- No hay nada más que tú puedas hacer. - Dijo con una mirada diabólica en sus ojos. Mi hermana seguía apretando mi cuello contra el frío suelo al borde del volcán. Las primeras bolas de humo se escapaban de lo profundo de este mientras que la tierra no dejaba de temblar. Yo estaba aterrada. El cielo estaba cubierto por nubes grises que comenzaban a soltar pequeñas gotas de agua y un funesto ambiente nos rodeaba. Sentía la tristeza de todo a mi alrededor, como conectados. A pesar de eso no me podía conectar con mis chicos. Esperaba que ella tampoco pudiera encontrarlos en ese lugar maldito.
Fue ahí que soltó un violento rugido aquel que iba a fundirme viva. Esperaba esa mañana terminar con una de sus dos madres. El movimiento bajo nuestros pies se hizo más pronunciado y la lluvia, torrencial. Se volvió el escenario perfecto para una muerte dramática, a pesar de no estar lista para partir y no conocer manera de evitarlo. Entonces, estalló. Al unísono con el sonido del primer relámpago, nuestra creación lanzó un feroz bramido junto con una explosión de lava, roca y humo. El líquido fundía al sólido mientras se resbalaba por la pendiente acortando la distancia de nuestra posición. Yo, rendida, esperaba a que todo pasara. Sentía el calor haciéndose más abrasador a cada metro que la lava se acercaba. Gotas de sudor resbalaban por mi frente. Mi mirada seguía clavada en los ojos de mi hermana, quien observaba acercarse a mi perdición.
Al tocarme la ardiente sustancia la cabeza y continuar bajando por el resto del cuerpo, sentí la vida escaparse de mis manos. Ahí sólo me quedaba gritar para soportar mi tortura. No podía moverme. Ella aunque elevada, mantuvo su mano en mi cuello para que no me fuera, y pese a que parte de sus dedos se quemaban conmigo, ella no demoraría en recuperarse. Yo podría durar ahí unos minutos hasta por fin morir como cualquier mortal. De repente, los escuché llamándome.
Diferentes voces conocidas retumbaban en mi cabeza. Eran los semidioses. Si podía oírlos es porque estaban cerca. Entonces temí que Gaia los notara y los terminara como a mí. Yo seguía quemándome viva.
Por favor Alex, resiste. Escuché de un buen amigo.
No tenía mucha fuerza para defenderme ni para retenerla, mucho menos para protegerlos a ellos. No puedo ni protegerme a mí misma. Así que los camuflé. Usé mi último aliento para hacer que los poderes de mi hermana no fueran capaces de advertirle del peligro. Esperé unos segundos y ella seguía encantada viéndome morir. Aquello que había esperado por milenios se hacía realidad. No había nada que hacer para evitarlo. Después de mi muerte, si los semidioses lograran derrotarla ahora, ¿encontrarían ellos la semilla de Gaia antes que se volviera fuerte otra vez? ¿O será todo esto en vano? Tal vez mi muerte solo sirva para ayudarles un poco en esta batalla, y con eso bastará. En este punto, aunque me pusieran a salvo, no podría sanar. Estoy destinada a morir de esta forma.
Casi al mismo instante que mi poder se comenzaba a evaporar, llegó el primer ataque. Una enorme lanza, anteriormente bañada en mi gracia, con una cuerda atada por detrás atravesó el pecho de mi hermana. Esta, perpleja, no pudo reaccionar. Dos más llegaron y se clavaron a sus costados, atravesándola por completo. Entonces, flechas salieron disparadas hacia ella clavándose por todo su cuerpo. Debilitada, cayó a mi derecha aterrizando en la lava. Yo no podía ver dónde se encontraban todos, mi vista estaba nublada. Era el momento de irme.
- ¡Sujeta la cuerda, Alex! - Escuché a lo lejos. Intenté mover el brazo hacia esta, que solo estaba a escasos centímetros. No pude hacerlo.
Repentinamente, a los segundos veo una figura borrosa frente a mí. Pensé sería un fantasma, tal vez un demonio, no lo sé, pero me sacó de ahí. Con sus manos me levantó, sin evitar un grito al rozar la lava, y me llevó a una zona cubierta de roca.
- Bebe su gracia. - Me dijo. La voz le pertenecía a un hombre, no pude recordar de quién, pero era conocida. Yo sabía a qué se refería. Al tomar la gracia de mi hermana, absorbería toda su fuerza y podría vivir. Quería hacerlo pero no podía siquiera levantarme. Entonces otra sombra se acercó a mí, al igual que el otro parecía ser un hombre. Yo batallaba por mantener mis ojos abiertos. Él, sujetó mi frente con ambas manos y desprendió de ellas un brillo cegador. Pude volver a ver con claridad, y recuperé un poco de fuerza, no la suficiente para sobrevivir, aún así me dió toda la que tenía y él calló al suelo desmayado, completamente debilitado. Era Apolo quien intentó curarme y Poseidón quien quemó sus manos en la lava para sacarme de ahí. Giré lentamente mi cabeza aún mareada y vi que donde debía estar la lava sólo había roca. Supuse él usó sus poderes y lanzó agua para llegar hasta mí. A pesar de los esfuerzo de Apolo por curarme, toda su energía solo me daba a mí minutos de supervivencia.
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La Protegida
Fiksi PenggemarNo me reconozco. Mi nombre es un misterio, su significado se perdió en un mar de mentiras. Sin embargo, a él sí lo reconozco. Sí. Sus ojos me revelan la verdad escondida detrás de las palabras de quienes he amado. O no. Tal vez su boca también me mi...