CAPITULO 32

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CAPITULO 32:

-Bueno, ¿y qué quieres que haga? Alexis se ha vuelto un amigo excelente y Brad es una persona grandiosa. A Lala la conozco por que trabaja en el laboratorio de fotografía y es una chica sensacional. Así estoy bien, no ocupo tener tantas personas en una vida que pronto dejare. No voy a quedarme a vivir en Venecia por siempre –dije.

-Ya lo sé, Karol. Lo que trato de decir es que disfruta el tiempo que estés aquí.

-Eso lo hago, créeme.

-Pero...

-¡Tu pizza esta lista! –Cante al oír el pitido del horno-. Me voy a dormir, te quiero, buenas noches –le lance un beso y me fui a paso apresurado a mi habitación.

Me sentía culpable, porque la verdad era que no me entusiasmaba tanto la idea de pasar el día con Madison, al menos de que no vería a Cameron, o mejor dicho, de que no estaría yo sola con él.

***

Me revolqué entre las sabanas de mi cama hasta que la apenas cálida luz del sol me llego a los ojos.

-Bestia –los golpes en la puerta no fueron tan intensos, pero si molestos.

-Ya estoy despierta –farfulle. Salí de mi habitación y mire a Madison sonreírme. Me sentí mal de nuevo.

-¿Cuáles son los planes de hoy? –pregunte, totalmente desganada.

-Conseguir un vestido elegante –me dijo.

-¿Elegante? ¿Qué celebramos? –inquirí confundida.

-El próximo domingo es el cumpleaños del señor Vittore y, ya sabes cómo son todas esas personas –puso los ojos en blanco-. Gastan hasta el último centavo para darle lujo al ambiente.

-¿El señor Vittore? –trate se pronunciar el apellido con el acento que Madison había utilizado.

-Sí, el dueño del hospital, Roberto Vittore –explico.

-Oh... ¿y...?

-Estamos invitados –sonrió ampliamente.

-¿Invitados? –quería saber a quienes se refería.

-Sí, tú, yo y Cameron. Quien por cierto ya debería estar aquí –divago, mirando el reloj de su muñeca.

-¿Cameron? ¿Nos acompañara? –hice un mohín.

-Claro, ¿y luego quien nos dirá que nos vemos lindas con los vestidos? –bromeo.

-Pero Cameron es... hombre. Sabes que no les gusta eso –intente encontrar una excusa creíble para que Cameron no fuera, yo no debía siquiera estar cerca de él.

-Pero es mi Cameron –dijo y me dolió-, el está dispuesto a acompañarnos.

Entonces el timbre sonó. El corazón me latió ansioso, presuroso y... angustiado.

Madison corrió animosa hasta la puerta, mientras que yo me quede parada allí, con ganas de correr en dirección opuesta. Después de la pequeña discusión que tuvimos ayer no sabía que sentir. Pero entonces Madison abrió la puerta y la luz apareció en mis ojos, allí estaba el, tan deslumbrante como siempre, usando una camisa color azul a cuadros, desabotonada, y unos jeans del mismo tono, ajustado a sus despampanantes piernas. Hizo que el mundo se me volteara en un segundo cuando me miro.

-¡Amor! –dijo Madison, sin duda feliz. Pero esta vez en darle un beso en los labios, se lo dio en la mejilla.

Agradecí aquello, aunque la fierecilla igual se sintió celosa.

-Hola –dijo Cameron.

Lo salude con la mano.

-Ve a cambiarte, Karol –me insto Madison y solo entonces caí en cuenta de que estaba en pijama, de nuevo-. Nos espera un largo día.

Sonreí y sin decir nada me fui a mi habitación, haciendo un mohín mental por el adjetivo que Madison acababa de utilizar para calificar el día... largo.

Me puse un buzo negro combinándolo con unos jeans en tono gris y ate mi cabello en alto, luego Salí al encuentro con ambos.

-¿Lista? –pregunto Madison.

Asentí. Era raro, como si me hubiera quedado sin voz, pero lo cierto es que me sentía realmente incomoda al recordar la discusión de ayer. Y al parecer no era la única, Cameron tampoco hablaba mucho.

No fuimos en su auto negro, Madison en el asiento del copiloto, claro, y yo acurrucada atrás, mirando a través de la ventana polarizada. Recordé cuando íbamos solo los dos, yo en lugar de Madison, y desee fervientemente que ahora, Madison se borrara de la escena y al instante me sentí mal, traicionera. Suspire, empañando el cristal.

-Karol, ¿Tienes alguna idea del vestido? –Me pregunto Mad.

-¿Ah? –dije, encerrando mis pensamientos en algún cajos de mi mente.

-Sí, algún color ya en mente –me miro.

-Oh bueno... no, en realidad –me encogí de hombros.

-¡Yo sí! –Anuncio-. Creo que escogeré uno en tono vino tinto –me dijo, pero luego miro a Cameron-. ¿Te gustaría? –le pregunto.

-Te verías hermosa con ese color –respondió.

Algo me pico cerca del pecho, como si una aguja se me enterrara en el corazón; me gire de nuevo a mirar hacia la ventana, tratando de ignorar la situación. Cameron condujo hasta una calle que estaba repleta de tiendas de vestidos de gala, como si fuera alguna calle de Nueva York, así me pareció.

Al bajar, Madison me tomo de la mano y me hizo apresurar el paso, emocionada; mientras Cameron nos seguía detrás.

Entramos a una tienda que en sus vitrinas exhibía tres preciosos vestidos en maquis blancos y sin cabeza. Al instante, la calefacción del lugar me abrigo el cuerpo, ya que afuera estaba frio.

-¡mira esos vestidos! –Madison señalo hacia su derecha, mostrándome tres vestidos en tono negro.

-¿Puedo ayudarte? –pregunto una señora amable, que tenía el cabello color castaño acomodado en un peinado de estética, con un acento italiano apenas reconocible.

-Sí, estamos buscando vestidos para una fiesta elegante –dijo Madison y luego le sonrió.

-¿De noche?

-Si

-Sígame –dijo ella y camino más al fondo de la tienda.

Madison me hizo seña de que la siguiera y luego volvió a girarse para seguir a la señora. Apenas iba andar el primer paso, su mano me ato del antebrazo, con fuerza pero sin causarme daño alguno, no hizo falta que me girara para comprobar que era Cameron, conocía sus manos muy bien.


MANUAL DE LO PROHIBIDO *Terminada*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora