Doce

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No corregí errores ortográficos. Antes de que juzguen.

- Lean con música.


- Buenas noches, ¿tiene mesa para dos? - Por favor que diga que si, rogaba Ethan en su mente.

- Claro, pase - Los guió hasta una esquina, era un restaurante muy acogedor y pintoresco. La mesa era de madera con sillas iguales pero con un agradable asiento acolchonado, manteles blanco y un hermoso adorno en medio - Enseguida viene el camarero - Ambos asistieron ya en sus lugares.

- Es muy bonito - El tomo su mano y la beso - Gracias.

- Todo por mi futura esposa, te amo, cariño.

- Te quiero - Acarició su mano.

- Buenas noches, mi nombre es Ricardo y seré su camarero esta noche - Les entregó el menú - ¿Vino? ¿Agua? ¿Algo que les pueda ofrecer? - Se veía muy amable.

- Agua para mi - Dijo Emma.

- ¿Me podría traer un Château-Chalon?

- Ese sólo es por botella.

- Esta bien - El camarero se fue y a los minutos llegó con los dos pedidos, le dio la Copa de agua a Emma, abrió la botella de aquel vino y le sirvió una copa a Ethan.

- ¿Ordenaran algo? - Ambos asintieron y el saco una pequeña libretita donde anotaba los pedidos.

- De entrada quiero una sopa de mariscos.

- Yo igual - Asintió y se fue por las órdenes.

- ¿Quieres un poco? - Alzó la Copa y ella negó.

- Te recuerdo que estoy embarazada - Apuntó a su barriga.

- Lo sé, tal vez si toma un poco de vino saldría.

- No, no lo creo - Sonrieron.

_

- Me encantaría venderle esas acciones, además, se encuentran muy bien ubicadas - El hombre era un hueso duro de roer.

- Su oferta es muy atractiva, John. Pero el precio se eleva de mi presupuesto.

- Vamos, se que puede pagar eso y más - Rogaba aceptará y por fin poderse largar de ese lugar.

- Un millón y medio creo que es mucho sólo por un lote vacío.

- En el centro de Manhattan, por Dios, hombre, ahí puedes poner un centro comercial, un edificio de departamentos y ganarias el doble de lo invertido - Paso su mano por su ahora largo cabello rubio, estaba empezando a desesperarse.

- Un millón doscientos cincuenta mil - Torsio el labio, en realidad el lote había costado doscientos mil, así que habían decidido en venderlo en un millón, pero John siempre quería más.

- Un millón trescientos - El señor rasco su cabeza calva y suspiro.

- Trato - Extendio su mano sobre la mesa y cerraron el trato.

- Pues salud - Dijo feliz de haber logrado su objetivo, se empino la copa y sorbio de aquel exquisito vino tinto.

Tenía la vista gacha en el menú, la elevó y sintió su corazón detenerse por unos segundos, apretó las hojas en sus manos, era ella. Tan hermosa como siempre, pero ahora la adornada aquella barriga redonda y perfecta, su vestido rosa la hacia verse ligera y despreocupada. La vio desaparecer por lo que parecían los sanitarios y no pudo contenerse más, se puso en pie disculpandose y camino por el mismo camino que ella, chocando una que otra vez con camareros o clientes del lugar. Cuando llegó al lugar no sabía si esperar afuera o entrar. ¿Y si habia una mujer?

Dulce llegadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora