La noche había caído ya sobre nuestras cabezas. Iba caminando por los pasillos del castillo, notaba una sombra acechándome. Por más que intentará deshacerme de ella no lo lograba. Entré en mis aposentos, a descansar al fin, tras un agotador día soportando al viejo Conde mirarme con sus lujuriosos ojos. Temblé al recordar.
Estaba acostada en la cama, no podía parar de pensar en Brandon y lo mucho que lo echaba de menos... Pegué un salto del lecho, me vestí rápidamente. Abrí la ventana de la habitación, me asomé e hice crecer una robusta enredadera; ya que tenía que salir discretamente y volar llamaría mucho la atención de los guardias.
Una vez fuera de los límites del castillo, desplegué las alas y eché a volar. En apenas veinte minutos había llegado a mi destino; la cabaña, Brandon.
No había ninguna luz prendida en el interior, así que supuse que ya estaría dormido. Abrí la puerta sigilosa, no quería despertarlo. Ahí estaba él, profundamente dormido. Se revolvía en el lecho, parecía que un mal sueño lo había poseído. Fui a él lo más rápido que mis piernas me dejaron.
-Brandon. -Susurré cariñosamente. -Despierta.
Solo recibí quejidos por su parte. Lo moví un poco para que se despertase. Entonces comenzó a levantar los parpados, bostezó y cuando me vio pego un brinco en el lecho; asustado.
-Brandon, tranquilo soy yo. -Le acaricié el rostro.
-Astrid... -Dijo con voz ronca.
Me abrazó, sus fuertes brazos me aplastaron en su pecho. Por primera vez en muchos días me sentía feliz, con Brandon.
-Te he echado de menos...
-Yo también... -Contesté.
Me desperté a la mañana siguiente con la salida del alba. Tenía que irme al castillo o me metería en problemas. Di media vuelta en el lecho, observé el rostro relajado de Brandon. Dioses, como lo amaba. No pude evitar acariciarlo y este se despertó al tacto de mis dedos en su rostro.
-Me tengo que ir Brandon. -Dije apenada. Él solo me besó.
Ya devuelta en el castillo, la Condesa me estaba esperando en su alcoba.
-¿Por qué habéis tardado tanto? -Exigió saber ella.
-Lo lamento, mi señora Condesa, tuve que atender un asunto urgente. -Intenté excusarme.
-No hay nadie más importante que mi persona. ¿Os enteráis?
-Sí, mi señora Condesa.
-Bien. Informadme como se encuentra la salud del señor Conde.
-Ya está repuesto del todo. Hoy ya puede llevar la vida normal.
-Vale, eso es todo. Podéis retiraros.
Incliné el cuerpo antes de desaparecer por el gran portón de la habitación de la Condesa. Me dirigía a los jardines del castillo; para desconectar un rato en la naturaleza; pero volvía a tener la incomoda sensación de que alguien iba tras mis pasos. Miré a mis espaldas, pero no había nadie.
En el jardín se encontraban una sirvienta; Beatriz creo que se llamaba; y María; la hija de los Condes; estaban jugando. Me acerqué a ellas con una sonrisa.
-Buenos días. -Dije a ambas.
-Con los Dioses. -Respondió la sirvienta.
Me senté en un banco que había al lado de ellas. Beatriz y la niña estaban en otro situado a un metro escaso de distancia.
-¿Dioses? -Pregunto la infante. -Mama dice que solo hay un Dios.
-Hay personas que piensan que hay más de un Dios, pequeña Condesa. -Respondió con dulzura la sirvienta. -Pero este es un secreto entre tú y yo. ¿De acuerdo?
-¡Vale! -Gritó la niña mientras sacudía los bracitos.
Se echó a correr por los extensos jardines, persiguiendo a las mariposas que pululaban por el aire.
-¿Cómo sabéis que yo no os delataría? -Le pregunté.
-He visto vuestro colgante con el anillo, el que escondéis debajo del cuello del vestido.
-Sabéis que está prohibido adorar a los Dioses paganos dentro de los muros de este castillo... ¿Pero aun así os arriesgáis?
-No conozco otra forma de vivir... Pero por mucho odio que le tenga el Conde a las Hermanas del Bosque y sus Dioses, ellas hacen algo por las personas, mientras que él solo las destruye.
-Sabias palabras... -Me quedé pensativa un rato, las dos en silencio.
-Creo que es la hora de la comida de la señorita... ya nos veremos Astrid. -Se despidió Beatriz con una sonrisa.
Quince minutos después fui a levantarme para ir a comer, pero al estar en pie perdí el equilibrio. Tuve que sujetarme en el banco de piedra para no caer al suelo. Que extraño... ¡No podía ser lo que estaba pensando!
Me salté la comida, fui a mi alcoba directamente. Cogí lo necesario para hacer una prueba rápida pero eficaz. Lo mezcle todo en un mortero, lo aplasté y luego lo derramé en un tarro pequeño con agua de sándalo. Luego tuve que hacer pis en él. Si el agua se ponía de color negro después de diez minutos, estaba embarazada y si no pasaba nada... pues no lo estaba.
Estaba ansiosa, sentada en el lecho, con el tarro en las manos, a la espera de la gran noticia. Jamás me hubiera imaginado siendo madre. Deposité el tarro en la mesilla al lado de la cama, entonces, toqué mi vientre con ambas manos, ¿Será posible que una vida esté creciendo en mi interior?
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¡Lo siento muchísimo por tardar tanto!
No tengo perdón... :(
¡Qué los Dioses se apiaden de mi persona! *risa*
Bueno ahora hablando seriamente, este capítulo es cortito, pero no tardaré en subir el siguiente para compensar.
¿Qué pensáis que dará el "test" de embarazo?
¡¡Un saludito!!:)
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Astrid. (Guardianas Del Bosque 1)
FantasyNo lo pensé ni un segundo más, me la llevaría al campamento. Después de todo ninguna de las Hermanas me puede poner objeciones, ya que nuestro deber es preservar la vida y la naturaleza contra todo mal y dejar que la bebé muera es una pura atrocidad...