Capítulo 11: Regreso

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Abrí los ojos desorientado, sentía como si hubiera tenido un mal sueño, un mal sabor de boca me embargaba y no sabía que era.

Me senté con facilidad al fin, mis piernas respondían casi a la perfección, mi cuerpo seguía un poco débil pero nada de qué preocuparse, estaba emocionado. Y entonces vi que el sofá estaba frente a las escaleras, que mi bóxer ya no existía en mi cuerpo y que aquella sustancia blanca en el suelo era mi orgasmo. No había sido un sueño.

Mi cabeza dio vueltas por un momento, eso no podía ser verdad, que alguien como yo tuviera un sueño húmedo, con un hombre,hombre que era mi enemigo, hombre que odiaba, era completamente imposible y que para rematar, gracias a él hubiera sentido tal placer desmesurado.

Me levanté al fin, busqué mi bóxer y me lo volví a poner, destrocé todo el apartamento buscando mi ropa y mis gafas pero no los encontré nunca, tuve que agarrar ropa de esa maldita pulga. Era un enano, todo me quedaba diminuto. Lo iba a matar.

Limpié el suelo y me encargué de la evidencia de mi acto, avergonzado y furioso, claro, como no estarlo después de todo eso.

La camisa de Izaya fue lo que mejor me quedo, era ajustada pero cómoda, a diferencia del pantalón ajustado y corto que me veía obligado a llevar desapuntado.

Salí de aquel departamento hecho trizas descalzo, mal vestido, furioso y avergonzado a buscar directamente a Tom-san, ya habían pasado tres días desde la última vez que nos habíamos visto, probablemente estaba preocupado, furioso, o ambas ; no había trabajado por tres días por culpa de esa maldita pulga.

Cuando salí a la calle muchas mujeres gritaron al verme correr descalzo y con un pantalón que dejaba a la vista todo de mi, no me importó, a decir verdad estaba empujando a todo el que se me cruzaba hasta que vi a dos policías dar vuelta a la esquina.

Voltee por el callejón más cercano y me escondí detrás del contenedor de basura esperando despistar a los policías que seguían los gritos de la multitud generados por mi.

Recordé la pelea en el callejón de Ikebukuro, mis heridas, los golpes, el contenedor.... Maldita Pulga, hasta en este lugar tenía que recordarlo, cada maldito lugar estaba plagado de su presencia.

Tuve que correr cuando alguien avisó a los policías de mi escondite, no quería ir a la cárcel, primero tenía que matar a la pulga, tenía que hacer lo posible por salir de esa situación.

No tenía dinero pero me subí a un taxi que había a la vuelta de aquel callejón, lo amenacé y lo hice conducir hasta la oficina de Tom-san.

Cuando al fin llegué a la calle donde estaba la oficina, bajé del taxi, agradecí en mi mente y con palabras pedí al conductor que esperará un momento mientras entraba por su pago.

Tom-san estaba en la silla del escritorio revisando una torre de papeles, seguramente las cuentas de los futuros cobros.

-Tom-san - dije mientras avanzaba avergonzado. - Lo siento.

-Shizuo - alzó la vista y la posó en mis ojos - pensé que te había pasado algo, estuve llamándote todo el día durante los dos días pasados.

-Lo siento - me disculpe - Esa maldita Pulga me tendió una trampa - bajé la vista hacia mi ropa - me drogo y me tuvo "secuestrado" estos días en su apartamento.

-¿Te drogo? - Se sorprendió, su tono de exclamación era elevado- ¿Cómo pudo lograr tal cosa?

-Primero, ¿podrías prestarme dinero para el taxi? - rogué - prometo que después te contaré todo.

Se levantó de su mullida silla con una risa en su rostro divertido por mi situación, alisó su traje, sacó su billetera y se dirigió a la puerta.

Dejé que saliera solo, no quería pasar más vergüenzas y arriesgarme a que alguien me viera y pudiera avisarle al jefe. Sería la mayor deshonra que pudiera imaginar.

Desde adentro escuché su tono amable de disculpa con el conductor por haber tenido que vivir ese momento amargo; pobre hombre, comprendería si algún día intentaba matarme, tener que soportar a un desnudista (no porque quisiera) malhumorado y medio psicópata por la situación, no era nada fácil. De nuevo, agradecí mentalmente tener a Tom-san de superior en mando.

Cuando volvió a la oficina se dirigió a la esquina y del cajón de la mesa de allí, sacó uno de mis uniformes de camarero que siempre dejaba de repuesto.

-Primero cámbiate eso- río - te ves ridículo.

Lo sabía perfectamente, estaba furioso con esa maldita pulga, todo era su culpa.

-Gracias -agradecí sincero antes de caminar hacia el baño.

Salí de aquel diminuto cuarto llamado baño sintiéndome extraordinariamente en mis tan conocidas prendas, volvía a ser yo, mi ambiente, mi trabajo, mi paz.

Recordé mis gafas y mi otro uniforme, el regalo de mi hermano y sin que pudiera controlarlo me entraron ganas de matar, tenía que recuperarlo a como diera lugar.

-¿ Y tus zapatos? -Preguntó Tom-san

-Mataré a esa pulga, de verdad que lo haré.

-Cálmate Shizuo -pidió Tom-san - Primero cuéntame qué fue lo que pasó esta vez, parece ser una buena historia.

Solté un chasquido por la frustración, tenía ganas de salir a buscarlo inmediatamente, pero Tom-san merecía una explicación, no podía irme de allí sin darle una.

-Tom-san, promete que no te reirás.-Intenté poner una expresión amenazante.

-No uses esa expresión intimidante conmigo,-Me advirtió- no prometo nada, haré lo posible.

-Lo siento, Tom-san -me disculpe- bueno.... es largo, así que acomódate.

Soltó una carcajada.

-Lo siento Shizuo- volvió a reír- es que no te imagino drogado y mucho menos secuestrado.- Agarró su estómago y rió de nuevo - eso es tan normal y tu no lo eres para nada.

-No te burles, por favor- toqué el puente de mi nariz en un intento inútil de esconder mi vergüenza y mi furia- ya me atormentan lo suficiente los recuerdos.

-Vale, vale, lo siento - intentó disculparse en medio de la risa que iba disminuyendo- por favor siéntate y cuéntame todo; ah! antes de eso, por favor, coge un par de zapatos de aquel lugar- señaló la mesa de dónde había sacado antes mi uniforme- no quiero verte como un indigente.

Se veía que se divertía; él no tenía la culpa, pero me enojaba enormemente que no lo tomara en serio.

-Gracias- intenté agradecer.

-No te enojes Shizuo, su risa se había detenido - vamos, apúrate y siéntate.

No hice caso a su disculpa mal formada, no obstante me apresure a la silla, tenía que contarle todo.

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Continuará

(Les publico el siguiente el sábado creo yo, espero como siempre, que les guste como va todo, gracias por sus comentarios, votos y visitas, de verdad, MUCHAS GRACIAS!)

1. Si pudiera matarte...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora