despejaba mi camino con la mano, dando pequeños soplidos de aire que apagaban el fuego. Encontré a Brandon inconsciente en el suelo de su habitación, tenía sangre en la cabeza. Alguien le había atizado un golpe y había hecho arder la cabaña. Cogí a Brandon y para marcharnos de allí, pero justo cuando íbamos a salir, el techo de la puerta se derrumbó. ¡Maldita sea!

Estaba sudando debido al calor del fuego, me costaba pensar con claridad. El hueco del techo era grande, pero el fuego lo taponaba. Sople una gran bocanada de aire y el fuego remitió hacía los lados. Pegué un gran impulso y nos saqué a Brandon y a mí de aquel lugar, aterricé a un par de metros de aquel infierno.

-Brandon, despierta. ¡Brandon! –No despertaba por más que insistiese.

Me sentía culpable de lo sucedido, si hubiese llegado un poco antes... No pude evitar que las lágrimas cayesen por mis mejillas, abracé sin consuelo su cuerpo inerte. Seguía con vida pero estaba muy débil, había respirado muchísimo humo.

-¿Por qué lloráis, Astrid? -Dijo él tosiendo. -Estoy bien, me habéis salvado.

Alce el rostro, el cual estaba escondido en su pecho. Dioses, todavía no me podía creer que estuviese bien, que me hablase. Por un momento pensé que lo había perdido. Eso me hizo derramar más lágrimas.

-Shh, no lloréis mi bella Guardiana. -Dijo Brandon mientras me limpiaba las lágrimas que arrasaban mis mejillas.

Nos miramos a los ojos, los suyos de un profundo color chocolate y los míos de un penetrante aguamarina. Cada vez estábamos más cerca, sentí su aliento chocar contra el mío. Deseaba lo que iba a ocurrir. Al principio solo fue un mero roce de labios, pero poco a poco se fue haciendo más intenso. Nuestros cuerpos estaban muy juntos, habíamos acabado tumbados en la hierba, mis manos en su cuello y las suyas en mi cintura. Estábamos profundamente entregados en ese beso, pero un gran estruendo nos saco de nuestra fantasía.

La cabaña que ardía a metros de nosotros, se había derrumbado. Vi el rostro apenado de Brandon. Sabía todo lo que esa casa había significado para él y su madre, los recuerdos que le traían de ella... Le acaricié el rostro con una mano.

-Ven conmigo, Brandon. -Me levanté del suelo y le tendí una mano. Él la acepto sin demora.

Decidí que sería mejor idea ir dando un paseo, que echar a volar. Mis alas están un poco resentidas del esfuerzo realizado anteriormente. Nos dirigí a la pequeña cabaña improvisada que construí el día que nos conocimos. La llevaba preparando unos días, iba a ser una sorpresa... pero el destino ha querido que se la muestre ya. Habíamos llegado, en todo el camino ninguno de los dos ha abierto la boca.

-Espera aquí. -Le dije a Brandon con dulzura. Él solo asintió por respuesta.

Me sentía tímida, nos habíamos besado y no había sido casto como los otros besos... He sentido la pasión burbujeante como fluía de nosotros. No sabía en que pensar, así que ocupe mi mente en otros quehaceres. Encendí las velas cuando entré, coloqué bien las mantas en el pequeño lecho que había construido, era un lugar calentito donde los largos días de invierno, no se notarían tanto.

-¡Brandon! -Grité para que entrase dentro.

Cuando entró dentro se quedó estupefacto, el sitio había cambiado mucho desde la última vez que estuvimos los dos juntos aquí.

-Vaya... Esto es... Precioso. -Dijo Brandon todavía sin habla. -¿Es para mí?

-Sí. Verás llevaba preparando esto unos días, se acerca el invierno y yo puedo tolerar bien el frío, pero tú no tan bien. Así que había creado este refugio para los dos...

De pronto la vergüenza se apoderó de mí. Agaché la cabeza. Esto hace unas horas, parecía un gesto inocente, pero ahora que nos habíamos besado... parecía que buscaba algo más. "¿No es así, pequeña Astrid?". "¡No! ¡Cállate!". Le dije a mi conciencia, yo no pensé en eso cuando lo hice, pero ahora... ¡Por los Dioses!

-Parece otra cosa, pero juro que lo pensé con buenas intenciones, Brandon. -Me puse las manos en el rostro para que no viese mis mejillas coloradas.

Se acercó a mí despacio, posó sus grandes manos encima de las mías y poco a poco fue bajándolas. A continuación, me dio un dulce beso en la sien y me susurro un amable "gracias". Con todas estas emociones asaltándome, me había olvidado de una cosa. El fuego no había surgido de la nada, alguien atacó a Brandon.

-Brandon, ¿Tenéis idea de quién os querría muerto? -Al segundo de formular la cuestión, me vino alguien a la cabeza. El "Señor" de las tierras, su padre.

-Creo que por vuestra mirada ya lo sabéis.

-Dejadme examinaros la cabeza. -Le pedí.

-No me duele, es extraño. -Dijo Brandon frotándose donde le habían ocasionado el golpe.

Lo senté en el lecho, y le bajé la cabeza. Que raro, no tenía ninguna señal y yo juraría que tenía la cabeza abierta.

-No lleváis nada, Brandon.

Se incorporó, me miró a los ojos. Parecía que pudiese ver dentro de mí. Con su mano derecha me acarició el rostro, yo simplemente cerré los ojos y disfruté de su contacto.

-¿Qué sentís por mí, Astrid? -Abrí los ojos de inmediato. -¿Qué diríais si os dijera que os amo?

-¿Me amáis? -Logré decir, no podía salir de mi asombro. -Yo... yo... Brandon...

No sabía que contestar, ¿Sentía algo por él? Si lo hacía. ¿Amor? No lo sabía. Hice un juramento de celibato, mis Hermanas ante todo. Pero ahora no tenía ni idea de que hacer, de que pensar. No sabía que estaba llorando hasta que Brandon me enjugó una de las lágrimas que caían por mis mejillas.

-Mi deber es para mis Hermanas, Brandon. Hice un juramento. Lo siento. -Me aparté de él dispuesta a irme de allí. Pero me agarró del brazo.

-Si no existieran ni tus Hermanas ni nada que os impidiese amarme, ¿Lo haríais? -Lo pensé y sabía la respuesta.

-Sí, lo haría. -Sin ninguna duda, ahora lo tenía claro, creo que ya lo hago.


Astrid. (Guardianas Del Bosque 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora