Capítulo Cinco.

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Fénix acababa de contarme su plan, dado que yo era su mano derecha, consultaba conmigo las decisiones antes de llevarlas a su fin. Ella quería que una Guardiana se infiltrarse en el castillo del "señor", lo engatusase y entonces lo capturase, para realizar un juicio contra el en la Sagrada Asamblea del Bosque. A mí me pareció un buen plan, ese hombre, si se le podía llamar así, necesitaba un justo castigo.

-Bien, confío en ti, Astrid. -Dijo Fénix. Ella era la única que me decía solo por mi nombre, a excepción de Brandon...

-Estaré a la altura, Madre. -Me había ofrecido yo como voluntaria para llevar a buen fin la misión. -¿Cuando se llevará a cabo?

-Dentro de dos días. Te harás pasar por una de las damas de compañía de su esposa. Ella creerá que solo vas allí por tu buena mano con las plantas medicinales. Padece de fuertes migrañas y ha oído de una dama de un lugar lejano, que las cura con un remedio de hierbas muy eficaz. Una vez que ya estés dentro del castillo solo tendrás una noche para secuestrarlo, por que sino alguno de sus hombres podría reconocerte. ¿Todo claro, Guardiana?

-Sí, Madre. En tres días tendréis aquí a ese... hombre. -Dije con ironía la última palabra.

Mi turno había acabado ya, así que fui a la cabaña a ver a Brandon. Sé que debería de poner distancia entre los dos, pero no podía hacerlo, era superior a mis fuerzas. Algo dentro de mí me empujaba a él, como si fuéramos un árbol escalando por conseguir la luz del Sol.

Golpeé en la puerta antes de entrar, para avisar de mi llegada. Nadie me contestó así que pasé dentro, preocupada por Brandon. Cuando ya estaba dentro observé que no estaba él. Fui al lecho y me senté, en ese momento me di cuenta de lo cansada que estaba realmente. Me acabé tumbando y finalmente el sueño se apoderó de mi ser.

Unos dedos tocaban mi rostro suavemente, oía susurros a lo lejos, mas mi mente todavía se encontraba en el mundo de los sueños. De repente comencé a sentir algo húmedo que se arrastraba por mi garganta, el letargo fue abandonando mi cuerpo, haciéndome ver que eran besos de Brandon lo que sentía en mi cuello.

-Brandon... -Susurré su nombre.

-Despierta, Astrid.

Me estiré en el lecho, di media vuelta y miré a Brandon a los ojos. No pude evitar la tentación de levantar la mano para acariciar su bello rostro. Las facciones eran duras pero esos dulces ojos color chocolate las suavizaban; sus labios gruesos se me estaban haciendo irresistibles en ese momento; su pelo era castaño cobrizo, le caía hasta la nuca.

Brandon se agachó hasta que sus labios tocaron los míos, el contacto fue electrizante. Enredé mis dedos en su cabello, me moría por apagar las llamas que nos consumían a ambos pero eso no podía ser. Salí de la bruma de pasión que nos rodeaba. Le aparté un poco y así romper el beso.

-Brandon, yo... -No pude continuar, él me tapo la boca.

-Lo sé, solo no he podido resistirme a ti.

-Yo tampoco puedo, no sé cuanto más voy a poder poner límites. No soy capaz de alejarme de ti, Brandon. -No callé por más tiempo lo que sentía.

-Vayámonos lejos de aquí, donde nadie sepa de nosotros. Casémonos, tengamos una familia, niños...

-Eso suena precioso, Brandon, más no puedo, hice un maldito juramento. -Dije enfadada con el mundo.

-Vale, no nos vayamos a ningún lado. Simplemente cásate conmigo. -Brandon entrelazó sus dedos con los míos.

-Pero el juramento... -Volvió a cortarme la frase.

-Sabes que tarde o temprano vamos a caer en la tentación de ir a más. Prefiero que sea cuando nos pertenezcamos ya el uno al otro. Cuando nuestras almas estén ligadas para la eternidad. Yo te amo, Astrid, por muy Guardiana del Bosque que seas.

Sus palabras calaron muy fuerte en mi sensible corazón. Brandon tenía razón, no tardaríamos mucho en sucumbir en la tentación. En mis 500 años de vida no había conocido a nadie que me hiciese sentir nada parecido, nadie que me haya hecho replantearme si quiera mi juramento con las Hermanas del Bosque. Brandon en tan solo unos meses... había hecho mella en mi corazón y en mi vida entera, la había puesto patas abajo.

-Acepto, Brandon, me casaré contigo.

Nada más decir esas simples palabras, pero llenas de un enorme significado, Brandon me estrechó en sus brazos. Ese era el lugar que más me gustaba en el mundo, donde más segura me sentía.

-Celebremos la ceremonia cuanto antes, ansío hacerte mi esposa para la eternidad. -Susurró contra mi cabello.

-Yo también lo ansío... -Susurré yo a mi vez.

Nos comenzamos a besar apasionadamente. Sus dedos se aferraban a los lazos de mi corpiño, cuando una voz nos interrumpió. Pegamos los dos un bote y nos separamos al instante.

-Niños, ¿Es que no se os puede dejar solos? -Dijo Fénix parada en la puerta.

-¿Madre? ¿Qué hace aquí? -Pregunte confundida a la par que asustada.

-Solo estaba de visita, pero menos mal que he llegado a tiempo. -Se reía mientras decía eso.

-No lo entiendo, ¿no está enfadada?

-Porque iba a estarlo. Solo sois dos jóvenes enamorados, no hay nada de malo en ello.

-Mi señora Guardiana, mi nombre es Brandon y os juro que amo a Astrid. Quiero casarme con ella, ¿Nos dais vuestra bendición?. -Me giré estupefacta al oír las palabras de Brandon. Poca gente se atreve a hablarle así a una Guardiana y menos a la Madre de todas ellas.

-Brandon, no hace falta te presentes, pues ya nos conocíamos... aunque aun no tuvieses dientes.

-¿Me conoce? -Preguntó el extrañado.

-Sí, Brandon. Cuidé de ti y vuestra madre desde siempre. Me recordáis a mi difunto esposo, sois muy parecidos.

Con esas palabras lo encajé todo, era uno de los descendientes de Fénix.

-Brandon es uno de tus descendientes. ¿Verdad? -Le pregunté.

-Así es, Astrid.

-¿Soy un descendiente de una Hermana; no, de una Guardiana del Bosque?

-De la Madre de las Hermanas del Bosque. -Le corregí.

Astrid. (Guardianas Del Bosque 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora