Capítulo Dos.

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Brandon en multimedia:)

Me quedé consternada con la terrible historia que Brandon acababa de contarme. Ha debido de sufrir muchísimo... me daba lástima, parecía un buen hombre.

— ¿Qué ocurrió con vuestra madre, Brandon?

—Debe de seguir en la cabaña que tenemos a las afueras del pueblo. —Contestó apenado. —Si no se la han comido las alimañas.

—Yo puedo ayudaros a darle una sepultura como se merece, seguro que fue una buena mujer.

— ¡Oh, miles gracias mi señora! ¿Cómo podría pagaros esto que estáis haciendo por mí?

—No tenéis nada por lo que pagar. Veras... bueno será mejor que te lo muestre. ¿Qué tal os encontráis? ¿Podéis caminar?

—Creo que si mi señora. ¿Qué queréis hacer?

—Llevadme a vuestro hogar, Brandon.

Dos horas después, llegamos a una humilde cabaña en las lindes del pueblo. El olor a putrefacción inundó mis fosas nasales, conforme más nos acercábamos más fuerte se hacía el olor. Le pedí a Brandon que me esperase fuera, no quería que viese así a su madre.

—Pero señora, ¿Qué piensa hacer usted ahí sola?

—Ayudar a vuestra madre. No os preocupéis. -Lo tranquilicé.

Al entrar, vi a la mujer en una mesa. Su estado de descomposición era avanzado ya, ¿Cuántos días habían pasado desde que Brandon estuvo en manos de esos matones? Saqué unas cuantas hierbas que llevaba en mi pequeño bolso de cuero. Cogí un mortero y las machaqué, el resultado lo fui aplicando a ciertas zonas del cuerpo de la mujer. Este se fue reparando, hasta recuperar su forma original. La descomposición se había detenido, perfecto.

Salí fuera, vi a Brandon sentado a un lado de la puerta. Se levantó en cuanto me vio. Con un gesto le dije que pasase a dentro. Se quedó sin palabras cuando vio el cuerpo de su madre sin ningún signo de la muerte. El olor también había desaparecido, solo olía a las dulces hierbas que había utilizado.

— ¿Qué habéis hecho? Parece que esté dormida... —Dijo el estupefacto.

—Necesito algo para llevarla al Bosque, allí le daremos su descanso eterno.

—Si claro... tenemos una mula, voy a por ella, espere aquí mi señora.

La luna estaba en su punto álgido, estábamos en el Bosque, yo quería llevarla a uno de los lugares más sagrados del Bosque, donde solo unos pocos mortales habían estado. La historia de este hombre me había llegado muy hondo, yo no pude darle a mis padres una sepultura digna... ni si quiera los conocí.

—Sabes, todavía no me habéis dicho como os llamáis. —Dijo de pronto Brandon. —Me ofrecéis vuestra ayuda mi señora, ¿pero no vuestro nombre?

—Astrid.

—Astrid. -Repitió él, saboreando cada letra. —Un nombre precioso. Sabéis Astrid, sois todo un misterio.

— ¿Por qué? —Reí.

—No conozco a ninguna mujer que se atreviera a merodear el Bosque con un hombre, al que apenas acaba de conocer.

—Bueno, eso es porque yo no soy como las demás mujeres. No deberíais de olvidar eso, Brandon.

—No lo olvido, Astrid. -Me estremecí al escuchar mi nombre salir de sus labios. — ¿Por cierto, a dónde nos estáis llevando? ¿Este no es terreno sagrado del Bosque? Deberíamos dar la vuelta, mi señora.

—Shh, estamos cerca.

Ya habíamos traspasado las fronteras del Sagrado Bosque, en unos minutos llegaríamos a nuestro destino. Cogí las riendas de la mula que Brandon había estado llevando todo el camino.

—Ya hemos llegado. -Le sonreí en la oscuridad de la noche. — ¿Estás listo para esto?

—Lo estoy. Aun que creo que estoy loco.

—Coger a vuestra madre, necesito que la depositéis en aquel árbol, apoyadla contra el tronco. Gracias.

— ¿Qué planeáis, mi señora? —Cuestionó él inquieto.

—Ahora lo veréis. —Le dije yo misteriosa.

Me arrodillé frente al cuerpo, sentí como la tierra y la hierba fresca me daban la fuerza de mi poder elemental. La naturaleza y yo éramos una sola. Deposité mis manos en la tierra y clavé los dedos en esta. Las raíces del árbol en las que la mujer estaba apoyada, empezaron a moverse lentamente. Cubrieron el cuerpo, como si se tratase de una manta, se fusionaron en uno. Ahora el alma de esta mujer estaría sujeta a la naturaleza de por vida, viviría para siempre.

Me levanté del suelo y al girarme vi el rostro de espanto de Brandon. Ya sabía lo que yo era, una Hermana del Bosque.

—Brandon... no me temáis. No os haré ningún daño, os lo juro.

—Mi señora, yo yo... os agradezco en el alma lo que habéis hecho por mi madre, pero creo que nuestros caminos deberían de separarse... tú, yo... no puede ser, sois una Hermana del Bosque y yo un simple campesino y para más deshonra, bastardo.

Brandon se subió a lomos de la mula y se fue de allí lo más rápido que pudo.

—Es mejor así. —Dijo una voz entre las sombras de los árboles. —No te conviene enamorarte mi querida Astrid.

—No pensaba enamorarme. Solo quería ser amable con él, es un buen hombre, puedo sentirlo, Madre. -Contesté apenada.

—Lo mismo pensaba yo, una de las mejores guerreras de la antigüedad y acabé casada y con varias niñas preciosas a las que cuidar. —Dijo Fénix melancólica por los recuerdos de su pasado. —Luego cuando la vida te arrebata lo más preciado que tienes, piensas que ya no quieres seguir viviendo pero llega alguien que te da un motivo por el que seguir.

No pude contenerme, le di un gran abrazo. Quería muchísimo a esta mujer, ella había sido como una madre para mí. La llamaba Madre pero no porque lo fuese, sino porque era la líder, la Madre Creadora, la Primera Hermana y Guardiana del Bosque. No podía evitar sentirme entristecida por todas las penalidades que ella había tenido que pasar. Su marido murió a manos del rey al que servía, porque este rey quería que Fénix fuese su amante y su marido, no lo permitió. Ella escondió a sus tres hijas con su hermana y fue a hablar con el rey enemigo y le entregó sus servicios como guerrera, su destreza era tan legendaria como su belleza exótica. Fueron a la batalla, y en esta batalla un hombre sin honor atacó a Fénix por la espalda y le cortó la cabeza. Una Diosa, concretamente la de la Lucha y la Guerra, también llamada Erixi, se apiado de ella y la convirtió en lo que es hoy. La primera Guardiana del Bosque. Le dio un motivo por el que seguir con vida... pero no pudo volver con sus amadas hijas, ya que si no se arriesgaba a que alguien acabase con sus vidas. Ellas vivieron felices con su tía y sus primos, sin saber que su madre seguía con vida y las seguía protegiendo en la distancia.

Astrid. (Guardianas Del Bosque 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora