CAPITULO 19

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CAPITULO 19:

-¿Por qué no fuiste? –pregunte. Se encogió de hombros -. Ya me subí la vez pasada, me gusta más estar en la tierra –dijo.

-Ya somos dos.

Nos sentamos en una de las bancas, sintiendo como el aire movía mis cabellos.

-¿De que hablaban Louis y tú? –pregunto. Como quien no quiere la cosa

Me solté a reír.

-Ya recordé que eres curioso –musite.

-Qué bueno que lo sabes, así que dime ahora –quiso sonreír.

-No, no te voy a decir. Eso es entre tu hermano y yo –no sabía por qué, pero la fierecilla se sentía demasiado bien provocando celos en Cameron, o al menos, creyendo que lo haría.

-Me voy a enterar, ya verás –amenazo y luego sonrió.

-YA veremos –reí.

-¿Quieres un helado? –pregunto.

-¿Intentas sobornarme con helado?

El rio.

-¿Puedo?

-Lo siento, no –negué con la cabeza divertida.

-Bueno, entonces te lo invito ¿quieres?

Le mire entrecerrando los ojos en él.

-Sin mañas –alzo las manos.

-Está bien.

Nos paramos y nos dirigimos a la pequeña heladería que estaba enfrente.

-¿De qué lo quieres? –me pregunto.

-Chocolate.

Me sonrió y luego se dirigió hacia el chico rizado detrás del mostrador.

-Due gelato al cioccolato, per favore (dos helados de chocolate, por favor) –musito, con acento italiano ferozmente irresistible.

-Subito (enseguida) –dijo el chico y se dio la vuelta, tomando dos copas y deposito en ellas dos bolas grandes de helado de chocolate en cada una. Le coloco chispas de chocolate arriba y luego nos lo entrego. Yo le agradecí con una sonrisa. Cameron le pago al chico y este se dio la vuelta de nuevo para tomar el cambio.

-Che bella copia che fate (Que linda pareja hacen) –dijo el, cuando le devolvió el cambio a Cameron y luego me sonrió.

Cameron rio y guardo su cambio en el bolsillo trasero de su pantalón.

-Grazie –musito.

Me sentí tonta definitivamente tenía que aprender italiano. Cuando salimos del establecimiento me mordí el labio inferior, indecisa de preguntarle a Cameron, que era lo que había dicho el chico.

-¿Esta rico? –me pregunto el, con esa sonrisa burlona en su rostro.

-¿Eh? Si –dije.

-Ni siquiera le has probado –observo y luego comenzó a reír.

Que torpe.

-Ah, sí, cierto –reí, sintiéndome de veras tonta -. Oye ¿Qué dijo el chico cuando devolvió el cambio? –pregunte, tratando de no verme curiosa.

El rio.

-¿Por qué quieres saber?

-Es bueno recopilar palabras en italiano para aprenderlo –que excusa tan tonta.

Rio por lo bajo.

-Bueno, te digo si me dices lo de Alexis –negocio.

-Olvídalo –me negué.

-Eres dura –rio.

-Sí, y tu muy curioso. Así que olvídalo.

-Está bien. Ya veremos quien sede primero –especulo divertido.

***

No llevaba la cuenta de los días en un calendario, pero ya eran más de dos semana las que había pasado desde que yo había llegado a Venecia, y con ello; la amistad crecía por varios caminos.

Brad, se había vuelto una persona muy comprensible y amable conmigo, incluso, cuando lo invite a salir yo, se mostró emocionado y dispuesto; ahora os veíamos para tomar un café cada vez que queríamos, o si no, simplemente nos poníamos a platicar en el pasillo antes de entrar a nuestros respectivos departamentos. Había descubierto además, que tenía espíritu de poeta.

Con Alexis era distinto, había muchísima confianza, debido a que yo era la única persona que había descubierto su secreto y ahora, contarnos cosas era parte de una plática casual entre ambos. Era bastante atento y siempre me preguntaba por Madison. Cuando salíamos a pasear, nunca nos faltaba de que hablar y al final del día, terminábamos contándonos secretos pequeños.

Lala era otra de las personas con las que había logrado una bellísima amistad en menos de una semana; su simplicidad y simpatía había sido fundamentales para ello. Era muy animada y siempre, me contara lo que me contara, me sacaba una sonrisa. Además de que yo tome por costumbre ir al negocio de su familia a revelar mis fotografías. Tenía apenas 18 años, pero su mente era tan madura que parecía incluso mayor que yo.

Cameron, ese un caso muy distinto a todos. Él se había vuelto un gran amigo, el tiempo que compartíamos juntos era mucho más grande que el de cualquier otro, debido a que cada noche a las siete tocaba el timbre y pasábamos una hora riendo, hablando y a veces jugábamos con la baraja de cartas que Madison conservaba de su padre. Si, la amistad entre él y yo crecía cada vez más; pero junto a ello, crecía también una extraña emoción cuando le veía, una extraña sensación cálida en mi estómago y un entusiasmo palpable al oír el timbre sonar cada noche. Pero solo hasta que llegaba Madison, porque luego, la fierecilla se apoderaba de mí y podía sentirla en mi fuero interno perfectamente disgustada, ella quería más tiempo con Cameron. Todo aquello comenzó a darme cierto temor, estaba experimentando sensaciones bastante extrañas, al menos las denominaba así porque no tenía que pertenecerle al novio de mi mejor amiga.

Mire el reloj en forma de gato que colgaba de la pared cerca la cocina, eran las cuatro y media de la tarde. Tome mi morral y me dirigí al estudio de fotografía de los Agnelli, para que Lala me ayudara con las fotos, como siempre. Al salir me encontré con Brad quien al instante me regalo una bonita sonrisa.

-¿Vas a algún lado? –me pregunto.

-Si, al laboratorio de fotografía de los Agnelli.

-Oh, ¿quieres que te acompañe? –se ofreció.

-Si quieres, a mí me encantaría.

Así, salimos hasta allá. Brad era muy inteligente y la verdad es que bastante apuesto también. Madison me había mencionado varias veces que era muy obvio que yo le atraía a Brad; sin embargo, era como si mis ojos hayan quedado cegados por un meteoro, y ya no pudiera ver las estrellas. En este caso; Cameron seria el meteoro y Brad la estrella.


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