Capitulo 1

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Leo

Caminaba pensativo, en espera de que alguien llegara en mi rescate. Me lamentaba por las estupideces que cometí la última semana, pensando en el castigo que me darían. Esa sería la razón por la cual me mandaban llamar. O eso suponía. Lamentablemente no recordaba haber hecho alguna que otra trastada con Percy, Jason y Nico. ¿Por qué sería que Quirón nos quiere ver a los cuatro juntos? Sé bien que ellos no son de meterse en líos. Sobretodo el pálido hijo de la muerte, ese sólo se queda en su cabaña.

- Hola Leo - Me saludó el hijo de Poseidón. Mi querido amigo Percy Jackson se acercó a caminar junto a mí. Pude deducir que venía de entrenar, su rostro sudado y el terrible hedor que su cuerpo emanaba lo declaraba culpable y me obligaba a hacer una mueca. Su camiseta, en cambio, había sido cambiada antes de venir, estaba limpia y seca. Que mala combinación.  Me hice a un lado, dándole más espacio en el camino para que se acomodara y para que su olor no llegara a mis fosas nasales. - ¿Tienes idea de porque nos llama? - Preguntó sin dejar de mirar al frente, tal vez esperando ver La Gran Casa aproximarse.

- Ni la más mínima. - Suspiré. - Tío.. ¿No podías darte una ducha? - Me quejé mientras arrugaba mi nariz. Él captó la indirecta y con una mano jaló del hueco de su ropa donde va la cabeza para introducirla aún más y poder olerse mejor.

   - No huelo tan mal, aguanto hasta la noche. - Respondió seguro de que lo que decía era cierto. Yo no sabía si reírme o sentir desagrado.

   - Te juro que no entiendo qué te ve Annie. - Confesé con una sonrisa. Decidí sólo reírme de la situación. - Eres tonto, feo y a demás antihigiénico. Solo te salva el ser hijo de uno de los tres grandes. Agradécele a papi océano.

  - También me salva el hecho de no ser un mujeriego que se va con cualquier chica, ¿no crees?  -  Continuó los insultos que yo había empezado. Ambos nos mirábamos divertidos mientras seguíamos el camino.

   - No con cualquiera, sólo las más bonitas. Ya sabes que tengo una imagen que mantener.  - Bromeé.

   - Pues buena suerte con los golpes que te mandara Piper al saber que has terminado con otra de sus hermanas.

   - No es mi culpa que las más bonitas sean hijas de Afrodita.

Ambos reímos. La calma se sentía bien. Había pasado al rededor de un año desde la guerra con Gaia y todo iba bien. Todo estaba en orden. La Paz había dominado el campamento. Aunque de vez en cuando teísmos algunos problemas con enemigos, nunca habíamos estado mejor. Llegué a amar el silencio.

   - ¿Alguna idea de dónde están Jason y sombritas? - Pregunté.

- Atrévete a decirme así otra vez. - Escuché a mis espaldas. Sentí un pequeño escalofrío recorrer mi cuello, no pude evitar encogerme de hombros. Volteé mi cabeza hacia la conocida voz pero no lo vi a él sino una sombra escondida entre los árboles. Aterrador. Si no fuera amigo mío, me sentiría amenazado.

- ¿No te das cuenta que te pongo estos apodos porque te amo?- Bromeé acercándome a él y deslizando mi brazo por sus hombros. Él dirigió su mirada hacia mí, esos ojos oscuros se clavaron en mi alma. Sentí un vacío dentro. Tuve que alejarme un metro de el hasta volver a sentirme completo. No sé cómo logró hacer eso, pero tío... qué gran cualidad. - Amigo, enséñame a hacer eso. 

-Solo quiero saber por que me han llamado y luego irme. - Aclaró serio. Caminaba con las manos en los bolsillos, con la cabeza siempre en alto. Como si estuviera orgulloso de sí mismo.

-Dense prisa -Replicó Percy ya a una gran distancia de nosotros. - Muero de hambre.

-Yo igual. - Escuchamos a lo lejos. Divisamos a Quirón parado en sus cuatro pezuñas de caballo frente a la puerta del lugar de encuentro. Parecía gustarle la libertad de dejar la silla de ruedas cuando estaba aquí. Tenía ambos brazos cruzados y su rostro reflejaba preocupación. Supe que algo andaba mal. - Por eso quiero teminar cuanto antes - Añadió.

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