Provechosa lujuria

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[CAPITULO 23]

Estos últimos días habían sido algo atareados, debía ser nuevamente la organizadora de otro prestigiado evento, pues el fin de semana se llevaría a cabo una gala con motivos de recaudar fondos para un proyecto que llevarían a cabo en Canadá, además de hacerme cargo de ello también debía tener lista la presentación que tendrá Kate en la universidad de Columbia que sería un día después de la gala, y claramente mi descanso para el fin de semana lo veía totalmente lejano pues debía estar presente en cualquier evento al que Kate asista.

Todas aquellas tareas me estaban manteniendo encerrada en la oficina o andando de un lado para otro llevando y recogiendo pendientes, lo cual hizo que no tuviera tiempo de pasar un solo momento a solas con Damián, lo cual me frustraba de cierta manera, tenía el tiempo contado como para andar entreteniéndome en cosas estúpidas que no me tocaban hacer pero igual debía hacer por órdenes de la maldita rubia.

Por fortuna, Lilia fue mi fiel sostén durante estos días, pues a pesar de que su jefe también le estaba cargando la mano con trabajo, ella se hacía un pequeño espacio para ayudarme y no hacer que saliera tan tarde de la empresa, pues según ella, después de aquel ataque todo mundo temía salir de ahí a horas tan tardías y más cuando la oscuridad ya reinaba en la ciudad.

Lo conseguí —dijo Lilia una vez que colgó el teléfono y dejo caer todo su cuerpo en el respaldo de su silla.

¿Qué conseguiste?

Que un grupo tocara para la gala de mañana, ¿puedes creer que casualmente todos estaban ocupados? Pero bueno, es algo que ya podemos tachar de la lista.

Ambas continuamos con nuestro trabajo metidas entre llamadas telefónicas y papeleos, había mucho por hacer con tan poco tiempo, lo cual me provoco cierta tensión en el cuello que a su vez causo un leve dolor de cabeza, necesitaba un descanso de al menos cinco minutos, pero cuando estaba decidida por tomarlo Lilia me dio el aviso de que Damián me esperaba en su oficina.

Esta era justo la oportunidad que estaba buscando.

Camine de manera apresurada sin parecer desesperada por reunirme con él, toque un par de veces su puerta e inmediatamente recibí el pase para entrar a su oficina que únicamente lo albergaba a él. El olor de su perfume me invadió la cual se mezclaba con olor de limpiador a lavanda que le daba un toque un tanto extraño.

¿Me buscaba señor? —el moreno levanto su vista y sonrió de inmediato, se levantó de su silla de cuero y se acercó hasta mi imponiendo su fornida figura forrada en un traje color gris.

¿Ya tienes algo que ponerte para la gala?

N-no señor, pero hoy mismo iré a buscar algo para...

Ya no lo harás —me corto de inmediato dejando mis palabras en el aire. Tomo con delicadeza mi mano y me hizo caminar detrás de él hasta llegar a una puerta que no sabía que había ahí hasta ahora, la abrió y procedió a sacar una prenda que se encontraba oculta dentro de una bolsa plástica cerrada con un cierre en color oro—. Espero que no te moleste pero me tome la libertad de comprarte algo, siendo tu primera gala tal vez pienses que sea algo ostentoso pero no es así —bajo lentamente el cierre dorado para dejar al descubierto un hermoso y sencillo vestido en color mostaza, no era extravagante pero tampoco ordinario, era perfecto—. ¿Te gusto?

Sí, es hermoso señor —sentí su cuerpo pegarse a mi espalda a la vez que volvía a ocultar el vestido en la bolsa plástica.

Sus manos bajaron de mis hombros a mi cintura permaneciendo firmes ahí, su respiración estaba cercas de mi oído haciéndome sentir el cálido aire que soltaba; mi corazón se aceleró por un momento pero no se lo permití demasiado, debía permanecer tranquila para hacerle creer que no me incomodaba o aturdía su anatomía pegada a la mía.

Te sientes algo tensa —su cuerpo se apegó más al mío haciéndome sentir su creciente erección entre sus pantalones, tal vez debía aprovechar que estaba cegándose por la lujuria para sacarle la información que deseaba saber—. ¿Demasiado trabajo? —preguntó con voz ronca.

Algo, tal vez una pastilla me haga calmarme —eleve un poco mi trasero para causar un leve frote hacia su entre pierna, este solo soltó un leve gruñido en mi oído.

Con que una pastilla ¿he?

Sí, ya sabe, dicen que una buena droga ayuda a calmar cualquier clase de dolor —nuevamente me moví generando una fricción pero esta vez más intensa—. ¿Tiene alguna señor Dankworth?

Seguí moviéndome con más insistencia sintiendo por completo la firme erección de Damián que gritaba por salir de la tela de sus pantalones. Damián soltó un leve "joder" tomando con más fuerza mi cintura, me pego a la pared dejando mi cuerpo atrapado entre el duro concreto y su cuerpo, su respiración estaba algo agitada, delineo con delicadeza la curva de mi espalda y se alejó solo un poco de mi para hacerme girar y quedar cara a cara.

Eres una gatita muy traviesa —abrió uno de los cajones del mueble que estaba a un lado nuestro y saco una pequeña bolsa con dos pastillas redondas y azuladas—. Te diré algo preciosa, sé que eres demasiado lista para andar de lengua suelta, así que ten —me entrego la pequeña bolsa con pastillas colocándola en la palma de mi mano y procediendo a cerrarla—. Cuando quieras dejar de sentirte tensionada tomate una y luego mastúrbate.

¿Y la otra? —trague en seco al ver su malévola sonrisa formarse entre sus labios.

Tómatela cuando quieras que te haga ver la galaxia entera —deposito un casto beso en mi mejilla y se alejó de mí, no sin antes entregarme también el vestido que anteriormente me había mostrado—. Espero que eso sea después de la gala de mañana.

En efecto señor.

Bien, ya puedes retirarte a tu casa, mañana será un día largo —me miro con picardía y levanto su dedo para que callara las palabras que estaba por decir—. No te preocupes por Kate, ella ya no regresara —por ultimo me guiño el ojo y no hice más que marcharme.

...

El día de la gala llego, todo estaba en orden incluyendo la seguridad que el mismo jefe se había encargado de revisar.

El lugar donde dicho evento se llevaría a cabo estaba decorado de una manera ostentosa pero simple, a lo cual las personas de tal estatus social hacían llamar como informal, que para los ojos de una persona normal pasaría como evento de etiqueta.

La cantidad de personas que asistieron eran considerables, al menos contaba a unas ciento treinta y cinco personas en el lugar, entre ellas empresarios, esposas de los mismos, socios y gente perteneciente al mismo círculo laboral.

Esta vez no podía llevar a nadie como acompañante, ni tampoco nadie me acompañaría, ya que Damián se vio obligado de tomar a la rubia como su acompañante solo por el cargo que ella ahora tenía dentro de su empresa, dejándome a mi sola entre la multitud; por suerte había un par de tareas que hacer para matar el tiempo durante el trascurso de la gala, desde asegurarme que todos estuvieran presentes, hasta asegurarme que la comida fuera servida recién hecha para todos.

Perfecto —el tacto de Damián en mi espalda me hizo sobresaltarme del pequeño susto que me había causado. El antes nombrado lucia reluciente en un traje blanco combinado con tonalidades grisáceas, y debo admitir que se le veía bastante bien—. Imagine el vestido en ti pero no creí que te quedara así de perfecto.

Debo felicitarle el buen gusto y el buen ojo que tiene para elegir ropa.

¿Te tomaste la pastilla anoche?

—su mano tomo con cuidado mi barbilla delineando con su pulgar mis labios para proceder a responderle su pregunta silenciosa—. Espero no le moleste haberlo hecho con usted en mi cabeza.

Para nada, ese era justo el plan —soltó mi barbilla y se alejó un par de pasos de mi—. Terminando la gala vendrás conmigo a tomarte la otra.

Sonreí cómplice y el solo asintió y se marchó.

Obviamente no me había tomado ni una puta pastilla ni tampoco pensaba tomarme una con él, sabía perfectamente que planeaba drogarme y luego follarme hasta que su polla no pueda más, pero cambiaria esos planes. Iría con él efectivamente pero no a drogarme, iría a indagar que ocultaba tras su exagerada compra de drogas...

Mi Próxima Misión |2° TEMPORADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora