Epílogo.

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20 años más tarde.

Me encontraba sobrevolando el Bosque, con rumbo hacía el campamento. Venía de comprobar que todo iba bien en las celdas marinas, ya que últimamente estamos recibiendo ataques de parte de Ángel y su hija, Dríane. Todavía no habían conseguido nada, pero como siguiesen igual de feroces en sus siguientes ataques, llegaremos a tener un serio problema. Tendría que reforzar la zona, y destinar más Guardianas al lugar. Ser la Madre de las Hermanas del Bosque da mucho trabajo... Echo de menos a Fénix, ella habría llevado mucho mejor este asunto.

Aterricé suavemente, sobre el techo de mi cabaña en el campamento. Bajé deslizándome por las escalerillas, localizadas bajo una trampilla. Mi hija, Dafne, me estaba esperando dentro. Se la veía tranquila, sentada sobre sus piernas dobladas bajo su cuerpo. Tenía el cabello del mismo tono que mi Brandon. Me recordaba tanto a él en algunas ocasiones...

―¿Madre, Todo bien? ―Cuestionó mientras se levantaba del suelo. ―Tenéis mala cara. Si no os apetece acudir al baile del castillo...

―Estoy bien, Guardiana. ―La corté.

―Tengo muchas ganas de ir al castillo, no sé, pero esos bailes me parecen mágicos. ―Rió mi hija dulcemente.

―Sí... ―Susurré.

La verdad era, que desde que Brandon ya no pudo venir a verla, yo la llevaba al castillo con excusas; como por ejemplo, observar las costumbres humanas. Pero al enterarse del baile, me rogó por acudir a él. No me pude negar, más sabiendo que este era celebrado en honor del día del nacimiento de mi otro hijo, Brian.

―¿No es una gran casualidad que el hijo del Conde y yo seamos de la misma edad? ¿Del mismo mes y día? ¡Podríamos ser mellizos!

Abrí los ojos desmesuradamente ante su comentario entusiasta. Que tan cerca esta de la verdad mi pobre niña. Si ella supiese...

―Deja ya toda la palabrería. Sí no nos vamos ya, no llegaremos a tiempo.

Casi una hora después, nos encontrábamos en la entrada del castillo. Esta vez no iríamos de incógnito, nos presentarían antes de entrar al salón de baile como al resto de invitados. Eramos las invitadas especiales del Conde. El hombre que se encargaba de la tarea de anunciar a los recién llegados, nos miró de pies a cabeza y al ver que no llevábamos con nosotras una carabina; ya que las dos parecíamos jóvenes entrando en la veintena; puso mala cara. No me importó y empujé levemente a Dafne, que se encontraba obnubilada por todo a su alrededor.

―Buenas noches, jóvenes damas. ―Se inclinó el hombre. A pesar de todo, teníamos aspecto de ser absurdamente ricas, ya que íbamos ataviadas con unos elegantes vestidos de la época. Le entregué la invitación y este al leerla tragó fuerte. Acto seguido, nos anunció a todo el salón: ―Astrid, Madre de las Hermanas del Bosque. Dafne, Guardiana del Bosque.

Todos allí presentes se callaron inmediatamente. Sentí miles de ojos posados en mí y en mi hija, pero no directamente, ya que tenían miedo de ofendernos. Conforme andábamos hacia donde se encontraban sentados Brandon y mi hijo, se podían escuchar los murmullos de la gente que dejábamos a nuestras espaldas.

―Conde Brandon, os veo bien. Brian, me alegro de volver a veros, os deseo un feliz día. ―Dije jovial, con una sonrisa plasmada en mis labios.

―Gracias, mi señora Guardiana. ―Brian inclinó la cabeza en señal de respeto.

Detrás de mí, se encontraba una muy ansiosa Dafne. Ella quería darle el regalo a su hermano, aun que no sepa quien es él en verdad, yo se que su corazón alberga amor fraternal por él.

―Quería presentaros mi regalo por vuestro veintiún cumpleaños, mi señor. ― Dijo Dafne con voz dulce y risueña.

―Me encantaría, mi señora, sería todo un honor.

Dafne se acercó hasta donde el estaba sentado; lo miró a los ojos, estos eran del mismo intenso azul estrellado que los míos; Los de ella eran de un salvaje verde, realmente no sabía de quien los había heredado. De repente Dafne le plantó un casto beso en los labios a su mellizo, se podía ver a la legua como no era más que un inocente gesto, sin pasión alguna. El recibidor del beso, se veía notablemente sorprendido. Por mi parte no puede evitar mirar a Brandon y ver como él al igual que yo, contenía la risa.

―¿Mi señora? ―Preguntó Brian, confundido, cuando Dafne se separó.

―A partir de ahora, cuando os encontréis en peligro solo tenéis que decir mi nombre y yo acudiré donde te encuentres.

―Me habéis dejado sin palabras con vuestro regalo, mi señora.

―Ahora es mi turno, joven. Pero siento deciros que este regalo no proviene de mis labios. ―Todos reímos por el comentario. ―¿Me entregáis vuestra espada?

―Claro, mi señora. ―Dijo mientras la desenvainaba de su cinto, el cual colgaba a un lado de su cadera.

Cuando me la entregó, la observé detenidamente. La acaricié con los dedos, pasando estos por el afilado y frío metal. Entonces la acerqué a mi rostro y soplé sobre ella.

―Ahora, nadie será capaz de quebrar este acero. Con el podrás partir en mil pedazos cualquier cosa que se te ponga por delante. ―Dicho aquello le entregué la espada.

―Muchas gracias, mi señora.

Brandon hizo un gesto hacía la banda de músicos para que estos comenzasen a tocar. Brian se levantó con una sonrisa, igual que las de su padre.

―¿Mi señora, me haríais el hombre más afortunado con un baile? ―Le preguntó Brian a su hermana, Dafne.

―Claro, mi señor. ―La aludida agarró con delicadeza el brazo que Brian le extendía y se encaminaron al centro del salón.

Yo miré a Brandon, mi dulce Brandon, que a pesar de que los años se hacían de notar en él, no lo pude admirar más. Había hecho de nuestro hijo, un hombre encantador. Amaba a este hombre con todo mi ser y siempre sería así.

FIN.

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Siento deciros que... he aquí el fin de esta historia... Espero que realmente os haya gustado.

Os recuerdo que el mundo de las Guardianas del Bosque no acaba aquí. Tenéis disponibles:

1- La Última Guardiana

2- Astrid

3- La Diosa Maldita

4 - Dafne (Continuaría la línea de esta historia)

Un Besito para todos y votar y comentar si os ha gustado :D

Astrid. (Guardianas Del Bosque 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora