Capítulo 42: Casa

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Los problemas entre los jefes Yakuza y mi jefe se había resuelto; me gustaría decir que todo había salido como se pensaba y que no me había enojado, y que por ende, no había golpeado a alguien, pero al hablarse de Yakuza, dinero, deudas y cobros, se sabía de antemano que nada allí resultaría ser pacífico. Cuando cobramos el dinero a la Yakuza del norte, se negaron completamente a pagar, con armas y hombres intentaron asustarnos, pero fue inútil, yo estaba de vuelta, mi furia también y el peso de medio mes sin golpear a nadie también.

Sus armas habían resultado dobladas, rotas, enterradas en el suelo, etc, sus hombres estaban todos a punto de morir en el suelo. De verdad quería algo de paz, el significado que había dejado el Bucolismo en la vida era algo que yo quería lograr, pero cuando alguien me golpeaba, me insultaba, o amenazaba a Tom-san, sencillamente tenía que saber que nada bueno saldría. Al final conseguimos el dinero y una gran advertencia de parte del jefe Yakuza, ah, claro, yo salí de nuevo con una oferta de trabajo, y ellos con un nuevo rechazo.

Con la Yakuza del sur la cosa fue un poco más tranquila, basto con presentarme ante ellos y demostrar que estaba vivo para evitar problemas mayores, sin embargo, uno de los guardias había tomado como amenaza una de mis miradas y había intentado atacarme; el jefe de los Yakuza decidió que esa falta había sido demasiado extrema como para ser perdonada, todos bajo su mando tenían que saber perfectamente cómo y cuándo actuar, y quién no fuera capaz de ceñirse a esa filosofía, simplemente no era necesario. Tres balas atravesaron su cuerpo matándolo instantáneamente; Tom-san parpadeó ante la sorpresa, pero no dijo nada, se limitó a avisarme en silencio que no me dejara llevar por la furia si no quería salir perjudicado, nuestros problemas eran demasiados ya como para agregar uno nuevo; al fin y al cabo, nuestro objetivo con su familia era evitar un problema, ni siquiera se trataba de negocios.

Observé el cadáver del hombre y me lamenté en silencio, luego al Jefe con el que no teníamos ningún asunto en particular, y luego la cara de los demás que no se habían ni inmutado ante la muerte de su compañero. Una vida se había perdido por algo tan estúpido como una filosofía oscura y sin fundamentos de los bajos mundos, y si bien uno mismo escogía su futuro con cada decisión, nadie merecía tal humillación.

El lío entre Yakuzas por mi culpa y por el dinero había quedado solucionado. O eso esperaba.

Cuando íbamos de camino a la oficina se me antojó un cigarrillo, pero no tenía ninguno; Tom-san noto mi angustia y sacó uno de los suyos. El humo recorrió mis pulmones, lo contuve un rato y lo dejé salir por mi nariz. Se sentía bien volver al trabajo.

-¿Y bien? ¿De qué querías hablar? -Se rompió el silencio, a decir verdad me había olvidado de eso, seguía recordando la muerte de aquel hombre.

Ahora me sentía totalmente tranquilo, sentía que podía decirlo sin rodeos, estaba en mi trabajo, con mi jefe y amigo, fumándome un cigarrillo, tenía toda la tranquilidad del mundo.

-Estoy saliendo con Izaya-Tomé la bocanada de humo que me había proporcionado el cigarrillo y lo expulsé por mi boca. Había sido más sencillo de lo que había planeado y pensado.

-¿Qué? -Ahora me observaba aturdido, o eso me parecía, yo le veía de reojo.

-Estoy saliendo con Izaya-Repetí-. Resulta que lo amo. -Otra ola de humo inundó mis pulmones. Eso había sido demasiado sencillo.

-¿De verdad no me dirás nada más? - estaba anonadado - Estoy esperando que me contextualices.

-Intenté matarlo y sencillamente no pude. -Resumí. Ahora me veía enojado, esperaba más que eso.- Cuando te conté la historia de mi secuestro, omití una parte. -Oh, aquí vamos- Resulta que mientras dormía, tuve un sueño con Izaya. De ahí comenzaron todas las dudas, luego volví y tu me dijiste lo que me dijiste, luego yo caí en esa estúpida depresión con la que me dí cuenta que por más que quisiera negarlo Izaya era necesario en mi vida. -Me detuve, quería ver su rostro.

1. Si pudiera matarte...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora