Amargura en la calma

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[CAPITULO 27]

Calma, fue lo primero que pude sentir. El ruido de las hojas moverse con el aire y el canto de los pájaros fue lo primero que pude escuchar. Las suaves sabanas debajo de mi cuerpo y otra cubriendo mis piernas desnudas fue lo primero que pude tocar.

Lentamente abrí mis ojos acostumbrando mi vista a la tenue luz del sol que intentaba colarse por las cortinas color crema de la ventana. Mire a mi alrededor observando todo con lentitud, parecía que me encontraba en una cabaña, pues todo estaba hecho de madera dándole un aroma fresco, había un par de recuadros pintados en óleo, de mujeres portando galantes vestidos de flores y posando en un rio. Enfrente de mi tenía un enorme ropero con estampas de flores, este estaba abierto mostrando varias prendas desarregladas.

Quite la sabana que tenía encima e inmediatamente note que solo llevaba puesta una gran playera blanca que llegaba a la mitad de mis muslos, me senté con cuidado de no marearme, vi mi pantorrilla que llevaba una gasa que cubría el rose de la bala que por poco y me daba. Me puse de pie sintiendo la fría madera en mis pies descalzos, camine con cuidado sintiendo un poco de dolor en mi pie, pero no era demasiado como para inmovilizarme.

Titube un poco sin en salir de aquel cuarto o quedarme aquí y esperar a que alguien entrara, así que tomando la perilla me decidí por la primera opción. El olor a sopa casera se coló por mis fosas nasales, para luego mostrarme que enfrente de mí tenía la cocina y el comedor donde se encontraban dos mujeres de edad avanzada vistiendo con ropas campesinas. Estaba algo desconcertada, no sabía dónde estaba y mucho menos quienes eran aquellas mujeres que seguían sin inmutarse de mi presencia.

Señora Hank, el joven... —una joven que vestía igual a las dos mujeres entro por la puerta principal y se detuvo cuando me vio parada sin moverme—. H-hola.

Las dos mujeres voltearon a ver a la joven castaña y luego guiaron su vista hacia mí, la mujer que tenía la piel más blanca se limpió rápidamente sus manos en el mandil y se acercó hacia mí con cuidado. Me observo con sus amielados ojos analizando las heridas que creo yo ella había curado.

¿Cómo te sientes mi niña? —habló dulcemente, provocando que la otra mujer de más edad y pelo cano se acercara también.

¿Bien? —respondí algo insegura y estas solo asintieron—. ¿Dónde estoy? ¿Y quiénes son ustedes?

—Yo soy la señora Hank —dijo la mujer de piel blanca—. Ella es la señora Marisa —señalo a la de pelo cano—. Y esa muchachita de allá es Molly —volteo a ver a la joven castaña que se acercó hasta donde las otras señoras estaban dejándome ver con cercanía su rostro pecoso y sus ojos amielados—. Estas en nuestra casa, el joven Chris te trajo hasta acá cuando estabas inconsciente.

—Chris —susurre su nombre entre mis labios cayendo en la cuenta de que él no estaba aquí—. ¿Dónde está él?

—No creo que sea buena idea molestarlo —se apresuró a decir Molly tomando un par de toallas que había en una silla de madera.

Molly —la regaño la señora Marisa, pero a Molly no le importo y salió corriendo del lugar—. Arhg, los adolescentes de ahora son más difíciles de tratar —luego de ver por donde se había ido la castaña me miro algo avergonzada—. Discúlpala, su amorío por el joven Chris hace que se vuelva imposible cuando él viene aquí, como sea —me tomo de la mano para guiarme hasta la puerta—. Yo te llevare con él.

Caminamos hasta la salida y pronto sentí el húmedo pasto en mis pies, recorrimos un campo de flores y cruzamos un establo donde se encontraba Molly acomodando un par de prendas, esta inmediatamente nos vio sobresaltándose y mostrando un semblante duro cuando vio la mano de la señora Marisa enredado al mío.

Mi Próxima Misión |2° TEMPORADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora