Capítulo 16

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• SEIS AÑOS MÁS TARDE •

                

POV TRISH

Hacía mucho que no veía el azul del cielo. Estaba nublado, llevaba así tres semanas. Los tonos grisáceos y oscuros cubrían el horizonte, ni siquiera el río conservaba su color aguamarina por culpa del mal tiempo. Lo único azul que veía estos días era el azul de mi paraguas. Nunca me había gustado vivir en esta ciudad, siempre la había intentado evitar. Había demasiada gente. Salir a la calle y no chocarte con nadie era algo reservado para privilegiados y afortunados. Ese era uno de los motivos por los que no me gustaba vivir en el centro, aunque a veces resultaba bastante cómodo tener todas las tiendas, cines, estaciones de metro y autobús prácticamente a la vuelta de la esquina. Aún así, después de haber vivido en Nueva York y de haber visto lo dicharachera, abierta, bromista y dispuesta a pasárselo bien que era la gente, vivir en Londres era un poco deprimente. Es más, si le añadíamos el mal tiempo se podía convertir en una especie de tortura. Tantos días con el cielo encapotado te acababan bajando el ánimo, aunque no lo quisieras.

Estaba exhausta. Trabajar en la consulta me dejaba exánime. Ser psicóloga era lo que siempre había querido pero me costaba mantenerme al margen y no dejar que los sentimientos de los demás me afectaran. Me resultaba sumamente duro reprimir las lágrimas cuando alguien me hablaba de sus sentimientos más profundos y oscuros. Estaba de prácticas en una consulta cercana. Era la primera vez que trabajaba en una consulta real. Era emocionante y apasionante al mismo tiempo que aterrador. Era mi primera experiencia profesional como psicóloga y me daba mucho respeto.

Ya estaba de vuelta en casa. Miraba por la ventana con la esperanza de que el tiempo cambiara, aunque no se veía nada fuera. El manto de la noche había caído hacía unas horas ya.Pronto sentí un ligero cosquilleo en las piernas. Bajé la vista y vi al pequeño Cavalier King Charles Spaniel.

-Flash, ven aquí.

Cogí al pequeño perro entre mis brazos y me lo llevé conmigo a la cama. Me senté en el borde, con el animalito encima. 

-¿Qué pasa, pequeño?

Acaricié su suave lomo, levantando sus grandes orejas, y él pronto se retorció entre mis brazos, comenzando a chuparme. Lo compramos hace menos de un año, aún era un cachorro. Era blanquito y tenía manchas marrones por todo su cuerpo, precioso, aunque sus grandes orejas fue lo que más me llamó la atención de él. Era una pequeña bolita llena de vida y vitalidad, que me proporcionaba alegría pasara lo que pasara.

-Ay, mi bebé -le achuché con fuerza contra mi pecho y le volví a soltar en el suelo-. Si supieras que eres la cosita que más quiero...

Suspiré y le abracé un poco más hasta que él se cansó y volví a depositarlo sobre el suelo. Se estaba haciendo tarde por lo que me iría a preparar la cena enseguida para poder acostarme pronto. A pesar de ser viernes, estaba cansada y me dolía un poco la cabeza. Me dirigí a la cocina mientras decidí que iba a hacer una ensalada. Flash empezó a ladrar de repente conforme lavaba la lechuga. Sabía lo que vendría después. Escuché pasos en el pasillo y la puerta principal se abrió. Vi cómo el perro pasaba corriendo por el pasillo hacia la entrada.

-¡Hola, pequeño! ¡Hola! -escuché cómo el animal ladraba con efusividad, al ver que su dueño había llegado a casa.

Yo también me alegré. Los pasos comenzaron a aproximarse a la cocina y pronto vi a aquel chico con el cachorro entre los brazos en el marco de la puerta. Flash no paraba de lamerle la cara. Apartó al perro, dejándolo de nuevo en el suelo y fijó su vista en mí.

Fast: IgnitionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora