Capitulo 29

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- Dígamelo usted entonces - Me quejé.

- Me gustaría decirlo pero no lo sé. - Respondió calmado. El centauro me tomaba por estupida.- Creo que será mejor que vuelvas a tus entrenamientos, te estarán esperando. Yo, por el contrario, tengo que arreglar otros asuntos.

Se dirigió a la puerta de salida de la oficina en la que nos encontrábamos e intento abrir la puerta, no pudo.

- Qué raro. - Exclamó. Me miro fijamente.
Yo seguí con lo que tenía en mente. Detenerlo. - No puedo abrir la puerta... - Entonces su expresión cambió. Parecía asustado. Sus ojos apuntaron a una daga apollada en la mesa, y se lanzó a agarrarla mientras yo seguía inmóvil. - Alex, ve a entrenar.

   - Usted sabe quien es mi padre, sabe quien es mi familia, sabe qué hago aquí. Usted les ha dicho a todos que me mientan y me oculten cosas, ¿va a parar en algún momento? ¿Le parezco tonta o algo? ¿Soy la clase de chica que se deja doblegar?

   - ¿Por qué no te calmas un momento?

Eso me molesto más. Me levante de la silla en la cual estaba sentada y caminé hacia él. Quirón pretendía estar calmado, pero la daga en su mano y cada paso que daba retrocediendo, decían lo contrario.

      - ¿Hablaras? ¿O tendré que obligarte?

Entonces hice temblar el suelo, la habitación se movía. Los cuadros se caían, libros sonaban cuando se estampaban contra el suelo. Y él, como último recurso, levantó la daga y apuntó hacia mi cuello.

   - Deténte Alex, yo no soy tu enemigo.

   - ¿Entonces porque te comportas como tal? - Miré la daga que se encontraba a escasos centímetros de mi. Κάψτε, pensé. La daga se fundió frente a ambos y solo quedó su empuñadura.

   - ¿Cómo? - Preguntó incrédulo.

   - Dímelo tu.

   - Alexandra, para de hacer temblar el suelo. - Dijo una voz atrás mío. Volteé y vi nuevamente a Nico apareciendo por sorpresa. Sin pensarlo le obedecí, como si fuera su mascota.

-¿Viaje sombra, no? - suspiré. El asintió. - Debes dejar de interrumpir en momentos como estos.

- Y tú debes dejar de amenazar al campamento. Alexandra, aunque no lo creas y no podamos demostrártelo como se debe, nos importas.

- Que buen discurso, puedes irte.

- Debes confiar en nosotros...

-¿Confiar? - Le interrumpí. - ¿Después de todo me pides que confíe? Me han mentido toda la vida, es como si nada fuera real. Soy adoptada y nadie se digno a decírmelo, llego aquí pensando que me dirán quienes son mis padres y aun sabiéndolo no me lo dicen, ni siquiera me explican por qué no...

- No te hagas la Santa, ¿si? - Replicó. - Te quejas de que te mienten pero tú también lo haces. Nada es Justo aquí, nunca lo ha sido y tendrás que vivir con eso.

-¿Disculpa? - Me sentí ofendida, ¿cómo era el capaz de acusarme de tal cosa?

- Véte Quirón, ahora. - Él obedeció.

- Yo no soy una mentirosa.

- Te mientes a ti misma, en todos los aspectos. Engañas a los demás haciéndoles ver lo que tú quieres que vean, pero yo te he visto bien como para darme cuenta de que eres una mentirosa. Como todos.

- No se de que estás hablando.

- Piénsalo, Alexandra.

- ¡No me digas Alexandra! - Grité exasperada.

- ¿Por qué? ¿No es ese tu nombre? - Sonrió sabiendo que me hacia perder la paciencia. Entonces me puse a pensar, ¿por qué no me gusta que me diga así? - ¿No responderás?

- Es que suena mal cuando tú lo dices.

- Todo suena mejor cuando yo lo digo. - Contestó metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón.

- Suena...

-¿Como?

- Como si estuvieras molesto. - Pasaron unos segundos para que me diera cuenta de la estupidez que acababa de decir. ¿Qué soy? ¿Una niñita?

De repente el comenzó a acercarse lentamente hacia mí, levantó sus manos y las deslizó por mi rostro. Levantó mi barbilla y la dejo a la altura de su cara. Mis ojos chocaron con los suyos, se encontraba serio.

- No podría molestarme contigo aunque quisiera, Alex.

Me ruboricé, mi corazón palpitaba rápidamente y sentía el calor recorrer todo mi cuerpo. ¿Sería este el momento que he esperado por tanto tiempo? Su mano rodeó mi cintura pegándome más hacia él y la otra paseó por mi nuca haciendo lo mismo que la otra. De repente se detuvieron a tan solo unos centímetros de distancia. Él sonrió pícaramente.

- Deberías ver tu cara.

Humillada, me alejé.

- Eres un maldito idiota baboso desgraciado, te odio.

- Te equívocas, a ti te gusta este maldito idiota baboso desgraciado, no podrías odiarle.

- No estés tan seguro.

- Tienes pareja Alex, no deberías dejarte tan fácil.

- Serás imbecil. Tú también tienes, no deberías andar provocando a otras personas. - Él siguió sonriendo.

- Ya no tengo.

¿Ah?

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Hola genteee

Lamento no haber subido hace meses, cada vez está más difícil llegar al punto que quiero jajaja upsi

Si les gusta den su voto y si tienen alguna idea en la historia o les gustaría agregar algo, comenten. Siempre leo sus comentarios.

Bais

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