Día nublado

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[CAPITULO 32]

El día había amanecido nublado, un leve rocío de neblina cubría las calles de la ciudad, pequeñas gotas de agua resbalaban por el cristal a causa de la leve llovizna que estaba cayendo, podía observar el viento soplar con tenue fuerza moviendo apenas las hojas de los árboles. A pesar de estar entre semana el día pintaba para ser tranquilo, lejos de calles ajetreadas, estruendosos ruidos de carros y del sofocante calor que a veces golpeaba con fuerza. El clima de verano a otoño estaba siendo bastante acogedor, el cambio climático no estaba dando un repentino cambio, al contrario, se estaba tomando su tiempo para cambiar el clima y hacer que tu cuerpo se acoplara del caluroso verano al ventoso otoño.

Sentí las cálidas manos de mi acompañante rodear mi cintura y besar con sutileza mi mejilla de una manera sumamente tierna de la que jamás me cansaría, su creciente barba rozaba la zona donde dejaba sus besos causándome cosquillas y haciéndome reír levemente ante su roce, podía sentir su sonrisa en mi piel al igual que el vibrado de su risa. Su olor a shampoo combinado con su colonia invadieron mis fosas nasales haciéndome sentir las ya famosas mariposas en el estómago; la sensación de tranquilidad y plenitud que él me trasmitía era encantador, su cercanía siempre me hacía sentir mejor sin importar el lugar o el momento en el que estuviera.

¿Iras hoy a tu pasantía con este clima? —preguntó Chris recargando su barbilla en mi hombro y viendo el exterior a través de la ventana.

No tengo otra opción, si por mí fuera pasaría el resto del día cobijada entre las sabanas contigo.

—Créeme que me encantaría lo mismo —dio otro beso más en mi mejilla y se alejó de mí—. Pero por infortunio también tengo deberes, la señora Hank quiere que le ayude con el sembradío.

—Oh, ¿iras a ver a la temperamental de Molly también? —cuestione divertida y él solo sonrió de la misma manera.

Luego de lo que hizo, la señora Marisa la mando a otro poblado con otras señoras para que no estuviera acosando cuando yo estaba ahí —me entrego mi chaqueta y él tomo la suya—. Pasare a recogerte en la tarde, hoy saldré temprano.

Ambos salimos de casa y abordamos el auto, las calles parecía tranquilas, las personas transitaban sin prisa cubriendo sus cabezas con paraguas o con el gorro de sus chamarras. Y así como las calles permanecían en armonía esperaba que mi día fuera de la misma manera, pues el solo imaginar que tendré que encarar a Damián otra vez junto con Kate me hacía pensar que la calma se iría en un santiamén, la irritante presencia y personalidad de ambos hacían que el día feliz de cualquiera se fuera a la mierda.

Una vez que llegue a la empresa los incontables sonidos del timbre telefónico, papeles y taconeo de las zapatillas causo gran irritabilidad en mi sistema auditivo, pues el pacifico clima no parecía trasmitir lo mismo para la estresada gente que trabajaba en el lugar, hoy parecían más apurados por hacer su trabajo, la constante presión que hoy todos llevaban amenazaba con terminar con un insoportable dolor de cabeza o tensión muscular, y no era para menos pues parecía que aquello también le había afectado al jefe del lugar que gritoneaba a cualquier cosa que se le pusiera en frente.

Lilia no se había escapado de aquello, su castaña cabellera estaba algo despeinada por la insistente manera en que peinaba su cabello para calmar sus ansias, la humeante taza de café que tenía a un lado de su escritorio estaba casi vacía lista para ser llenada nuevamente. Me sentía mal por ella, tan buena y noble persona que tenía la desgracia de tener que trabajar para un cabrón cuyo humor estaban por echar humo.

Señorita Blackwell —me detuvo Damián antes de entrar a la oficina de Lilia para sacarle una charla que intentara calmarla, pero supongo que eso tendrá que esperar—. La quiero en mi oficina ahora.

Mi Próxima Misión |2° TEMPORADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora