Capítulo 39: Curación

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Me va a prender fuego. Eso fue lo primero que pensé, y ¿quién no? ¡ERA GASOLINA! A pesar de todo permanecí tranquilo, intenté no mostrar mi "miedo"; sabía que Izaya se había enojado, y que estaba loco, pero de ahí a que quisiera quemarme vivo había un gran trecho. Sonreí con miedo e incertidumbre mientras observaba su expresión macabra, en su cara había una sonrisa gigante de esas que ya le conocía bien, sus ojos se entrecerraban un poco y sus hoyuelos se marcaban como cuevas oscuras y profundas.

-No te muevas- Apretó mi muñeca y la llevó hacia su pierna creando el espacio propicio para lo que tenía en mente y yo aun no entendía - o te dolerá más de lo que ya ha dolido.

-Déjalo Pulga, así estoy bien. -Tenía que quitarle a como diera lugar esa gasolina.

Retiré mi mano de su agarre; de un salto quedé detrás del sofá y sin darme vuelta, subí las escaleras hacia la habitación. Necesitaba una camisa.

Las risas de Izaya sonaban al final de la escalera totalmente enloquecidas; cada agudo de su carcajada salía tan perfecto que daría miedo si se escuchara de imprevisto. Era una risa loca y desagradable.

-Estúpido -carcajeo - No te voy a quemar.- Agarré una camisa, unos zapatos deportivos de su closet y salí a la sala de nuevo.

>>Baja ya mismo, idiota. Se va a infectar y volverá a sangrar terriblemente. -Ahora estaba serio; la botella colgaba de sus dedos y pegaba contra su costado izquierdo.

-¿Para qué es la gasolina? -Solté la camisa y los tenis sobre el suelo.

-Para curarte.-No podía creer lo que estaba escuchando, ¿cómo podría curar la gasolina?

-¿Ah? Pulga, déjalo, estás demente.-No bajé, observé sus reacciones desde lo alto.

-Idiota Shizuo, ¿podrías creerme por una sola vez?-Se había enojado de nuevo.-No haré nada malo, es por tu bien.

No quería verlo enojado de nuevo, ya sería la segunda vez en la mañana, además era demasiado molesto, simplemente no quería, así que cedí y bajé las escaleras de nuevo.

Me senté en el último escalón de la escalera con los pies y el torso desnudo, apoyé mis codos en el escalón de arriba y me recosté hacia atrás. Izaya me observaba con ojos molestos desde arriba, abrió la botella con el líquido naranja y sobre el brazo que estaba sangrando nuevamente vació el contenido.

-¿Pero que mierda te pasa?-Estaba agarrando el cuello de su camisa molesto y sorprendido por su acción.

-Cállate fenómeno, dentro de poco la herida se secará y dejará de sangrar. -Seguía con expresión seria en su rostro, pero incluso así bajo un poco más de lo que ya estaba y me besó. -Ahora Suéltame.

-¿Ah? -No entendía nada.

-Cuando era pequeño, un perro atacó a otro en la calle de mi casa; eran perros callejeros, pocos se interesaban por lo sucedido y seguían derecho, y a los que les interesaba solo querían ver quien ganaba. Yo era demasiado pequeño y por eso no pude detenerlos, pero cuando al fin lo soltó y las personas se dispersaron con su curiosidad morbosa, corrí a ayudar al perro que había quedado tirado en el pavimento.

>> En mi casa no estaban permitidos los animales, así que no podía quedármelo. Pero si lo arrastre hasta el patio momentáneamente para poder curarlo.

>>Tenía varias heridas. Una en su hocico, otra en su pata, otra más en su cuello, en fin. El lloraba mucho, era obvio, aquel perro casi lo había matado y como yo no podía pagarle un veterinario use un truco que había leído en Internet. La gasolina.

>>Al tratarse de un derivado pétreo, un combustible fósil, la gasolina reseca mucho la piel, en fin, no te voy a dar la explicación completa, un idiota como tu no lo entendería, el caso es que es un antiséptico poco conocido.

1. Si pudiera matarte...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora