Capítulo 2.

455K 21.3K 7.1K
                                    

-¿Pero estás bien, cariño?-Mi tía Claire me coge por los hombros y me zarandea.

-Sí tía si. Por suerte unos chicos me ayudaron- Me muerdo la lengua evitando este tema.

Hace dos días desde lo que pasó con el hombre encapuchado y los tres chicos que me salvaron. También hace dos días que no los veo y me alegro por ello.

Se nota a millas que son tipos peligrosos o que al menos no siguen las normas.

Y a esos chicos los quiero fuera de mi vida.

Aseguré de nuevo a mis tíos que estaba bien y que no necesitaba ayuda, y salí en dirección a mi casa.

Ahora evitaba ir por la noche o incluso ir sola. Por eso cogí el autobus que me dejaba en la misma puerta de casa.

Al día siguiente, me levanté de muy mal humor. Hoy entraba una hora antes debido a que una compañera había faltado porque tenía que estar en reposo, ya que había dado a luz, hace unos pocos días.

Había dormido mal, sí. Pero jamás pensé que sería por una pesadilla con la noche con la visita del encapuchado. Y lo que menos creí que pasaría fue que unos ojos negros, aparecerían también.

Había soñado -porque eso era un sueño- con el roce de su piel en mi cuerpo, con la cercanía de su nariz y sus rosados y prohibidos labios tan cerca de mí.

Y sé que merezco ser llamada de todo, porque apenas nos conocemos y él parece peligroso... pero, ¿nunca os ha pasado que por imposible que parezca, habéis visto a alguien que os ha revolucionado el interior en un segundo?

Pues si. A mí sí. Y esta es la primera vez.

Nunca me han importado los chicos y de hecho no lo hacen. Pero jamás de los jamases, he sentido algo parecido.

Intento borrar todos esos pensamientos de mi cabeza y camino hasta la parada del bus.

Cuando consiga más dinero me compraré un coche.

Llego al trabajo, esta vez a la hora perfecta y saludo a unas cuantas compañeras a mi paso.

La cafetería está silenciosa y en cuanto entro a la cocina el olor a café inunda mis fosas nasales.

-Oh no, no. Ahora tú, Alice, reemplazarás a Lydia.

Sin rechistar y sin ni siquiera intentar oponerme, asiento y me dirijo a la caja. Lydia era la que hacía los pedidos, al menos antes de quedarse embarazada.

No es que mucha gente entre a las 7 am, pero la jefa siempre pide puntualidad y profesionalidad máxima.

Ruedo los ojos a medida que mis pensamientos siguen extendiéndose.

La mañana pasa rapidísima y termina siendo muy agotadora.

Ahora entiendo porque Lydia se quejaba tanto.

Atender a los clientes puede llegar a ser insufrible. Hay algunos que te dicen groserías y hasta intentan flirtear contigo. Pero no es conmigo solo, sino con todas las chicas que hay aquí.

Cierro la caja con llave, ya que es la hora de cerrar, mientras rezo porque nadie entre a última hora. Sería una faena tener que atender a alguien más, con lo agotada que estoy.

Estar de pie durante muchas horas no es muy divertido, ni agradable.

Escucho la campana que hay en la puerta (cada vez que entra alguien se escucha el sonido) que en el día de hoy he acabado aborreciendo.

Oígo unos gritos en el local pero lo único que hago es intentar abrir la caja que se ha atascado. Consigo abrirla justo para cuando oígo un carraspeo. Levanto la mirada y me encuentro con unos ojos color miel.

Miedo. [#Wattys2016]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora