Durante un par de minutos caminamos en silencio. Tauriel caminaba a paso ligero delante de mi, guiándome por pasillos no muy transitados. Por si alguien hacía preguntas.
No sabía que nos iba a pasar si nos pillaban, pero la seguridad con la que ella caminaba me infundía valentía. Creí que la cosa se complicaría cuando llegamos a las puertas, pero simplemente salimos sin decir una palabra. Cruzamos el puente de piedra hasta el bosque.
Una horrible sensación me recorrió el cuerpo entero inmediatamente. Me paré en seco intentando dar un sentido a todo lo que estaba sintiendo. Tristeza, dolor, miedo... todo al mismo tiempo. Sentía como si miles de voces en mi cabeza me pidieran auxilio.
—¿Estás bien?—preguntó Tauriel.
—Si, perfectamente—fingí una sonrisa—. ¿Por que no iba a estarlo?
—Pues porque estás llorando.—Se acercó a mí con cara de preocupación.
Me llevé las manos a los ojos y me sorprendió encontrarlos húmedos, tal y como había dicho Tauriel. Ella seguía mirándome como esperando una respuesta.
—Oigo como si miles de voces agonizantes me pidieran ayuda, tan desesperadamente como si sus vidas estuviesen a punto de extinguirse—esta vez si noté las saladas lágrimas al llegar a mis labios.
—Son los árboles. Que no se muevan no quiere decir que no estén vivos, y ahora están enfermos y sufren. Debes de tener un fuerte vínculo con la naturaleza para poder oírlos. Solo unos pocos aquí lo hacen—me sonrió, como dando a entender que se preocupaba por mi—. Será mejor que nos pongamos en marcha.
—Gracias.
Supongo que cuando entramos en el bosque por primera vez, no pude sentir a los árboles porque a mí también me idiotizó el venenoso ambiente del bosque.
Seguimos el curso del río, por donde horas antes habían escapado mis amigos.
No encontramos rastro de los orcos hasta pasado el mediodía, cuando llegamos a una parte en la que el río bajaba con mucha fuerza. Los restos de lo que antes fue un ciervo estaban esparcidos por el suelo.
—Iré a dar una vuelta de reconocimiento—dije a Tauriel, que asintió y se volvió a mirar el río.
Me alejé y me metí entre la maleza en busca de posibles amenazas. Cuando consideré que estábamos fuera de peligro, me dispuse a volver. Me paré en seco cuando vi a Tauriel y Legolas apuntándose el uno al otro con sus arcos.
—Creí que eras un orco—gruñó ella en Sindarin.
—Si yo fuera un orco, estarías muerta—dijo Legolas—.Tauriel, no puedes enfrentarte a 30 orcos tú sola.
—No está sola—dije dejándome ver entre la maleza.
—Regresad conmigo, Tauriel. El rey te perdonará.
—No lo haré. Si regresara no me lo perdonaría. El rey siempre ha protegido nuestras tierras, pero no parece importarle que una manada las invada y mate a nuestros prisioneros—Parecía muy alterada tan alterada como yo. Eran mis amigos de los que hablábamos.
—Esa no es nuestra lucha.—Se excusó el elfo.
—Sí es vuestra lucha. Con cada victoria este mal se hará más fuerte—dije yo recordando las palabras del libro.
—Si vuestro padre se sale con la suya, será nuestro fin—continuóTauriel— . Escondidos tras las murallas viviremos lejos de la luz. Y la oscuridad descenderá. Decidme mellon, ¿En qué momento hemos permitido que el mal sea más fuerte que nosotros?
Las sabias palabras de Tauriel consiguieron convencer a Legolas, que finalmente accedió a acompañarnos.
Decidimos parar a descansar un poco cuando oscureció. Aunque ellos parecían tener aún mucha energía, insistieron en detenernos si yo lo necesitaban.
No hizo falta encender un fuego, pues la luz de la luna y las estrellas iluminaba perfectamente la noche.
Tomamos un poco de fruta en completo silencio. Notaba las miradas entre los dos elfos, como si estuvieran hablando de mí telepáticamente, lo cual hizo el momento muy incomodo. Me alejé un poco de ellos y me senté apoyando la espalda en un árbol.
Saqué todas mis cosas he hice recuento. Tenía el libro, mi cuaderno, mis lápices, mi horrible paraguas un poco de cuerda de la que me había dado Nienna y un puñado de cosas inútiles como los auriculares de mi móvil. Después de guardarlo todo de nuevo, excepto mi cuaderno, abrí mi viejo bolso para ver si Dwin seguía durmiendo.
Lo llamé, pero no se inmutó. Lo acaricié un poco, porque básicamente necesitaba darle mi amor a alguien y me di cuenta de que se estaba poniendo un poco gordo.
Sostuve luego el cuaderno mientras rebuscaba en mi bolso intentando dar con los lápices. Cuando abrí el cuaderno, una página suelta calló sobre mi regazo. Enseguida noté que no pertenecía a este cuaderno. El papel y la letra eran distintos. Comencé a leer:
No recuerdo cuantos días llevamos de aventura. Creo que hoy es jueves.
La noche de ayer luchamos contra temibles orcos de nuevo, y he de confesar que no creí que lo fuera a contar, pues casi muero. Si no llegasen a aparecer aquellas majestuosas águilas...
Hemos pasado la mañana huyendo de los orcos, nombrados anteriormente. Gandalf nos dijo que conocía un lugar en el que refugiarnos, pero resultó ser la casa de un cambiapieles que también intentó matarnos.
Aunque dicen que ahora estamos a salvo, yo no estoy muy seguro de eso, pues la criatura sigue por ahí afuera.
Un rato después de que Leilani terminara de contarnos otra de sus descabelladas historias, Ofir se ha ha acercado a hablar conmigo. Me preguntó si tenía a alguien especial esperándome en casa, y con eso nos metimos en una conversación más profunda sobre los sentimientos. Su habla era muy soñadora mientras me contaba cosas sobre el amor.
Sinceramente,con lo que me ha contado puedo afirmar que siente algo muy fuerte por Leilani, aunque no lo admita. Y no me refiero únicamente a atracción física por la belleza de ella, sino a algo más profundo. No he podido evitar dibujarla luego.
Eso es todo. Informando sobre las aventuras de la compañía de ThorinEscudo de Roble, Ori.
Dila vuelta a la hoja y plasmado en la hoja había un dibujo mío, contodo lujo de detalles. Aunque, si esto era de Ori solo había una razón por la que podía estar en mi cuaderno. Ofir lo había cogido.Me gustaría pensar que fue por que tenía mi dibujo, aunque por otro lado, también robó mi cuaderno...
Mañana continuación. Besos.
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Dejé mi corazón en La Tierra Media.
Fiksi Penggemar¿Qué harías si por accidente entraras en tu historia preferida y supieras todo lo que va a pasar? Eso mismo le pasó a Leilani, una chica de 16 años normal y corriente que por lazo del destino acabó inmersa en las aventuras de la compañía de Escudo d...