- Hola guapo. - Dije sarcásticamente al dios del trueno. Eran los doce dioses principales los que se encontraban listos para librar una batalla en mi contra. Parados detrás de su líder, esperaban atentos la señal de este para atacar. - Cuanto tiempo. - Continué. - ¿Y esas canas? ¿Envejeciste? - Me burlé.
- Yo no envejezco, Alexandra. - Respondió.
- Lindo rayo. - Señalé al que tenía en su palma derecha. - ¿Lo volverás a utilizar contra mi? - Sonreí.
- Solo que esta vez, no fallare.
- Eso dices siempre, guapo.
- ¿Papá? - Escuche decir detrás mío. La conocida voz se acercó hacia donde estábamos. - Papá, ¿Que haces aquí?
- Percy... - Suspiró Poseidon. - Nosotros...
- Nosotros nos llevaremos a Alexandra. - Interrumpió Zeus. - Ella debe irse. Ustedes pueden seguir con sus actividades.
De repente, la noticia ya había recorrido el campamento y se veían a los campistas acercarse. Pude divisar cierto cariño departe de algunos dioses a sus hijos, otros, solo seguían centrados en mí.
- Estoy de acuerdo con la idea en la que me voy, pero no con ustedes.
- Semidioses, aléjense. - Ordenó la diosa de la sabiduría.
- No, madre. - Respondió Annabeth a mi costado.
Una gran sorpresa recorrió mi rostro. Acto seguido Nico avanzó colocándose delante mío. Sacó su espada y la empuñó en contra de su propio padre colocado a la izquierda del líder del Olimpo.
- ¿Que haces, Nico? - Pregunto el dios, dolido.
- No se la llevarán.
Fue entonces cuando personas cercanas a Alex, y no a mi, Alexandra, que se colocaron en posición de batalla en contra de sus propios padres. Nada de esto pareció importarle a Zeus hasta que llegó el turno de su propio hijo y este siguió a los demás.
- ¿Irán contra nosotros por ella? ¿Nos hacen esto cuando es ella el peligro? - Replicó hacia todos los presentes. - Hijo mío, no entiendes lo que sucede por eso piensas que ella es el buen camino. - Comento dirigiéndose a Jason. - Por favor. - Y extendió su mano hacia él.
El muchacho solo se limitó a sostener su espada mostrando su desaprobación con las decisiones de su padre de liquidarme.
El dios, furioso, lanzó su rayo contra mí sin importarle quien estaba en el camino. Un segundo se demoró en llegar hasta a mi, y yo solo tuve que detenerlo con la mano como si fuera un pequeño balón de plástico. Al tenerlo en mi poder, sonreí en señal de superioridad hacia mis contrincantes. Los semidioses parecían sorprendidos, mientras que los dioses estaban furiosos. Teniendo en mis manos aquel arma, hice lo primero que se me ocurrió y que podía hacer. Lo rompí.
Se escuchó un relámpago justo en ese instante por toda la zona. No habría sabido decir hasta donde llegó a escucharse pero fue lo suficientemente fuerte para asustar a todos los presentes. Había roto el rayo de Zeus, una de las armas más poderosas jamás forjadas.
El asombro se asomaba en varios rostros, aunque en el principal pude notar cierta ira.
Vete. Le dije deslizándome en lo más profundo de su mente.
Nunca. Respondió de la misma manera. Sabes que no puedo hacer eso.
Y sabes que yo puedo eliminarlos a todos en un segundo. Amenacé. Pero ella me notaría y vendría a acabarme.
Mas razón para atacarte, ni hay mejor forma que morir en batalla. Agregó con orgullo.
Si muero ustedes no tendrán ninguna posibilidad de vencerla. El mundo será suyo. ¿Que clase de dios eres si no proteges a la humanidad?
La humanidad está para servirme, no viceversa.
Te equivocas, sin ellos no serías nada y lo sabes. Fuimos creados para protegerlos.
No pareció querer conversar más. Tomó una espada y dio la señal a los dioses de atacarme. Yo no tuve más remedio que desenvainar la mía. De igual manera los semidioses me siguieron y, poniéndose frente a mi, atacaron.
Tal vez debería haberme sentido agradecida, pero únicamente me sentí culpable de ver a un hijo pelearse con su padre. Aunque ninguno de los bandos buscaba dañar al otro, ambos querían vencer.
Fue poco que los deje pelear, pero fue suficiente para sacar a todos los semidioses del medio. Decidí usar mis dones y quitarlos del campo de batalla colocándome frente a mis enemigos.
- Gracias chicos. - Agradecí con una sonrisa. - Pero ya fue suficiente. - Suspiré mirando al dios que se encontraba más cerca de mi. Hefesto. No pude evitar pensar en Leo y en los recuerdos que había compartido con Alex. Era un chico que no merece sufrir, al igual que todos ahí. Es por eso que debía comenzar con su padre y seguir con los demás. - Adelante. - Le dije.
Mi contrincante corrió hacia mí. En el camino su espada se prendió fuego, así que hice lo mismo con la mía. Al llegar comenzó con un golpe fuerte que esquive, acto seguido lo golpeé haciéndole tambalear y solo tuve que tocar su cabeza con mi mano cuando se encontraba aturdido para hacerlo desaparecer de ahí.
Silencio. En todo el lugar todos quedaron callados, sorprendidos. Tal vez por la rapidez de mi actuar o por la inusual desaparición. Ya podía leer mentes otra vez, pero no vi la importancia en hacerlo.
- ¿Esta bien nuestro padre? - Preguntó uno de sus hijos. Al costado, se encontraba uno de los que había rescatado a Alex, un hijo del dios que acababa de esconder.
- Por supuesto. - Le respondí. - Solo se irá por un momento. - Continúe. Esta vez mirando a mi antiguo amigo. El sonrió. - ¿Cual es el siguiente? - Pregunté a mis adversarios. Fue Ares el que se acercó.
- Sigues siendo tan joven y bella como el día que te conocí, Alexandra. - Comenzó diciendo. Y al igual que con el dios anterior, no pude evitar recordar un querido de Alex. Aaron estaría en algún lugar, mirando, dolido seguramente por lo último que hice y molesto por lo que le haré a su padre.
- Eso ya lo sé, no necesito que me lo digas. - Sonreí.
- ¿Damas primero? - Hizo insinuación de que yo comenzara atacando. Una oportunidad que no dejé pasar.
Comencé apareciendo detrás suyo un segundo después de su pregunta. Él no fue tan tonto como para fallar y volteó casi al instante para defenderse. Comenzamos chocando espadas y seguimos así por casi diez segundos, cuando logré golpear su pecho con la palma de mi mano. Sonó fuerte aquel golpe y no sólo le quitó la respiración por un momento, sino que me dio tiempo a pasar mi mano por su cabeza y hacerlo desaparecer.
Silencio. Nuevamente. La ira en los ojos de los dioses se hacía cada vez más presente. Es su orgullo el que es demasiado grande, cuando es su amor el que debería serlo.
Busqué con los ojos los de alguien a quien que solía querer, hijo del que acababa de hacer desaparecer. Lo encontré. Miraba atónito lo que acababa de suceder, y cuando nuestras miradas chocaron, él me dio una señal de aprobación. Yo le sonreí.
- ¿Alguien más? - Pregunté nuevamente a mis contrincantes. Creo que será mejor que vengan en mancha. - Agregué. - Si seguimos así me demoraré mucho en acabarlos.
- Todos nosotros contra ti no sería una pelea justa. - Respondió Poseidón.
- Tienes razón, yo valgo más que todos ustedes juntos. Tendrán que esforzarse mucho para ganarme. Ahora no vengan a darme lecciones de honor. Comencemos.
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La Protegida
FanfictionNo me reconozco. Mi nombre es un misterio, su significado se perdió en un mar de mentiras. Sin embargo, a él sí lo reconozco. Sí. Sus ojos me revelan la verdad escondida detrás de las palabras de quienes he amado. O no. Tal vez su boca también me mi...